Nápoles, la ciudad que convirtió a Diego Armando Maradona en inmortal; «es el alfa y omega», afirman

31/10/2013 - 1:00 am
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Ciudad de México, 31 de octubre (SinEmbargo).- Ezequiel Lavezzi llegó a Nápoles procedente de Buenos Aires con la ilusión de iniciar su primera aventura europea en un territorio donde ser argentino da un plus simbólico que pone todo a tus píes. Recién llegado, tomó un taxi para adentrarse a la ciudad. El taxista lo reconoció enseguida y le hizo notar el éxtasis que todo napolitano tiene cuando se refiere a futbol. Aficionado antes que nada, el conductor se tomó la libertad de cambiar el rumbo. De pronto, detuvo el coche frente a una casa lujoso con vista al mediterráneo. “La casa de dios”, le dice al nuevo jugador del Napoli.

La ciudad del sur de Italia, llena de un caos patrocinado por Vespas, tiene tres orgullos bien definidos: El Vesubio; imponente volcán, el Mediterráneo; mar de costas doradas y Diego Armanda Maradona; divinizado como dios. Entre calles apretadas, las paredes tienen afiches del astro argentino. Altares en su honor se reparten por el territorio napolitano y las innumerables pizzerías tienen platillos a la Diego. Un pequeño lugar, cambió su ideología a mediados de los 80 gracias a la pasión desmedida por la pelota.

Diego se prepara para tirar el penal que le toca. Es la semifinal del Mundial de Italia 90. Enfrente están los locales, la ciudad es Nápoles. Cuando Maradona anota, se escuchan aplausos desde la grada Azurra. Argentina elimina a los italianos, con el 10 albiceleste feliz como pocas veces. “El único placer fue descubrir que, gracias a mí, los italianos de Milán dejaron de ser racistas: hoy, por primera vez, apoyaron a los africanos”, declaró irónico el 10 argentino. En un país que hasta la fecha sigue inmerso en el racismo, a los del sur se les insultaba diciéndoles que eran de África. Diego siempre se pondría la causa napolitana como bandera.

“Es el alfa y el omega antes no le podíamos ganar a los del norte. Con él tuvimos revancha histórica”, cuenta para SinEmbargo, el periodista Antonio Moschella, nacido en Nápoles y amante de todo lo que significa para la ciudad el nombre Maradona. Diego hizo de Nápoles un sitio suyo como un jefe de la Mafia. Después de todos los problemas personales, la ciudad sureña de Italia, sigue siendo ese fortín emocional al que recurre. Mientras, el tatuaje que más se hacen los napolitanos, es la cara de su ídolo.

La idolatría por Maradona es universal. Es probablemente una de esas figuras públicas que no puede visitar cualquier ciudad sin acaparar la atención social. Diego supo refugiarse en Cuba y ahora en Dubai. Sus excesos le han dado una estela tipo Rock Star que mucha gente ha condenado, mientras sus fieles aficionados lo idolatran más. Recaídas por cocaína y un Bypass gástrico para adelgazar de la noche a la mañana, transforman a Maradona en esa figura distinta de la historia del futbol.«Oh mamá, mamá, mamá oh mamá, mamá, mamá sabes por qué me late el corazón? He visto a Maradona, He visto a Maradona oh, mamá, enamorado estoy», cantaron durante años una ferviente afición. 

Se fue como jugador en 1992 rumbo a Sevilla. En 2005, el Estadio San Paolo vivió una fiesta monumental que le dio la vuelta al mundo. Maradona regresaba a la cancha donde se hizo leyenda para estar presente en el partido homenaje de Ciro Ferrara. Mientras unos lloraban, otros invadieron el campo para estar cerca de su ídolo. Un día antes, en el hotel, el tráfico se paró debido a una manada que se plantó en la calle que daba a la ventana de su habitación. Diego salió a saludar. La gente no se movió durante toda la noche. Un día después, el fanatismo del napolitano por su ídolo, dio un show en su máxima expresión.

En Nápoles se recitan sus frases en cualquier charla de bar. “Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”, dijo en medio de la Bombonera de Boca en un partido de despedida en el 2001. “Hay murales enormes, en barrios populares. Desde el 84 al 90 hubo muchos recién nacidos llamados Diego”, dice Moschella. En el sur de Italia, cuando llega un argentino, tiene el cariño ganado. Con una realidad buena en lo futbolístico, los napolitanos tienen en Maradona, a un ser humano de 53 años, que hace mucho se convirtió en inmortal.

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