Ciudad de México, 26 de octubre (SinEmbargo).- Cuando Adrián González llegó a Boston en 2011, las expectativas que generaba su bate caliente, provocaron que la dura fanaticada de las Medias Rojas mantuviera su mirada fija en el mexicano. El “Titán” cumplió con creces todo lo que se esperaba de él. De pronto, los fieles analistas se percataron de que Adrián no solo lideraba a los bateadores de todas las Grandes Ligas con su promedio de .354, sino que además iba vuelto en popa para superar un record mexicano que se mantenía vigente desde poco más de 50 años.
Roberto Ávila (Veracruz, 1924) fue uno de los pilares que promovió el beisbol mexicano en otras latitudes. El veracruzano fue conocido como “Beto” por todos aquellos apasionados al Rey de los deportes. En 1954, encumbró su nombre en Grandes Ligas cuando ganó el título de bateo con un promedio de .341, registro que el Titán González estuvo a punto de romper, pero una caída en el rendimiento general de las Boston, impidió que el record mexicano tuviera nuevo dueño. Beto Ávila siguió acrecentando su grandeza, 57 años después de su proeza.
Inicio en 1943 en Puebla, galardonado como novato del año. Cuatro años más tarde, comenzaría su paso arrollador con el bate en sus manos. Con un registro de .346, se afianzó como uno de los peloteros notables de la Liga Mexicana de Beisbol. Ávila se convirtió en el primer nacional en ganar un título de bateo tras seis años de dominio extranjero. Casi al mismo tiempo de su debut, algunos buscadores de las Grandes Ligas, comenzaron a seguir al pelotero por distintas plazas de la República Mexicana. En 1949, los Indios de Cleveland lo firmaron por 17 mil 500 dólares, iniciando un periodo de grandeza para el beisbol nacional.
Capaz de adaptarse a las adversidades, Beto se convirtió en figura la Gran Carpa en tan solo cinco años. Con el uniforme de Cleveland, logró el título de bateo que hasta la fecha ningún mexicano ha roto. En la Serie Mundial, sufrió una dolorosa derrota por parte de los Gigantes de Nueva York en cuatro juegos. Después jugaría hasta 1960 con Baltimore, Bostos y Milwaukee para regresar recién empezada la década de los 60 a México con los Tigres del Distrito Federal en épocas donde La Liga Mexicana gozaba de un sano talento en sus equipos. Lo conseguido por Beto siempre fue considerado como una verdadera proeza, reconociendo el poder de su brazo.
Habilidoso por naturaleza, se encontró atrapado entre el futbol y el beisbol. En su casa se discutía sobre su futuro en el deporte profesional. Como una decisión salomónica, Beto decidió poniendo como argumento, el sustento. Cuando se enteró que podría ganar más dinero como beisbolista, desistió de patear balones y tomó el bate para encumbrarse como una leyenda. Eran tiempos complicados, donde la identidad estadounidense estaba a tope tras declararse ganadores de la Segunda Guerra Mundial.
En solo seis años, Ávila marcó el rumbo para que miles de peloteros latinos pudieran participar en la Gran Carpa. Además de un campeonato de bateo, lo simbólico fue ser pionero de una cultura que se adentró en la memoria del mejor beisbol del planeta. En 2004, moriría por complicaciones de diabetes a los 80 años de edad en su natal Veracruz. El estadio de los actuales Tigres de Cancún, lleva el nombre del gran “Beto”, estandarte del beisbol nacional.