Ciudad de México, 26 de octubre (SinEmbargo).– Durante varios años, por las distintas canchas de Europa, han llovido cáscaras de plátano mientras en la grada se simula ser un mono. En el terreno de juego, un futbolista de tez negra observaba absorto el espectáculo indignante. El deporte más popular del mundo no se escapa de uno de los lastres más inadmisibles en pleno siglo XXI. Mientras gran parte del mundo se queja abiertamente sobre la situación, el racismo sigue estando presente en muchos aspectos, bajo el cobijo de sentirse con derecho de gritar lo que sea por haber pagado un boleto.
“Me llamas mono, pero lloraste cuando el Chelsea ganó al Fernerbahçe en 2008, me llamas mono pero saltaste delante de tu pantalla cuando gané la Champions (2012)”, fragmento de un texto que el marfileño Didier Drogba escribió en la cuenta de Facebook de su equipo el Galatasaray. En el clásico, el portentoso atacante africano se midió al Fernerbahçe. La grada lo insultó durante todo el partido con cánticos racistas. Con el temple de siempre, aguantó los embates para después sacar su coraje con el apoyo de su club. El mítico exjugador del Chelsea, levantó su voz autorizada para tratar de terminar con todo lo que implica un insulto racista.
En Italia, un partido entre Milán y Roma tuvo que ser detenido por los constantes insultos raciales que iban dirigidos a Mario Balotelli desde la grada donde estaban los aficionados del equipo capitalino. El problemático delantero, volteó hacia la zona señalada para poner su dedo índice en su boca, pidiendo silencio. El desconcierto era incómodo y una lección de ética. El deporte paro para hacer valer la dignidad de un atleta. Meses antes, durante la pretemporada, Kevin Prince Boateng, jugador también del Rossonero, abandonó un partido amistoso, harto de los constantes ataques desde la grada.
En Rusia, Roberto Carlos abandonó un partido después de que un aficionado le tiro un plátano. El brasileño, más entristecido que enojado, salió del campo al borde del llanto. El camerunés Samuel Eto’o sufrió lo mismo en su paso por España cuando el Barcelona jugaba de visita. Por todo el viejo continente se dan casos de ataque racial que han propiciado que la FIFA tome cartas en el asunto. El máximo organismo del futbol, ha realizado campañas para intentar abolir este tipo de pensamiento, a la par de investigaciones que terminan en multas para los equipos del que los agresores son aficionados. Sin embargo, el problema persiste apuntando aún más a una ya de por sí, polémica Rusia.
El jueves pasado, en una nueva jornada de Champions League, el Manchester City visitó al CSKA de Moscú. El marfileño Yaya Touré, manifestó haber recibido insultos racistas. “Es increíble y muy triste”, dijo el talentoso mediocampista que durante el partido se quejó con el árbitro. “Es muy importante, de lo contrario, si no hay seguridad en Rusia, no iremos a la Copa del Mundo”, respondió Yaya cuando se le preguntó si el incidente tendría que ser tomado como un asunto de estado. La UEFA abrió una línea de investigación que podría terminar en un castigo para el cuadro moscovita.
Rusia ya está en el ojo de la crítica por una ley que prohíbe cualquier manifestación gay. El Presidente, Vladimir Putin, se ha mostrado firme en su intención de hacer valer “las tradiciones morales”, de aquel país. En medio de ese escándalo, acrecentado durante el Mundial de atletismo de este año, el racismo se presenta durante la competencia más seguida del planeta. El futbol africano, planea un boicot para la Copa del Mundo de 2018 que se llevará a cabo en suelo ruso. La FIFA planea intensificar, más allá de publicidad o mensajes de unión, el combate a esta problemática que sigue sin mermar con el paso de los años. Mientras, los jugadores negros soportan todo tipo de embates, a la espera de que se regularice ya sea con multas considerables o suspensiones memorables.