El temple y el talento de Pedro Martínez, un legado de Boston para todas las Grandes Ligas

26/10/2013 - 1:00 am

 

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Ciudad de México, 26 de octubre (SinEmbargo).– Con la gorra bien puesta, la mirada de Pedro Martínez (Santo Domingo, 1971) se clavaba en el guante de su plato. Alrededor, el bullicio del viejo Yankee Stadium no cesaba en su afán por sacar de quicio a uno de los pitchers más dominantes en la historia de las Grandes Ligas. Al talento innegable del dominicano, se le añade el temple que solo han demostrado tener los grandes atletas. Pedro soportó ese día la presión del territorio más hostil que podía encontrar en el planeta. Enemigo público Yankee, se regocijaba de lo que provocaba como lo implica la grandeza: jugando uno de los mejores partidos de su vida.

Era el 10 de septiembre de 1999. Con el 45 en su espalda, lanzó 17 strike-outs en la victoria de las Medias Rojas de Boston por 3-1. Lanzó nueve entradas completas, en uno de los episodios más dominantes que se recuerden. La hegemonía de Martínez, vestido con la franela de Boston, hoy es melancolía pura para los seguidores de una franquicia mítica. Debutó con 20 años cumplidos en Los Ángeles como una de las mayores promesas para el futuro. Su juego mejoró al pasar los años, pero desde un principio fue su personalidad la que marcó terreno con respecto a otros lanzadores.

Pedro se confirmó como una figura en Canada. Con los Expos de Montreal, jugaría de 1994 a 1997, mostrando un talento superlativo. En 1995, una base por bolas en la décima entrada, le impidió tener un juego perfecto. Es el único jugador de la franquicia en ganar el Cy Young de la Liga Nacional. Jugó 13 juegos completos en 1997, siendo el año más productivo en su carrera como Expo, catapultándolo como uno de los agentes libres más codiciados de la Gran Carpa. Su camino se cruzaría con un equipo necesitado de gloria, que lo arropó como un hijo predilecto.

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En 1998, las Medias Rojas de Boston contrataron a Pedro Martínez. Una de las franquicias más sagradas de la historia, maldecida por el legendario Babe Ruth, buscaba un momento de gloria en los lanzamientos de un pitcher único en el mercado. La asociación entre equipo y jugador, fue notable. El carisma de un caribeño fuera del diamante, se contraponía con el enfurecido gesto de concentración cuando subía a la lomita. En 199, durante su segundo año, Pedro firmó una de las temporadas más memorables en la historia. Su registro 23-4 y sus 313 ponches, le dieron su segundo Cy Young, sin nadie que protestara. Sería segundo en la votación para el MVP, detrás de Iván Rodríguez.

En el último año de contrato como miembro ilustre de Fenway Park, tendría su merecida recompensa. Pedro entraría en la historia. Aquella temporada, las Medias Rojas rompieron con 86 años sin ganar una Serie Mundial. Martínez comprendió su misión como jugador. El simbolismo de su carrera lo marcaría aquella hazaña de Boston durante la Serie de campeonato de la Liga Nacional cuando le dieron la vuelta al 0-3 frente a los odiados Yankees de Nueva York. Después, el paseo que representó enfrentar a San Luis, fue la despedida perfecta para alguien que supo cargar con el peso del letargo maldito. Dijo adiós con los deberes hechos, con una marca de 117-37, el mejor registro en la historia para cualquier lanzador.

Tras reconocer una victoria clara de los Yankess, llamando al equipo “Papi” (Daddy), el Yankee Stadium le gritaba “Who’s your Daddy?”. Pedro aguantaba firme, y cuando decidió firmar con los Mets, el otro equipo de la ciudad, su rivalidad se acrecentó. Jugaría tres años en la Gran Manzana y otro más en Philadelphia. Pedro se fue del beisbol siendo irreverente, como lo fue su equipo en Boston. Ganador, homenajeado como uno de los mejores lanzadores en la historia (La revista Sports Illustrated lo nombró el pitcher más abrumador de todos los tiempos), no firmó con ningún equipo. Su última aparición fue en septiembre de 2009. En Boston, siguen esperando que el dorsal 45 sea retirado. Martínez estuvo cerca del juego perfecto en varias ocasiones, pero siempre algo salía mal. En la estadística, es una lástima. En el valor simbólico, ese que rodea tanto al Rey de los Deportes, significa muy poco. Boston rompió una maldición con el dominicano abordó, eso vale más que cualquier otra cosa.

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