Jackie Robinson, un emblema social que se ganó la eternidad y cambió el destino del Rey de los Deportes

24/10/2013 - 12:00 am
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Foto: mlb.com

Ciudad de México, 24 de octubre (SinEmbargo).- Habían pasado 50 años desde el parteaguas ideológico en la MLB, provocado por un hombre con agallas. El 15 de abril de 1997, todos los equipos de Grandes Ligas, decidieron retirar el 42 de sus rosters en honor a Jackie Robinson (Georgia, 1919). Solo a Mariano Rivera se le permitió seguir usándolo por haber tomado antes de la decisión. La trascendencia de un pelotero que se convirtió en emblema, marcó para siempre el destino del Rey de los Deportes desde su radiografía, hasta su manera de entender el mundo.

Dueño de la atención social, Robinson, con su piel negra, marcaron un mensaje determinante para que se diera una apertura mental definitiva en la cultura estadounidense.

Jackie tuvo un carácter impulsivo desde pequeño. Reacio a cumplir con lo establecido, rebelde hasta en las pequeñas decisiones, figuró siempre por su competitividad en cualquier prueba que tuviera enfrente. Superar la adversidad pasó de ser herencia, a una obra de cada día. Nieto de un esclavo, hermano de cinco e hijo menor de un campesino que lo abandonó al nacer. Junto a su madre, abandonaron su natal Georgia para buscar fortuna en Pasadena, California. Obsesionado con el triunfo, antepuso sus ganas de triunfar en medio de un ambiente hostil marcado por el constante racismo.

Eran tiempos en los que los baños se dividían, los asientos traseros en los camiones eran para la gente negra. Entre tanta adversidad, el carácter de un chico compulsivo se transformó en resistencia. Sus habilidades atléticas le dieron un lugar en una sociedad segregada. Conforme el tiempo pasaba, su talento natural le dio un lugar en la UCLA. Ahí, vivió el rechazo de gran parte de la comunidad, pero él se concentró en lo que mejor sabía hacer. Fue el primer deportista en destacar con creces en Atletismo, Basquetbol, Beisbol y Futbol Americano. Endureció el gesto por el ambiente, pero nunca perdió las convicciones. A pesar de esto, nadie imaginaba la trascendencia que tendría.

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Participó en el ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Durante un traslado, se negó a ir en la parte de atrás del vehículo como mandaban las reglas sociales de esos días. Por esta acción, fue juzgado en Corte Marcial, siendo absuelto. Llegó a ser segundo teniente. En 1945, su vida daría el vuelco definitivo que lo encumbraría como un personaje ilustre del siglo XX, cuando dejó el uniforme del ejército y tomó el bate. Se encaminó a las Ligas Negras donde no había insultos ni racismo.

Dos años después, el rumor sobre un jugador negro sobresaliente, corría rápido entre los equipos de las Grandes Ligas. La apertura mental que no tenía la mayoría de la población, la tuvo Happy Chandler, comisionado de la liga. Su discurso progresista fue aprovechado por Branch Rickey, presidente de los Dodgers de Brooklyn. Robinson fue contactado por el mandatario neoyorquino para invitarlo a ser parte del roster. Jackie se entusiasmó. Branch sería visionario al advertirle al joven pelotero todo lo que se vendría. Tal vez por valentía en extremo, pero de pronto, el primer jugador negro en las Ligas Mayores, llegaba para romper esquemas.

El 15 de abril de 1947, es un día que el deporte en general no olvida. Vestido con el uniforme de los Dodgers, salió al campo con el 42 en la espalda. Su carácter explosivo quedó de lado. Jackie entendió que esa pelea la ganaría más con la inteligencia. Con gran personalidad, aguantó los embates raciales que llegaban desde cualquier dirección.

Los pitchers le lanzaban bolas a la cabeza, los catchers escupían sus zapatos y hasta el equipo de San Luis amenazó con una huelga si se le permitía jugando. Desde las gradas, llovían gatos negros muertos que caían en el campo. Un clima constante de adversidad, no impidió que se hiciera con el premio de novato del año.

Fueron diez años los que Robinson jugó como profesional. De su legado se pueden presumir un .311 de porcentaje de bateo o las 19 ocasiones en las que se robó el home. Tan trascendentales las estadísticas en el beisbol, esos números sagrados fueron opacados por la labor social de un hombre que tras el retiro, se unió a la voz de Martin Luther King y de todas las personas que imploraban igualdad social. En 1972, aparecería en la Serie Mundial afectado por la diabetes y por una ceguera. Moriría un día como hoy, y la MLB le dedicaría la temporada.

Hoy, la fundación que lleva su nombre, se encarga de darles becas a estudiantes destacados con problemas económicos. Su nombre sigue trascendiendo, como lo hacen los personajes ilustres, esos que caben en la eternidad.

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