“EL AMOR MUEVE LAS LETRAS, ¿POR QUÉ EL FUTBOL NO?”: VALDANO

25/10/2013 - 12:00 am
Foto Francisco Cañedo Sinembargo
Exfutbolista, directivo, comentarista y escritor: Jorge Valdano. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

Ciudad de México, 25 de octubre (SinEmbargo).– A primera vista, sus 188 centímetros de altura se imponen. No tarda en sonreír para transformar el ambiente en una tertulia amena. Tiene un sentido del humor fino que acompaña a su discurso. Lector voraz y amante de la conversación, Jorge Valdano (Las Parejas, Santa Fe, Argentina, 1955) se inclina para responder las preguntas siempre con los ojos bien abiertos.

Exfutbolista, directivo, comentarista y escritor, está en el Distrito Federal, en la misma ciudad donde sufrió un accidente de helicóptero en 2006, pero donde nunca ha dejado de sentirse «como en casa». Lo mismo sufre al enterarse que su Newell’s acaba de perder el clásico frente a Rosario Central, que disfruta contar un chiste de argentinos en medio de las carcajadas que le provoca el simple hecho de recordarlo. La pasión con la que vive, ha sido su principal virtud.

Una hepatitis lo retiró como profesional a los 31 años, poco tiempo después de ser campeón del mundo. Enemigo de aquellos que traicionan la belleza de las formas en pos del resultado, de inmediato incursionó en distintos medios de comunicación. Su palabra se convirtió en un refrescante deportivo. Santiago Segurola, prócer del periodismo español, define a Valdano como el causante de ponerle análisis a un ejercicio en el que durante muchos años predominó solo la emoción. «Modernizó el pensamiento», afirma.

Su nuevo libro Los 11 poderes del líder, el futbol como escuela de la vida es un aglomerado de anécdotas con las que explica todo lo que el juego ayuda para forjar personas. Acusado de idealista, cree firmemente en el buen trato a la pelota y en todo aquello que representa socialmente. Antes de llegar al Real Madrid para convertirse en una figura Mundial, jugó en el Alavés de la segunda división española. Tenía 20 años cuando en una tarde adormilada del invierno en Vitoria, descubrió a Manuel Vázquez Montalbán y se entregó a sus letras. El futbol no volvería a ser lo mismo para él, para fortuna de todos.

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«Sigo esperando que me den algún mérito por el gol de Maradona», dice. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

–Cuando Maradona metió aquel gol a los ingleses, recorriendo la mitad de la cancha del Estadio Azteca, fuiste de inmediato por la pelota antes de ir a abrazarlo.

–(Risas) Yo sigo reclamando desde el 86, que se me otorgue algún tipo de mérito por sacar la pelota en el gol de Maradona.

–¿Fue demasiado simbólico?

–Un partido lo construyen los hechos y las sensaciones sobre los hechos. La que yo tuve cuando la pelota entra, es que había sido una obra tan personal que excluía al equipo. Fui por la pelota y se la di, como si fuera una cosa patrimonial.

–¿Cómo fue ser campeón del mundo?

–Es un sueño, no lo puedes creer. Es estar en el lugar donde siempre quisiste estar, esperando que te despierten, pero nadie lo hace. Lo estás viviendo.

–Decía tu compatriota escritor, Martín Caparrós, que le gustaba mucho venir a este país porque siempre aprendía una palabra nueva. ¿Qué representa para ti, México?

–Sí, estoy de acuerdo. Me gusta mucho oír hablar a los mexicanos. Me parece que tienen hallazgos en el vocabulario que son muy expresivos en su sonoridad. Aquí me pasa lo mejor que me puede pasar en un sitio, sentirme en casa.

–Entonces, el picante está dominado.

¡No, eso lo llevo fatal! Pero también llevó mal el asado y soy argentino. Aunque vengo mucho más a México que a la Argentina, entonces me he familiarizado de tal manera, que una parte mía ya se siente un poco de aquí.

–¿Qué te parece el enojo de la afición por el paso actual de la Selección?

–Vengo de Colombia y es exactamente todo lo contrario. El contraste es tremendo entre un pueblo feliz porque el equipo se clasificó. Además lo hizo a través de cierto toque heroico porque iban perdiendo 3-0, y empataron a tres, jugando bien. El mérito ahí genera un orgullo nacional, y aquí está ocurriendo todo lo contrario. Es normal, es parte del futbol y su exageración.

–¿Sigue siendo el futbol «lo más importante de lo menos importante» o ya ha traspasado alguna frontera ideológica?

–Bueno, es lo más importante de lo menos importante para los aficionados. Para los dueños de los clubes, es lo más importante de lo más importante. Digamos que hay dos tipos de futbol: Uno es el juego, algo fuera de lo serio, que es una ficción social. Y otra es la industria, que está dentro de la sociedad, dentro de la economía y que conviene tomárselo en serio. Pero son dos ámbitos totalmente distintos. Uno primitivo que es el juego y otro moderno que es el negocio. Están condenados ha entenderse, todavía no lo han logrado del todo, aún no se han construido los puentes que equilibren.

–¿Nadie?

–Quizá el Bayern Munich, seguramente porque en la dirección están ex jugadores de futbol que en la búsqueda del negocio, no pierden de vista la cancha. Pero se hace difícil encontrar el equilibrio. También el Manchester United mientras estuvo [Sir Alex] Ferguson, por su personalidad dominante que hacia escuchar la voz del futbol en ambos sectores.

–Escribiste que la acumulación del poder siempre termina generando corrupción. Eres un constante invitado a las transmisiones de TV Azteca. ¿Te parece adecuado que las televisoras controlen todo el futbol nacional?

–Es singular, pero lo singular no tiene porque ser malo. El futbol mexicano ha crecido mucho en los últimos años. El problema es que es que ahora se instaló en la confusión. Prácticamente se ha cambiado de entrenador por partido en los últimos dos meses.

–¿Te parece sano?

–No, parece Argentina con el «Corralito»cuando cambiamos de presidente cada dos días. Bueno pues debe ser verdad que el futbol, tarde o temprano, representa a la sociedad porque lo ocurrido aquí ha sido muy llamativo.

–No ir al Mundial, es algo inimaginable en este país. Determina casi el ánimo nacional.

–Confío en que irán. Ahora lo que hay es un problema como una catedral y lo que hay es buscar una solución a ese problema. Para mí, aquí se han unido dos corrientes nocivas: Una la confusión, que provoca tanto cambio, y otra es el miedo. Es un grupo de jugadores totalmente superados por la expectativa y la presión ambiental. Eso les ata hasta el sistema nervioso cuando salen a jugar. Imposible soltarse. «Tú juega tranquilo, pero si perdemos te matamos». ¿De dónde sacas la tranquilidad?»

–Le pasó algo similar a la Argentina en el 78 con los militares en pleno mundial, ¿cómo soportaron la presión?

–Estaba [César Luis] Menotti para compensar los mensajes institucionales. Ahí actuó como una especie de traductor del pueblo. Nos decía: «Los militares se van a sentir beneficiados con esto, pero ustedes representan a la gente y el futbol para la gente es algo importante». Nos hizo sentir sentir representantes del pueblo, y no representantes del gobierno.

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El futbol en México ha crecido mucho, afirma. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

–¿Qué legado ha dejado «El Flaco»?

–Menotti fue desde las ideas, lo que Maradona fue desde la acción. Fue alguien que cambió diametralmente la percepción que existía de la selección. Había jugadores que renunciaban a ir porque era un lugar que te desprestigiaba y desde su llegada no hay aspiración más grande para un jugador argentino que ponerse la camiseta albiceleste. Siempre hay un hombre que hace de bisagra entre dos maneras opuestas de percibir una situación y ese hombre fue sin duda Menotti.

–Casi un héroe de la patria.

–En Argentina hay una relación muy exagerada con el futbol. Insisto, es parte de su naturaleza de juego salvaje. Es la pasión que envuelve al juego.

–Algo de lo que tú, y otros tantos, han escrito bastante. ¿Qué ha pasado para que la literatura se comience a interesar por un deporte «salvaje»?

–Han ocurrido dos cosas vitales que me parece han acercado a la gente más exigente culturalmente hablando: Primero, la cultura ha integrado en su ámbito a las emociones. Por eso hablamos de la moda, de gastronomía y por esa ventana también se metió el futbol. Parte de la cultura popular, como tal. Otro punto importante en esta nueva relevancia social que ha alcanzado el futbol, es el individualismo que ha caracterizado por lo menos el final del siglo XX. Esto crea una inevitable nostalgia de la tribu y para compensar eso, el futbol es muy eficaz. Porque no es tan importante como una patria, pero digamos que es una patria pequeña y festiva.

–Pero hubo una transición de escribir ficción sobre futbol, como Roberto Fontanarrosa, a relatar lo que pasaba en su entorno.

–Creo que el puntapié de eso lo dio Vázquez Montalbán a través de sus ensayos. Yo la primera vez que lo leí, me impactó tanto que desde ese momento para mi jugar un partido empezó a significar otra cosa, más profunda, más trascendente. La exageración forma parte de la naturaleza del futbol porque es un territorio meramente emocional, y las pasiones exageran porque es su naturaleza. Sin embargo, del intelectual pedimos exactamente lo contrario y es que descomponga esa pasión en pensamiento.

–¿El futbol es el opio de la gente?

–¡No, no! Esa es una frase que nació en los intelectuales de izquierda que veían en el futbol la distracción de la lucha de clases, y además es una acusación que empezó a pesar sobre las dictaduras que se abrían pasó en el siglo pasado. Pero hemos comprobado, después en la democracia, que el futbol sigue teniendo el mismo poder popular que en las dictaduras. No se le impone una pasión a un pueblo, mucho menos a la humanidad. Tiene que haber una razón poco más pensante.

–¿Qué opinas de los que critican que ahora se escriba tanto sobre futbol?

–(Risas) ¡Si el amor ha sostenido a la literatura un montón de siglos, ¿por qué ahora no lo puede hacer el futbol?! Este deporte puede ser pensado, es el primer productor de conversaciones en el mundo. ¿Cómo no podemos hablar con un poco más de profundidad de algo que moviliza a tanta gente, moviliza tanta conversación y moviliza tantas emociones?

–Sin embargo, hay más futbolistas como Mario Balotelli que como Valdano.

–Bueno, ¡Balotelli tampoco hay muchos eh! Seamos justos. (Risas)

–Dices que hay jugadores escribiendo autobiografías a los 20 años, pero que nunca han leído un libro.

–Es un defecto hasta social. Empezó con los griegos, que intentaban armonizar el cuerpo y el alma. Luego con la evolución, el hombre fue alejando a la mente del cuerpo, y los intelectuales en esto han tenido una sería responsabilidad. Yo no sé sí por el desprecio a la masa o por el desprecio al cuerpo mismo. Lo cierto es que desconfiaron de los deportes durante siglos. Y ahora, en los últimos diez años, se han escrito más libros que en los anteriores 100.

–¿Leíste desde siempre? Fuiste una rareza en tu etapa como profesional.

–Empecé a los 15, 16 años. Una rareza, no solo en el futbol, sino desde mi pueblo. En aquellos tiempos no había ni biblioteca. Además, en mi casa faltó mi padre cuando tenía cinco años, de manera que fue un placer que me lo tuve que procurar solo como un autodidacta, equivocándome mucho en el camino, perdiendo mucho tiempo, leyendo muchas cosas que no debería haber leído. Todo eso me hizo crear un determinado gusto por la literatura, lo disfrutaba. Yo no leía por el placer de adquirir conocimiento, leía por el placer de leer. Son cosas distintas, pero una cosa trae como consecuencia a la otra.

–Describes aquel descampado cerca de tu casa, donde salías a jugar de niño, con la emoción de ser elegido para jugar. ¿Cómo está ese «Campito de la Iglesia»?

–En los últimos cuatro meses he estado en el «Campito de la Iglesia», mucho más que los 40 años anteriores. Pero ya no se juega, está en blanco ese libro, una cosa tremenda. No he visto un solo partido. La calle le ha cedido su espacio a la escuela deportiva. Ese aprendizaje espontáneo ahora lo han vuelto más académico. Eso tiene que ver con los tiempos. Quizá socialmente es más adecuado, pero futbolisticamente es un paso atrás. La academia hace mejor a los mediocres, y hace peores a los jugadores distintos.

–¿Desde ahí comenzabas a admirar más las formas que el resultado?

–Ojo, no digo que sea mejor. Pero el problema de anteponer el resultado, y eso da igual en el mundo de la política, en el mundo de la empresa o en el mundo del futbol, termina barriendo valores de referencias y ahí terminas perdiendo la credibilidad.

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Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

–Algo que en el libro, consideras muy importante.

–Si aspiras a un liderazgo a largo plazo, la credibilidad es vital. Tiene un defecto, para construirlo se necesita una vida impecable y para destruirlo hace falta un acto.

–Hay una frase de José Mujica, Presidente de Uruguay, al principio del libro que habla de la felicidad como el tesoro más importante de la humanidad. ¿Es Mujica el Alfredo Di Stéfano de la política?

–(Risas) Sí, me gusta la comparación. Es difícil encontrar un paralelismo 50 años después, pero sí desde la humildad y el éxito. Lo que pasa es que te da la sensación de que Mujica tiene mejor humor que Alfredo. Pero son dos tipos que parecen sacar el conocimiento del fondo de los tiempos.

-¿Qué significa Di Stéfano para el Real Madrid?

–En aquella época, cuando empezó a construirse el Madrid, el gran líder fue Alfredo. Hay un dato que es estremecedor. Cuando llega al Real Madrid, el club había cumplido 50 años y había ganado dos títulos. Después, ha ganado más títulos que todos los equipos españoles juntos. Eso cambia la historia. Pero lo más importante de su aportación, fue una serie de valores que forman parte de la cultura institucional. Desde lo moral, el carácter y la personalidad, yo creo que nadie lo honró más que Raúl, y desde lo estrictamente futbolístico, nadie estuvo más cerca que Cristiano Ronaldo. El tipo mete un gol por partido, es una cosa increíble.

–Esos valores que mencionas, ¿no se perdieron con José Mourinho?

–Digamos que hubo un clima de división porque se antepuso el ganar como sea. Es un entrenador que sólo quiere ganar más allá de cualquier cosa. Además tiene una manera muy personal de ver el futbol. No negocia con el club, él trae su estilo y desde ahí intenta construir el triunfo.

–Te tuviste que ir del club.

–Bueno, estaba claro que habitábamos mundos distintos. Nadie podrá decir que no lo intente, pero yo tampoco puedo decir que lo logré.

–Hablas de darle valor a la forma de jugar. Cuentas esa anécdota de aquel entrenador que le pregunta a unos niños quién llegó primero a América, y después de que le contestan «Colón», pregunta por el segundo. Al no haber respuesta, determina que ganar es lo único importante porque sólo se recuerda al ganador. A ti no te gusta eso.

–Eso es, exactamente. Me parece que esa imagen es gloriosa para explicarlo. El futbol se ha convertido en algo lo suficientemente importante como para exigirle un poco de responsabilidad social. Decir «ganar como sea», es pedirle a los chicos que lleven a su estilo de vida una máxima que es socialmente destructiva.

–Eres un tipo que dijo ser mal hincha por ser capaz de elogiar al rival. El Barça tiene una filosofía parecida a la que profesas.

–Yo tengo un compromiso sentimental muy grande con el Real Madrid, además del agradecimiento porque el club me enseñó mucho, pero debo decir que tengo un agradecimiento al menos igual de grande con el fútbol. Yo creo que tiene que haber escalas, y aquellos que amamos el futbol desde que nacimos y que hemos alcanzado el profesionalismo con la vocación, pues lo tenemos que defender permanentemente. Del Bosque lo dijo muy bien en aquel discurso en la FIFA. Desmoraliza un poco que para mucha gente, elogiar al rival sea considerado como una traición a la patria. Es algo triste.

–En eso el periodismo ha tenido mucha culpa.

–El periodismo también se ha dividido. Hay uno que se se empantana mucho en la polémica, y hay otro que hace del deporte una auténtica escuela. Conozco periodistas que son extraordinarios y que dignifican la profesión. Esto es como en el futbol, como en el cine y en la albañilería, hay de todo.

–¿Te gusta Twitter?

–No, me falsean en Twitter. En el futbol, se vuelve un bar de borrachos, además borrachos anónimos, que es muy grave. No me gusta ese clima de debate. Tiene un defecto muy grande, 140 caracteres no te permiten matizar, sólo cabe una idea grande y la vida no está hecha de ideas grandes, está hecha de equilibrios.

Foto Francisco Cañedo Sinembargo
La vida no está hecha de ideas grandes, está hecha de equilibrios, dice. Foto: Francisco Cañedo, SinEmbargo

–Después del retiro, has sido comentarista, director deportivo, académico, y escritor. ¿Cómo haces para rendir en cualquier ámbito?

–Es pasión. Me intereso por lo que hago, está en mi personalidad. Decía Chaplin que uno no quiere ser peor de lo que ya ha sido. Desde ese punto hay una especie de desafío que te impulsa. Tiene que ver con que soy disperso, por eso picoteo en tantos sitios, y tiene que ver con un cierto entusiasmo por la gente. Me ayuda a estar conectado.

–¿Quién gana el Mundial?

–El favorito tiene que ser sudamericano. España es el más sudamericano de los europeos, es el que está cerca de romper con esa leyenda de que Europa no gana en este continente. Brasil parte con ventaja sí los árbitros son tan complacientes como en la Confederaciones porque hicieron 27 faltas por partido, una barbaridad. Si el contrario hace las mismas faltas, de entrada no hay partido. Argentina tiene a Messi, el Maradona del 86. Vamos a ver si lo que lo rodea, es tan fiable como lo que rodeó a Diego.

–¿Le hace falta a Messi una Copa del Mundo para ser el mejor de la historia?

–Para mí no. Es diferente si ha de equipararse sentimentalmente a Maradona. Para eso no tiene que ganar un campeonato del mundo, tienen que ocurrir más cosas: Que Brasil le declare la guerra a Argentina, que Brasil le gane la guerra a Argentina, que Messi vaya al Mundial, y le gane el mundial los brasileños. Bueno, pedirle eso a Messi, es una injusticia. Demasiado tiene cada domingo con ser Maradona. Cada domingo desde hace unos años, es Maradona en todos los partidos que juega. Eso ya lo coloca entre los mejores de la historia, entre los incomparables. De esos hay cuatro o cinco en un siglo.

–Jorge, durante muchos años te han acusado de ser un idealista.

–Los que alguna vez me acusaron de eso, no ganaron ni un partido de futbolito. A mi me tocó ganar desde todos lados donde estuve, pero me parece que no es necesario negociar valores para ver sí ganas más. Te vas a la tumba con diez partidos más ganados, dos títulos más ganados. ¿Y eso que le agrega a tu vida en comparación a la credibilidad? Para mí, que mi hijo escuche en el futuro: «tu padre dijo alguna vez esto, ¡qué razón tenía!», vale mucho más que un campeonato.

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