Ciudad de México, 14 de octubre (SinEmbargo).- Cuando subió a la difícil báscula previa a la pelea de su vida, lo hizo usando un calzoncillo con los colores de la bandera gay. En medio del show que provoca una pelea en Las Vegas, Orlando Cruz sonreía de oreja a oreja como alejado de la presión natural de un título en disputa. En octubre de 2012, el puertorriqueño declaró ante la prensa ser homosexual, librándose del peso de ocultar sus preferencias. Inmerso en un mundo deportivo donde la virilidad funge muchas veces como bandera, el pugilista acabó con todos los dimes y diretes de tajo: «Soy gay, soy boxeador. Es mi tiempo».
Juan de León es entrenador de Cruz; «Orlandito», como le dice. «Cuando me lo dijo, no tuve problemas. Tengo dos sobrinos que son gays, lo apoyé como siempre». En el campamento del puertorriqueño cambiaron muy pocas cosas a pesar del embalaje mediático que provocó el boxeador con su declaración. La preparación para su pelea del pasado sábado, tuvo la rutina programa, pero sus palabras ante los medios retumbaban con fuerza. Sin esconder nada, Cruz atendía a periodistas con ánimo de generar un cambio.
El entrenador del puertorriqueño, cuenta que antes de aquel octubre, uno de los sparring tuvo un atrevimiento que dejó entrever la furia de Cruz. En el gimnasio, los rumores sobre las preferencias de Orlando iban y venían como un secreto a voces que nadie se atrevía a asegurar. Un joven atrevido subió al ring para darle serias complicaciones. «Mantén la guardia alta porque te voy a golpear», aviso Cruz. El rival continuó con la fanfarronería: «Haz lo que tengas que hacer, maldito gay». El comentario hizo enfurecer al boricua que reaccionó con toda su potencia. «¿Qué pasa, te está dando una paliza un gay?», le gritó en medio de la paliza.
Orlando tuvo que acostumbrarse a vivir dos vidas. Oriundo del Caribe, boxeador como profesión, el machismo lo invadía por doquier. La difícil situación provocó que el temple de Cruz se forjara siempre en pos de convertirse en campeón del mundo. En el camino, su madre se convirtió en un bastión de apoyo moral inquebrantable. Dominga, quien lo engendró, estuvo siempre presente cuando su hijo llorara a desconsolado. Un hombre con una fortaleza física notable, resultado del arduo entrenamiento, vivía momentos de sensibilidad marcada por lo que sucedía dentro de cabeza. Abrirse ante el mundo, no solo le dio una paz mental a Orlando, sino que lo motivo para convertirse en el primer campeón del mundo abiertamente homosexual.
Cuando anunció que usaría un short con un diseño de la bandera puertorriqueña, pero con los colores gays, provocó constantes comentarios homofóbicos desde cualquier lugar. Cruz se dijo tranquilo dejando claro que lo hacía por toda la comunidad homosexual que lo ha apoyado. Orlando ha alimentado un sinfín de notas desde que anunció sus preferencias. Miles de fanáticos le han dado su apoyo desde las redes sociales o en la calle cuando alguien se topa con él. Alejado de esa euforia, el deporte mira de reojo abriéndose de a poco a está diversidad. Cruz, acostumbrado a luchar, pelea con sus rivales y la homofobia que sigue rondando por los aires.
El sábado pasado, durante el séptimo round, un recto de derecha conectó en la quijada izquierda de Orlando Cruz dejándolo fuera de combate. El mexicano Orlando Salido vencía a su tocayo contundentemente. El puertorriqueño perdió la posibilidad de ganar el campeonato del mundo de peso pluma del Consejo Mundial de Boxeo. Los titulares sobre el primer campeón gay en la historia del boxeo, tuvieron que aplazarse. En agosto, el Salón de la Fama para atletas gays y lesbianas, introdujo a Cruz con todos los honores. El boricua ya no vive dos vidas. Acostumbrado a la adversidad, el campeonato deseado que homenajee a toda una comunidad, tendrá que esperar.