Ciudad de México, 3 de octubre (SinEmbargo).– El Wells Fargo Center, con sus 21 mil localidades abarrotadas, aplaudió durante tres minutos a un hombre que estaba sumido en el banco visitante. A los 40 años, Michael Jordan jugó su último partido en Filadelfia mientras el resto del planeta lo observaba. Toda esa temporada se transformó en una gira del adiós como si se tratase de una estrella de Rock. El mítico 23 de los Chicago Bulls se despedía con otro jersey pero con el mismo número. En sus espaldas no solo había marcas asombrosas, sino un legado que revolucionó una disciplina deportiva.
“Michael, ha sido un honor haber narrado tus juegos, y un privilegio verte jugar. Gracias Michael Jordan”. El narrador de aquel partido pronunció estas palabras cuando el 23 de los Wizards se retiraba del juego con un minuto en el reloj. Los jugadores se unieron a la grada y comenzaron a aplaudir. Una carrera legendaria se acababa con toda la melancolía en el aire de la NBA. Un basquetbolista que había marcado una época social, colgaba los tenis que tanta demanda tenían entre los aficionados. La designación del número uno de algún deporte, nunca había tenido tan poca polémica.
Como un parte-aguas, a la siguiente temporada arribó a Cleveland un hombre que se saltó la universidad. En tiempos donde la tecnología empezaba a acaparar cualquier evento, Lebron James vivía como figura ya desde preparatoria por su talento sobresaliente del resto. Genéticamente, su fortaleza era distinta a la media, mientras su estilo directo le auguraba una carrera legendaria. De inmediato se comenzó a especular con el posible heredero de la corona dejada por MJ. Un chico tímido de nacimiento, llegaba a la NBA para encumbrar su nombre.
El impacto de Lebron James fue inmediato. Una mezcla de talento y fortaleza desfilaba por las duelas de la mejor liga del mundo. En medio, el periodismo hacía eco del cuestionamiento de millones de aficionados sobre si el nuevo baluarte lograría superar a la vieja gloria. Durante siete años, los Cleveland Cavaliers fueron de Lebron. Una ciudad entera se entregaba a un ídolo juvenil que había llegado a los 19 años con la presión de cumplir con las expectativas. Siete temporadas jugó entregándose a una causa que no terminaba de cuajar. En el 2010, su estatus de agente libre, propicio una movilización periodística pocas veces vista.
En los primeros años de Lebron, con las comparaciones inevitables, el de Akron, se mantuvo siempre al margen respetando el lugar de Jordan. Michael pedía mesura ante la realidad. Cuando James decidió marcharse a Miami para unirse al poderoso Heat, los discursos cambiaron dejando la cordialidad a un costado. “Yo quería vencer a los mejores, no unírmeles”, declaró MJ con la noticia. Las especulaciones sobre el posible fracaso rotundo de Lebron, llegaron en masa. La realidad diría otra cosa, James ganaría dos anillos de campeonato consecutivos con actuaciones sobresalientes.
En un video de promoción para el videojuego NBA 2K14, Michael Jordan enlistó con quien le hubiese encantado jugar un 1 a 1. Entre los nombrados estaba Lebron. “No creo que hubiera perdido contra él”, dijo un sonriente Jordan de 50 años. James contestó mesurado asegurando que nunca nadie lo vería, “no tiene caso opinar”, cerró el debate. Con una nueva temporada en puerta, el camino de la dinastía del Heat vuelve a generar comentarios mientras James está ansioso por empezar. El que un día propuso que se retirasen todos los números “23” de la liga, hoy no oculta su deseo por ser el mejor. Entre tanta numerología deportiva, es la forma de ser de Jordan, con un carisma notable, la que muchos toman como argumento para dejar claro que James nunca será mejor que MJ. “La gente se vuelve loca con él, quieren estar a su lado”, declaró Charles Barkley sobre su amigo Michael. Lebron, a los 29 años, tiene un reto notable mientras el resto de la liga observa ansiosa.