Ciudad de México, 30 de septiembre (SinEmbargo).- Como en el mundo de la farándula, la vida de Martina Hingis (Eslovaquia, 1980) corrió de prisa mientras se acostumbraba a los constantes focos que toda celebridad acapara. Hija de dos tenistas profesionales, vivió a muy temprana edad la pasión ferviente de un deporte noble que da mucho a quienes logran acceder al circuito del tenis profesional, De Hingis se escribiría mucho desde mediados de los 90, por más de una década.
Una decisión familiar cambiaría para siempre su trayectoria: el divorcio de sus padres propició que junto a su madre arribara a Suiza. A los 7 años, ya con la raqueta bien pegada a su mano derecha, comenzó una historia que ha dignificado al circuito por la hazaña juvenil que el mundo conocería. Fiel desde pequeña en su forma directa de jugar, se volvió profesional a los 14 años. La vida de Martina iba de competencia en competencia a la edad de los plenos cambios hormonales.
El prematuro debut y su talento propiciaron que impusiera varios records en la WTA. El apellido Hingis pasó a formar parte del aglomerado de atletas dominadores de una época. Una chica naturalizada suiza de pequeños ojos y tímida sonrisa, movía su figura esbelta con mucha soltura dentro de las pistas. Siempre optimista, conquistó las canchas con peculiaridad de convertirse en potencia en singles y dobles. A los 17 años, su consolidación en el tenis la dejaba de frente para establecer una historia que difícilmente se repetiría.
En 1996, con 15 años, se convirtió en la jugadora más joven en la historia que se coronaba en un Grand Slam. Con su coequipera Helena Suková, conquistaron el césped sagrado de Wimbledon. Ese año sería de prueba en el apartado individual. En medio del trayecto, se curtía como jugadora y persona mientras competía. Un año después, iniciaría un capítulo sagrado del deporte. Una suiza que había madurado ante la premura de la realidad, dominaría el mundo con una raqueta.
En enero de 1997 ganaría el abierto de Australia, el sitio predilecto durante toda su carrera. Ganaría cinco en su agitada carrera. A los 16 años, solo fallaría en el US Open. Los Grand Slams caerían rendidos a su talento convirtiéndola en la tenista más joven en alcanzar el número 1 del ranking mundial. Durante 209 semanas, la suiza vería desde arriba todo el panorama tenístico. El camino vislumbraba una historia única de leyenda. Sin embargo, el tiempo diría otra cosa.
Hace unos días fue acusada de violencia mental por su ex pareja Thibault Hutin. La vida personal de Martina siempre fue muy convulsa. Se retiró a los 22 años después de dos operaciones de tobillo para regresar años más tarde sin tanto empuje como antaño. Despidió a su madre como entrenadora e intentó establecerse emocionalmente sin mucho éxito. Hoy es considerada una leyenda por parte de la prensa especializada. Mientras sigue encumbrando su legado en dobles, el tenis individual se pregunta hasta dónde hubiera podido llegar.