“Salgo, tomo la bola y lanzo”…El adiós de Mariano Rivera, un capítulo legendario de toda una generación

28/09/2013 - 1:30 am

 

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Foto: mlb.com

Ciudad de México, 28 de septiembre (SinEmbargo).– Andy Pettitte y Derek Jeter salieron del dogout de los Yankees mientras el público ovacionaba. Como buenos managers, se dirigieron hacia la lomita. El zurdo Andy levantó su brazo derecho mirando hacia la zona del Bullpen pidiendo un pitcher diestro. Mariano Rivera observaba medio incrédulo y sorprendido antes de que dibujara una leve sonrisa. “It’s time to go”, le dijo Jeter y el mejor cerrador en la historia de las grandes ligas, agachó la cabeza en el hombro derecho de Pettitte para desahogar un llanto que era visto por millones de aficionados al beisbol.

Mariano, oriundo de Panama y de Puerto Caimito, tenía el deseo de convertirse en futbolista en suelo donde algo redondo se batea más de lo se patea. Tan atlético como pachangero, disfrutaba de esa calidad de vida que da el caribe. El beisbol era un simple pasatiempo que lo unía con amigos y extraños. Lo que tenía bien grabado en la mente era el deseo de convertirse en jugador profesional de futbol. El espigado Rivera soñaba con llevar a su país a un mundial de la FIFA hasta que se rompió el tobillo. El destino le tenía preparado algo inimaginable, solo una rotura en la tibia pudo enderezar el camino escrito a pesar de su amor por el gol.

“Es probablemente el jugador más fuerte mentalmente con el que he jugado”, declaró Derek Jeter, emblema Yankee. En 1995, una generación arribó a Grandes Ligas con el uniforme del equipo del Bronx bien puesto. El “Core Four”, unió a Jorge Posada, Andy Pettitte, Mariano Rivera y al mismo Jeter para forjar un legado que 19 temporadas después empieza a desmoronarse. Solo el parador en corto sigue en activo. En un año envuelto en homenajes al por mayor en todos los estadios que piso Mariano, la noche del jueves fue la más especial. El último partido como local, ante la gente que nunca se cansó de aplaudirle, el gran panameño dijo adiós.

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“Mo” trabajo como pescador junto a su padre. De origen pobre, aprovecho el momento fortuito que la vida pone a ciertos seleccionados para hacer historia. Sin impresionar mucho en el campo corto del equipo amateur Panamá Oeste, se ofreció voluntariamente para lanzar tras el pobre rendimiento del pitcher inicial. La vida le cambió mientras lanzaba. Sus compañeros se sorprendían por la capacidad innata para engendrar outs. Incapaz de captar si pestañeaba o no, Mariano se sintió cómodo. El momento en que un hombre entiende el por qué ha nacido, le llegó en forma de lanzamiento.

“Prohíbanle jugar beisbol. Debería ser ilegal”, frase histórica en tono de broma pronunciada por Tom Kelly, manager de los Twins de Minnesotta tras perder un partido de la mano de Mariano Rivera en 1996. Después de dos años como relevista, el panameño se convirtió en el cerrador de los Yankees en 1997. Desde ese año, ante los ojos de millones de fieles aficionados, fue forjando un legado único. Un tipo de cara seria y una frialdad envidiable, gozaba de los momentos cruciales que a cualquier mortal pudieran estropearle todo el aparato nervioso. Mo era llamado en la parte final del juego. Bajo la letra de “Enter sandman”, canción de Metallica, caminaba hacia la lomita, su lugar favorito en el mundo.

Bajo los aplausos de 48 mil 675 personas en las gradas y de los dogouts, Mariano se despidió de la Gran Carpa sin poder acceder a los Playoffs. Cinco anillos de Serie Mundial deja como regalo. Sus 652 salvamentos, récord en la MLB, han propiciado que el “42” Yankee no vuelva a utilizarse nunca más. El frío Mariano Rivera, de concentración total en momentos convulsos, lloró en la lomita arropado por el abrazo de un colega que se retira con él. El desahogo de un atleta único, de una leyenda que intentará convivir en el mundo de los mortales tras 19 temporadas con el uniforme neoyorquino bien puesto. Entre tanto halago, con esa pizca de humildad siempre presente en él, definió con simpleza su labor como beisbolista: “Salgo, tomo la bola, lanzo y después me doy un baño”.

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