Ciudad de México, 2 de septiembre (SinEmbargo).- Con los mismos gestos de antaño cautivó a la afición del abierto de los Estados Unidos. El último Grande del año fue testigo del amor de un tenista que no comprende la vida sin una raqueta en la mano. Lleyton Hewitt es un australiano de 32 años protagonista del tour a principios del Siglo XXI. Con su potencia de piernas construyó una carrera llena de gestos que desnudaban su pasión por el juego. La noche del sábado, el recuerdo de sus mejores días se hizo presente para dejar fuera a Juan Martín del Potro, uno de los favoritos de los tiempos actuales.
Opacado por nuevos nombres llenos de talento, víctima del paso del tiempo, la juventud dejada atrás sirve hoy para encumbrar lo realizado en la noche neoyorquina bajo grandes esfuerzos. Fueron cinco sets, panorama completo y apoteósico de más de cuatro horas donde se le recordó al mundo del deporte la esencia de todo atleta. Hewitt no sólo dejó fuera a un candidato de gran altura sino que reafirmó la creencia que siempre se tuvo de él como un tipo necesitado de su raqueta mientras siente el ruido de la pelota yendo y viniendo en un constante peloteo.
Han pasado 12 años desde aquel 2001 cuando se coronó bajo el mismo entorno estadounidense. De aquellos años se recuerdan las ganas de un tipo capaz de hacer un maratón en pleno suelo tenístico. Un atleta completo que corría mientras tenía la capacidad de meter un tiro ganador desde el fondo de la cancha. Lleyton puso de pie a Australia tras ganarle la final en tres sets al legendario Pete Sampras con toda la grada, de 25 mil localidades, volcada apoyando al local. Con su gorra bien puesta al revés, volvió a dinamitar las emociones del Grand Slam norteamericano como en los viejos tiempos.
La victoria de Lleyton cumplió todos los requisitos para ser denominada como una hazaña. El proceso del cotejo comenzó con toda la lógica esperada. El argentino, mermado en su muñeca izquierda, se fue adelante ganando los dos primeros sets. De ahí en adelante, lo hecho por Hewitt generó el origen de un favoritismo con base más al pundonor que al talento del australiano que desde hace años está bien posicionado en todo el ambiente de la ATP. Fue en lo mental donde lo perdió Del Potro imposibilitado por contrarrestar el empuje de un hombre que parecía rejuvenecido.
El triunfo sobre el ganador en 2009, humaniza a un campeonato rodeado por el show estadounidense de siempre bajo la atenta paranoia de un sinfín de procedimientos de seguridad que incluyen revisiones para detectar cualquier índice de radioactividad. El juego volvió a reinar gracias a un veterano apasionado que terminó alzando los brazos con la mirada en el cielo que acababa de conquistar. “Aprecio cada partido”, declaró agitado al finalizar el encuentro mientras la grada escuchaba atenta. Honorando a Jimmy Connors, quien jugó hasta los 41, Lleyton sigue compitiendo mientras hace disfrutar.
“Nada se compara con estar en la cancha”, sentenció describiendo el sentir de un hombre que supo ser el mejor del mundo en 2001 y que ahora, desde el puesto 57, con toda la experiencia ganada, disfruta ya del juego sin la ambición de los premios de grandes cifras. Un hombre que corrió como cuando conquistó al mundo blanco y gritó apretando el puño con los ojos bien abiertos, pero ahora con la mirada serena de quien sabe disfrutar todo momento que el tenis le regala aunque el tiempo siga su marcha amenazante. Hewitt ganó un partido para la estadística, pero humanizó al profesionalismo que normalmente se olvida del cimiento pasional que todo deportista tiene bien construido.