Ciudad de México, 1 de septiembre (SinEmbargo).- El estadio Arthur Ashe tiene una capacidad para 25 mil personas. Es el más grande de todo el circuito, una olla de presión compuesta por aficionados conocedores que arriban a Nueva York para ver lo mejor del tenis mundial. La cancha central del Abierto de los Estados Unidos representa un difícil escenario a vencer. El último Grand Slam del año es la prueba del oasis majestuoso, del panorama aplastante. La presión, invitado constante de las justas deportivas, separa a los tenistas ordinarios de aquellos que acaparan las emociones de la gente.
El Wimbledon de este año dejó una peculiaridad que dejó a la grada tradicional inglesa sin sus grandes favoritos en las rondas definitorias. Ni Rafael Nadal, Roger Federer o Serena Williams lograron acceder donde todos los esperaban. Por distintas circunstancias, el Grand Slam más antiguo del mundo vio caer a serios atletas que no cumplieron con las expectativas generadas. El deporte blanco, leal con sus fieles competidores, exige un poco más de lo permitido al ser humano común y corriente. Durante toda la historia, los grandes jugadores han escrito capítulos dignos para el recuerdo mientras el aficionado se pregunta cómo lo hizo.
Las declaraciones de Sara Errani hace unos días, dejaron claro el sentido de ser favorito en este deporte. "Estoy sintiendo mucha presión, se me hace muy difícil todo", aseguró. La superficie dura del Abierto de los Estados Unidos llega en la recta final de la temporada. Los tenistas tienen ante sí la última oportunidad para cerrar de buena forma sus años deportivos. La campaña tenística de torneos grandes comienza en Australia con el mismo suelo veloz, después la arcilla francesa y el césped inglés dan variedad a las emociones. Nueva York tiene su propio encanto, con toda la filosofía de espectáculo norteamericano, la presión generada hace sufrir a unos cuantos.
Para beneplácito de todo el circuito, los primeros en el ranking han comenzado con muy buen ritmo cumpliendo con las expectativas. Con la misma presión en su sistema nervioso, juegan ligeros ante el asombro de todos. La declaración de Errani, humaniza a los atletas mientras los más grandes siguen en plan de trascendencia. Bajo el cielo neoyorquino, se sigue ejerciendo la lógica de los pronósticos iniciales respecto al favoritismo. Las noticias siguen expectantes esperando ver si Andy Murray podrá refrendar el título ganado el año pasado después del impulso que le dio coronarse en Wimbledon.
Nole Djokovic ha declarado que disfruta salir a la cancha principal del abierto de los Estados Unidos, el serbio disfruta de todo el entorno que arropa al torneo. El espectáculo norteamericano, sin dejar nada a la deriva, promueve un show digno de otros sectores artísticos pero que el deporte blanco recibe gustoso para cerrar la temporada de torneos grandes. Mientras todo eso transcurre, varios van quedando en el camino. Como en las leyes de la naturaleza, el abierto de los Estados Unidos premia al que se sabe adaptar, al más fuerte. Triunfa el que disfruta la presión como virtud, no como un lastre.