Ciudad de México, 30 de agosto (SinEmbargo).– El día que se celebró el estreno de “Scarface”, película mítica donde Al Pacino actúa como un prominente narcotraficante, Franck Ribery nacía en muy al norte de Francia. Años después, el apodo resuena fuerte en el Allianz Arena con un tono festivo. Al galo no le molesta el sobrenombre impuesto por su apariencia física. Las dos largas cicatrices que tiene en el lado derecho de su rostro, han sabido sobrellevar un camino de tintes tormentosos.
Ayer, cuando fue proclamado como el mejor jugador del futbol europeo de la pasada temporada, las marcas que lo distinguen cobraron mayor relevancia simbólica. Un accidente automovilístico le dejó una secuela que para muchos hubieses significado un trauma difícil de sortear por el resto de la vida. Ribery aguantó burlas, y tratos discriminatorios durante toda su infancia. Los 100 puntos de sutura que necesito para cerrar las heridas, había sido el resultado de un incidente que pudo resultar fatídico.
Abandonado por sus padres, creció en un convento de monjas. El carácter reacio de un tipo que corre a gran velocidad con la pelota bien pegada a los pies, lo curtió cuando se escapaba de aquella edificación bendecida con la intención de jugar futbol. Al joven Franck le tocó ver el momento de gloria del balompié francés cuando dominaron el planeta a finales del siglo XX. El mundial en casa y la Eurocopa del 2000, despertaron una ambición que terminó por englobar la personalidad que todo exitoso futbolista de élite necesita.
En Marsella, tierra de afición brava, dinamitó sus cualidades para mostrarse en la palestra europea que de inmediato se dejó querer por un tipo de poca gracia física. Su apariencia le dio un plus a Ribery. Sin problemas para burlarse de él mismo, apareció en anuncios publicitarios asustando a un venado en un bosque desierto por el cual corría, o haciendo de maniquí en un aparador para sacarle un susto a los incrédulos que observaban la apariencia “tan real” del accesorio. Siempre con una sonrisa de dientes chuecos, siempre con su cicatriz.
En 2010, un operativo policiaco irrumpió el Café Zaman, un burdel de lujo parisino donde muchas prostitutas menores de edad trabajaban. Una de ellas puso de cabeza a la delegación francesa que preparaba su participación para el mundial de Sudáfrica. Zahía, de 18 años, acusó a Karim Benzema y Franck Ribery de haber tenido relaciones sexuales con ella cuando aún era menor de edad. La rubia despampanante contó a los uniformados que conoció a Franck en 2008 y que él le pagaba el vuelo de París y Munich más los 2,000 Euros por el servicio. Ribery aceptó la declaración dejando claro que desconocía la edad de la chica.
En Francia, la interacción sexual con menores de edad puede alcanzar una pena de 5 años de cárcel. El caso fue llevado en medio de las especulaciones deportivas. Zahía defendió siempre a los implicados al asegurar que les había mentido sobre su edad. La franqueza de Ribery al aceptar el asunto, le dio un punto de validez luego de pasar por las críticas morales de la sociedad gala. Mientras, en Munich, el Bayern que pagó 30 millones por sus servicios, le dio todo el respaldo. Él, libre de toda culpa lega, ha sabido corresponder transformándose en un emblema institucional. “Nunca me operaré las cicatrices, me hacen ser quien soy”, sentenció en sus primeros años como un futbolista reconocido. El año pasado, con la Champions en sus manos, el mejor jugador del viejo continente en 2012, encumbró el carácter franco que un accidente le dejó.