La Volvo Ocean Race, exige periodistas abordo para contar cada uno de los 135 días de competencia

15/08/2013 - 12:00 am

 

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Ciudad de México, 15 de agosto (SinEmbargo).-  El trabajo consiste en mandar una nota de aproximadamente 200 palabras, 10 a 15 fotografías de buena calidad, y un reportaje de radio que logré explicar bien lo que se ha vivido durante el día. Todo eso en los 12 minutos que se disponen de conexión por satélite. En medio de la mar, con el sentido de competencia a tope, los periodistas dispuestos a vivir la experiencia, tendrán que asimilar la adversidad del entorno con mucho pundonor. Todo en pos del trabajo.

La Volvo Ocean Race ha lanzado su convocatoria para que durante 135 días, los avíspados reporteros puedan contar de primera mano lo que acontece cuando se está en mar abierto durante el recorrido turbulento de atletas competitivos que ven en el miedo como principal combustible para embarcarse. Mientras el instinto de supervivencia se curte en situaciones extremosas, la valentía de los navegantes rellena el currículum de océanos recorridos, ya de por sí amplio, para volver a sentirse dueños de la adrenalina.

De todas las adversidades, es el insomnio y la falta de comida que a diario se come en casa lo que provoca una baja en el rendimiento físico. Es ahí, cuando se han perdido ya varios kilogramos de más, que la voluntad entra como el último rescate para la supervivencia. Expuestos a temperaturas cambiantes, los navegantes agotan su tiempo cuando en puntos rápidos hay que aprovechar sin importar el oleaje fuerte. La estrategia de hombres con un sentido de la navegación innato, prevalece ante todo, incluso si hay que posponer mucho tiempo la hora de comer.

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“Pasas calor, pasas frío, es oscuro, siempre estás mojado y te preguntas muchas veces 'qué hago yo aquí'. Es como vivir en una lavadora”, cuenta Pedro Freitas al diario El País. Trabajador en la organización de la competencia por más de 26 años, se ha acostumbrado tanto a los vaivenes del trayecto que cuando está en tierra, extraña ese punto inestable del mar. En una contradicción rara, la experiencia de tintes masoquistas, termina por enamorar al ser humano que se entrega pleno a la causa. Dentro de un pequeño velero, la vida adquiere un nuevo sentido, todo por llegar primero.

La tradición cuenta que el que llevara el timonel no debía voltear jamás hacia atrás. El director de la aventura, no debía nunca enterarse sí las condiciones del clima cambiaban. De pronto, el cielo se oscurecía provocando un paisaje sombrío que provocaba temor al resto de los tripulantes. El encargado de la dirección no debía enterarse, el horizonte era lo único que tenía que ver sin parpadear. Mientras el resto de la comitiva se movía moviendo todos los utensilios para intentar salvaguardarse, la pequeña embarcación era comandada por un tipo que sabía lo que pasaba pero que controlaba su voluntad para no voltear.

En medio de todo ese ambiente de tensa calma, de aventura intensa, se invita a reporteros intrépidos para que lo cuenten con sus estilos. Siendo un miembro más de la tripulación, el oficio periodístico adquiere un rol de protagonismo para gente que no posará ante la cámara y que exigen un toque de privacidad a la hora de trabajar. Así, con pasos silenciosos, en medio de la mar con sus altibajos emocionales en forma de oleaje, la vuelta al mundo pide una cobertura mediática de primera mano.

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