Ciudad de México, 6 de agosto (SinEmbargo).- Un chico llega al tryout de la preparatoria Apopka como una promesa. Los entrenadores están ansiosos por verlo. El jugador se asoma al campo con el gesto simple maquillado por una sonrisa de cantante de Gospel. Un robusto atleta de tez negra, bajo en estatura se dispone a convencer por una beca. Algunos de los encargados se voltean a ver entre sí pensando que ver a ese joven de apariencia anti-atlética, es una pérdida de tiempo. Eran finales de la década de los 80, Warren Sapp (Orlando,1972) sabe que su vida estará destinada a ser jugador profesional de futbol americano, por eso no para de sonreír.
El pasado domingo, vestido elegante con el traje color crema conmemorativo, ingresó al salón de la fama de la NFL gracias al legado que dejó en Tampa Bay. Sapp fue uno de esos atletas que cambian la historia de una franquicia para siempre. Los Bucaneros, inmersos en la mediocridad de registros negativos durante diez años, eligieron en el lugar 12 del draft a un tacleador defensivo que primero tuvo que romper con las criticas acerca del sobrepeso que se asomaba por su panza. Warren, con el casco puesto, seguía con la sonrisa que lo caracterizó.
Sapp fue criado por una madre soltera que le prohibió caer ante cualquier adversidad que la vida le pondría. "Siempre hay que ver el vaso medio lleno", le repetía constantemente. Un joven que se curtió en un ambiente sin una figura paterna, hizo de su vida un homenaje a su madre. En cada partido, fue construyendo una historia a la que se le dio justa recompensa con el ingreso a la eternidad. Desde la mitad de la última década del algo XX, la fiel afición del deporte más espectacular de los Estados Unidos, vibró con Warren que hizo de la defensa un arte.
Los equipos que tenían las primeras selecciones del draft de 1995, tuvieron miedo que los rumores sobre la adicción a la marihuana y cocaína de la promesa fueran ciertos. Once jugadores fueron elegidos hasta que le llegó el turno a la Bucaneros del coach Tony Dungy. Un entrenador delgado de gestos muy marcados, una persona que durante toda su carrera ha sacado lo mejor de muchos de sus dirigidos. Hombre sensible, comprendió que a la historia de vida de Warren se le podía permitir un desliz de esos que la moralidad rechazan.
Los rumores sobre las drogas, nunca confirmados, siempre negados por el mismo jugador, no le importaron nunca a Dungy. Fue su capacidad atlética tan ágil a pesar de sus 300 libras, el único factor importante que se consideró. Desde 1983 hasta su llegada, Tampa Bay veía por televisión la postemporada con registro perdedor en el recuento final del año. "Compré al instante el proyecto del coach Tony. Iba a estar a muerte con él", declaró Sapp en un recuento de su carrera. Miembro de una escuela prestigiosa en generar buenos jugadores, Warren siempre mostró agradecimiento a su casa. "La Universidad de Miami me formó como hombre", reconoció el jugador.
Lloraré como niño, declaró previo al gran fin de semana que vivió, y cumplió. Warren Sapp es uno de los mejores tackle de la historia. Sus números lo consolidan como tal, pero es su forma de ser la que engloba perfecto todo lo que generó en su tiempo dentro del campo. "QB Killa", apodo de miedo con el se le conoció, terminó con 96.5 de promedio en capturas durante 12 años de carrera. Defensivo del año en 1999, ganador del Super Bowl en 2002, su playera 99 fue retirada del equipo de Tampa Bay. En la celebración, su rostro fue inmortalizado en forma de escultura. La NFL, tan atenta con sus atletas, se brindó a Sapp. Lo único que faltó en esa pequeña representación, fue la eterna sonrisa.