Ciudad de México, 29 de julio (SinEmbargo).- Un chico maneja su Renault Megan feliz en las primeras experiencias que tiene al volante. Precavido intenta controlar el andar del auto mientras disfruta del trayecto. De pronto, un policía le pide que detenga el coche. El oficial se acerca para verificarle que se había ganado una multa. Fernando Alonso (Oviedo, 1981) tenía 18 años. Ya era bicampeón de España en automovilismo, mientras su llegada a la Fórmula 1 se aproximaba. Años después causaría revuelo por su capacidad al volante dentro de un bólido a casi 200 km/hr. Aquel día, el asturiano se quedó incrédulo recibiendo la nota del uniformado. “Por ir demasiado lento”, decía en el motivo.
Alonso nació un día como hoy para volverse un emblema. Miembro de una generación de deportistas españoles que han dominado varias disciplinas con gran autoridad, Fernando ha sido capaz de parar al país cada 15 días desde distintas partes del mundo. Su pasión comenzó casi al mismo tiempo de hablar. A los tres años ya se subía al Kart que su padre había construido para su hija mayor. La niña, incapaz de observar algún tipo de entretenimiento en ese aparato, lo dejó pasar. Al pequeño de la familia se la había metido un chip al subconsciente que jamás lo abandonaría.
Su carrera infantil y juvenil transcurría con su padre intentando que el talento de su hijo no le hiciera perder el piso. Victoria tras victoria iban llegando mientras formaban una serie de especulaciones sobre la joya española. El automovilismo, mundo adinerado donde había que tener capital para poder competir, le dio la bienvenida a los Alonso. En un pequeño Peugeot llegaban a las competencias estacionándose al lado de los Mercedez-Benz o Audis. Después, sobre el asfalto, Fernando se desenvolvía feliz en su hábitat natural. Mientras su proyección era analizada por todos los que lo veían correr, él regresaba a la escuela.
El prodigio llegó a la Fórmula 1 en 2001, con 19 años, siendo prueba del equipo Minardi, la escudería más débil de todas. Terminó nueve carreras superando por mucho las expectativas de aprendiz que le veían. Australia se convirtió en su circuito favorito por el recuerdo del debut. Alonso bebe agua, no le gusta ingerir alcohol, a menos que sea en el podio y se tenga que bañar en Champaña. Fernando pudo comenzar a soñar con una carrera victoriosa gracias a su talento que fue visto por el italiano Flavio Briatore, dueño de la escudería Renault que lo asignó como corredor de pruebas durante un año para que en 2003, se convirtiera en su piloto oficial.
Han pasado 10 años desde que el mundo conoció a un español de ojos abiertos y barbilla ancha que pronto comenzó a generar comentarios sobre si él sería el heredero de Michael Schumacher. Fue la revelación del campeonato en un equipo lejos de las grandes marcas como Ferrari o Mercedes-Benz. El 22 de marzo de aquel lejano 2003, se convirtió en el piloto más joven en la historia que conseguía la Pole Position. Tras quedar en tercer lugar, fue el primer español que subía al podio. Semanas después dominó en Hungría. Era su primera victoria, con 22 años y 26 días, el asturiano amante del agua, entraba en el anecdotario al convertirse en el más joven en ganar una carrera.
En 2005, luego de pasar el camino de sufrimiento que toda historia de éxito deportivo tiene, se coronó campeón con mucho dominio. Por fin podía superar al emblemático Michael Schumacher. Fernando volvió loca a toda España con su proeza. Hombre pragmático, analiza cada factor que pueda afectar la carrera. El bicampeonato logrado un año después, lo consolidó como piloto mientas el mundo del automovilismo imaginaba una nueva era que dominaría el asturiano. Tiempos convulsos vinieron tras su fichaje a Mercedes donde jamás se entendió con su compañero Lewis Hamilton.
Un regreso intrascendente a Renault, lo estancó en su carrera hacia la historia. Ferrari lo arropó en 2010. Las ilusiones se renovaron, pero en el circuito había otro alemán que quería seguir con el legado de “Schumi”. Sebastian Vettel ha dominado la Fórmula 1 en tres años consecutivos, Alonso, cerca o lejos, sigue compitiendo por un lugar. Ese que siempre imaginó. En su tercera temporada en la escudería italiana, está muy lejos de ilusionarse con el campeonato. Fernando, atrapado en el tiempo, analizará su futuro al terminar el año. Por mientras, sigue comiendo pasta, su comida favorita, con la esperanza de sus seguidores que quieren verlo levantar. Competitivo, a sus 32 años, aquella multa por baja velocidad le sigue recordando que habrá que pisar el acelerador para volver estar bañado en Champaña, para después tomar agua.