Ciudad de México, 25 de julio (SinEmbargo).- En septiembre de 1987, Maradona se sentó a negociar la renovación que lo vinculaba con el Napoli. El ex jugador era el mejor del mundo después de la gran hazaña de caudillo un año antes en México. Silvio Berlusconi, eterno mandatario del A.C. Milan, le ofrecía pagarle el doble que lo que ganaba, un departamento de lujo y el auto que quisiera. Diego, que había hecho suya la ciudad del sur de Italia, le dijo al Presidente milanés una frase que define perfecto lo que es ser napolitano: “Berlusconi, si se da, nos tenemos que ir los dos de Italia; usted va a perder los negocios porque los napolitanos le van a romper las pelotas todos los días y yo no voy a poder vivir”.
Luego de 26 años, en el aeropuerto de Roma, tifosis del Napoli se amontonan en una puerta de donde ariban pasajeros recién llegados a la capital italiana. Con cámara en mano, alzan la vista. Es un ojo del huracán. Una calma tensa que unos policías logran controlar haciendo un cerco. Un hombre de rosa arriba provocando el alarido de aficionados que ven a la pelota como un modo de subsistir en una realidad intrascendente a comparación de los 90 minutos correspondientes a un partido de futbol. Gonzalo Higuaín no tiene un contrato firmado con el equipo que durante muchas semanas se le ha vinculado, pero un aficionado logra colocarle una bufanda napolitana alrededor del cuello.
Se habla de 40 millones de euros los que recibirá el Real Madrid por parte del club que Diego Armando Maradona puso en órbita a mitad de los 80’s. El “Pipita” ha construido una carrera metafórica que comenzó a muy temprana edad. Hombre serio de pocos gestos, tiene un talento indudable cuando se pone enfrente de una portería para anotar un gol. Llego al solemne club madrileño cuando tenía 19 años. De las fuerzas básicas de River Plate, el hijo del ex futbolista Jorge “Pipa” Higuaín, era una joya en bruto que el club merengue quería pulir a toda costa.
Hijo de madre pintora, el futbolista reparte su tiempo visitando galerías y museos donde se entrega al placer que entra por la mirada para ser descifrado por el cerebro. Ausente de celebraciones masivas, enemigo de reuniones multitudinarias, Higuaín se va del Real Madrid a disgusto por el mal trato que él cree que le han dado. Tipo lleno de sensibilidad, considera que su aporte al club no se ve reflejado en los casi cuatro millones de euros anuales que llegan a su cuenta bancaria. En tierra exigente, a la afición madridista le parece bien ver a un baluarte como él marcharse.
Mientras tanto, en el sur de Italia, bañado por el mediterráneo, un club de origen humilde que supo sobrellevar momentos de agonía deportiva, ha hecho muchísimo ruido este verano de transferencias. “El Real Napoli”, como le empiezan a decir en Italia, ha incorporado a jugadores de pasado madridista. Rafael Benitez, técnico español, está armando una escuadra que quiere competir por el ansiado Scudetto y ser protagonista en liga de campeones. De sanas finanzas, el renovado equipo italiano recibe a un tipo sensible amante de la tranquilidad, en tierra de locura apasionada.
Por las calles napolitanas se ven numerosas imágenes de Maradona pintadas en paredes. Altares dedicados al ex astro yacen sobre la ciudad. Luego de Diego, la caída del club lo llevó hasta la desaparición por deudas en 2004. Una parte de la historia del futbol estaba extinta hasta que un hombre del cine italiano llegó con dinero y un sueño. Aurelio De Laurentiis, de origen napolitano, tiene la sensibilidad en la pupila. Factor que ayudó para ascender al nuevo equipo desde la Serie C1 a la Serie A en tan solo tres años. Carismático y adicto al Twitter, tras la marcha de su estrella, el uruguayo Edinson Cavani, le prometió a los suyos traer a un refuerzo de altura. Higuaín arriba a un club seguido por el delirio de fanáticos enamorados con su equipo, contratado por un sensible como él para jugar en el Estadio San Paolo; la casa de Maradona. El inicio pinta bien.
