Ciudad de México, 13 de julio (SinEmbargo).- El árbitro belga John Langenus, tiene un boleto de barco con destino a Europa bien resguardado en su maleta dentro del vestidor del Estadio Centenario de Montevideo en Uruguay. El ticket de viaje, es una garantía de escape en dado caso que todo se vuelva peligroso. Horas antes, el silbante había aceptado dirigir la final del primer mundial en la historia del futbol. Uruguay 1930, marcó el inicio de una justa que paraliza el mundo cada 4 años, con excepción de la pausa entre guerras. Desde entonces, la vida de un aficionado se cuantifica en los mundiales de los que ha sido testigo.
La FIFA, fundada en 1904, desde entonces, el sueño de un campeonato del mundo, estaba en la mente de los encargados de dirigir el organismo. Sin embargo, ni la infraestructura ni el factor económico, estaba del lado de los soñadores futboleros. Tras unirse al comité olímpico, la gente de futbol aceptó que el torneo dentro del calendario de las olimpiadas, era un campeonato mundial amateur. Desde 1920 hasta 1926, se encargó de organizar ese torneo. Hasta que para los juegos de 1932, el comité sacó al balompié como deporte del olimpo. La pelota necesitaba organización. En 1928, Ámsterdam fue la sede de la reunión que definiría una idea tan visionaria como global.
El primer mundial fue avariciado por países europeos deseosos de que el futbol les diera un poco de estabilidad que no aparecía en aquellos tiempos revoltosos de principios del siglo XX cuando las ideas se discutían sin mayor debate. Sin embargo, la FIFA designó a Uruguay que en ese entonces había ganado la medalla de oro en dos juegos olímpicos, era una de las grandes potencias del deporte. Se aceptó por primera vez el profesionalismo y el francés Abel Lafleur, escultor, realizó la antigua Copa Jules Rimet que en un principio se llamó la diosa de la Victoria. La estatuilla dorada, sería el motivo por el cual la pelota rodaría.
Eran los inicios de un submundo dentro de la tierra. Como cualquier principio, el ambiente alrededor de la justa fue caótico. Diversas circunstancias que hoy son imposibles de imaginar, pasaron dejando anécdotas para el recuerdo. La mayoría de los países europeos afiliados, descartaron su participación por lo caro del viaje a través del Atlántico, en tiempos de crisis económica. Los paises del continente americano estaban confirmados: Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Estados Unidos, Paraguay, México, Perú y los anfitriones.
A dos meses del inicio del torneo, ningún equipo del viejo continente estaba inscrito. Las presiones comenzaron a llegar. Francia, Yugoslavia, Rumania y Bélgica, fueron los únicos europeos en participar. Jules Rimet, presidente de la FIFA, obligó a los franceses. Carlos II, rey rumano y amigo del dirigente, escogió personalmente a su representativo nacional, de entre los obreros de una empresa petrolera de Rumania. Egipto, ansioso por participar, pidió un cambio de fecha porque su barco no alcanzaba llegar al inicio del torneo. El comité rechazó la petición y con todos los equipos recién desembarcados, inició el sorteo de grupos para que ninguno se diera de baja en el último minuto.
La fase de grupos siguió con el contexto de la previa. Selecciones jugando en menos de 48 horas, jugadores regresando a sus países por asuntos familiares e incluso partidos que no se disputaron porque ya no había nada que luchar. El futbol entró más con el corazón que con la cabeza en la historia de los mundiales. Uruguay, encerrado en una disciplina casi militar, jugó su primer partido hasta el sexto día de competencia cuando las lluvias dejaron en paz el recién construido Estadio Centenario. 93 mil personas abarrotaron el inmueble para el duelo en el que los locales ganaron apenas 1-0 a Perú. Los semifinalistas fueron los primeros de cada uno de los cuatro grupos de la competencia. Argentina enfrentó al sorprendente Estados Unidos al que goleó 6-1, y Uruguay venció con idéntico marcador a Yugoslavia.
La final provocó un severo sistema de seguridad. Cerca de 10 mil argentinos habían cruzado la frontera para ver a su selección. El centenario lucía pletórico. Los dos equipos exigían jugar con sus respectivos balones. Como una leyenda, se dice que la decisión se tomó en un volado o que se disputó un tiempo con cada esférico, nadie lo sabe a ciencia cierta. Uruguay ganó 4-2 provocando disturbios en contra de la embayada uruguaya en Buenos Aires, en Montevideo, la fiesta se hizo nacional por decreto gubernamental. El arbitro Langenus, pidió tener un barco listo para zarpar en caso de altercados, al final no lo necesito, se impuso la redonda. El 13 de julio de 1930, hace 83 años, inició una de las historias deportivas más emblemáticas con Francia venciendo a México, 4-1. Hoy, el futbol tan alejado de aquellos inicios, convendría recordarle a la FIFA, que al final lo único que importa es el juego.