El Rugby, eslabón que Mandela utilizó para unificar a un país inmerso en la segregación racial

18/07/2013 - 12:00 am

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Ciudad de México, 18 de julio (SinEmbargo).- De la grada del Ellis Park de Johannesburgo bajó con el paso lento de sus 77 años. Vestía una camiseta verde de los Springboks e ingresó al campo en el que dos equipos disputaban el honor de ser campeón del mundo. Cerca de 77 mil personas rindieron tributo con un silencio aplastante, mientras Nelson Mandela se acercaba uno a uno a los jugadores para estrechar su mano. La playera que llevaba puesta aquel 24 de junio de 1995, sirvió como eslabón para unir a un país.

Sudáfrica era un punto en la mira de las grandes potencias del mundo por el racismo tan reacio que se daba en la vida diaria sustentado en la Constitución. Apartheid es un término del idioma afrikáans que significa “condición de estar separados”. Una simple palabra que rodeó uno de los episodios más vergonzosos en la historia de la humanidad. Desde 1948 hasta 1990, el gobierno sudafricano legalizó políticas raciales discriminatorias que prohibían matrimonios interraciales y permitían la separación de grupos raciales en el transporte, la educación y los sanitarios. El gobierno implantó zonas destinadas en las que cada grupo tenía que vivir.

La ONU declaró el Apartheid como “crimen contra la humanidad” en 1966. Sudáfrica recibía a diario peticiones para cambiar sus políticas liberando a Nelson Mandela. Madiba se convirtió en un símbolo de paz. En sus 27 años de prisión, se hizo amigo del carcelero racista que lo cuidaba, mientras afuera las voces a su favor se volvían peticiones hacia el gobierno para que pudiera salir del encierro. Fueron años en los que Mandela vivió el peor de los encarcelamientos al ser destinado a la zona más cruel por ser un prisionero político.

En 1989, el Presidente Pieter Willem Botha sufrió un derrame cerebral que lo alejó de sus funciones gubernamentales. En su lugar fue electo Frederik Willem de Klerk, un hombre que al poco tiempo eliminó toda ley de segregación racial y liberó a presos políticos entre ellos a Nelson Mandela. La liberación del líder fue celebrada en todo el mundo. Madiba volvía a ver la luz que su gente le proporcionaba después de haber sido arrestado tras volver de un viaje por diversos países africanos donde pedía apoyo económico y militar tras entender que la lucha pacifista no llevaba a ningún lado. Ahora, libre, el discurso de paz sería su única bandera.

Cuatro años después, Mandela sería electo Presidente de Sudáfrica. Era el primer mandatario negro de aquel país. Desde su llegada promovió el intento de que su pueblo estuviera unido. Tras un largo periodo atrás de los barrotes de una cárcel, una lucha ideológica era su nuevo adversario. La situación era tensa. Entre las grandes cúpulas del nuevo gobierno, corría el temor de que el pueblo que durante muchos años fue el dominante, organizara una contrarrevolución. En las calles, los negros envalentonados insultaban a los blancos. Mandela se dio cuenta que nada cambiaría si no encontraba un punto fuerte de unión.

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El deporte, sector tan menospreciado en esferas intelectuales, fue el vínculo que el flamante nuevo Presidente utilizó para dar el último empujón al mensaje que quería establecer en la cabeza de cada sudafricano. En 1995, un año después de asumir la presidencia, Sudáfrica era la anfitriona de la Copa del Mundo de Rugby. La disciplina atlética más popular del país, tenía su fiesta. Los Springboks, apodo del equipo sudafricano, eran seguidos desde cerca por la gran comunidad blanca. En la escuadra todos los jugadores eran blancos, con excepción de Chester Williams, quien era mulato. Los negros detestaban el Rugby por ser el deporte favorito de los blancos, para ellos era representación de todo lo que habían sufrido. Nelson Mandela cambió para siempre esa percepción.

Meses antes de la justa, el Presidente llamó a Francois Pienaar, capitán de la selección sudafricana. En aquella reunión en el despacho de Madiba, el plan hacia la unificación del país se puso en marcha. El jugador se comprometió con Mandela para que el Rugby pudiera atraer a la población negra. El equipo nacional se aprendió el himno zulu, cántico que se entonaba en las manifestaciones contra el Apartheid y mantuvieron un discurso político acorde a la filosofía de la presidencia.

“Estaba impactado con su humildad. Tenía magia en su aura”, declaró años después Pienaar refiriéndose a los encuentros que tuvo con Mandela previos a la competencia. El Presidente luchó contra muchos de sus partidarios dentro y fuera de la política, quienes le reclamaban el haberse entregado a la promoción del mundial de aquello que siempre fue el enemigo. Madiba no bajó nunca la guardia, aguantando todo el oleaje de críticas que se le vino encima. Hubo muchos que le aseguraron nunca estar apoyando al equipo de rugby. Lo acusaban de estar en una lucha perdida.

El mundial comenzó con el fervor de los blancos y con el desprecio de los negros. Los Springboks, cantaban el himno zulu e iban ganando sus partidos. La selección regresaba a una justa después de años de sanción debido al Apartheid reinante en suelo sudafricano. En lo deportivo, los atletas hacían lo suyo como el Presidente se los había pedido. En semifinales, frente a Francia, Sudáfrica palpitaba ya a ritmo de rugby. Con la victoria que les daba el pase a la final, la comunidad negra se olvidó de todo el resentimiento para festejar en grande lo que en el campo se había conseguido.

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La final sería frente a un equipo aguerrido, con el mejor jugador de la historia de este deporte. Jonah Lomu era un atleta fuera de serie. Un portento de fortaleza física que adornaba el atletismo que reflejaban sus acciones dentro del campo. Para la prensa internacional, Sudáfrica no tenía opción alguna de conseguir lo que de pronto, todo su pueblo quería. Nunca una copa había significado tanto. En el equipo local, la esperanza estaba en todo lo alto, tal vez más que la conciencia que les recordaba la complicada proeza que querían realizar.

En la mañana del partido, Mandela pidió al presidente de la federación sudafricana de rugby, una camiseta de los Springboks con el número 6 del capitán Pienaar. Así arribó al estadio. Cuando el sonido local lo anunció, los jugadores lo vieron bajar sorprendidos por su indumentaria. El silencio atroz que invadió la grada, fue rápidamente roto por la gente que coreaba el nombre de su Presidente. Ese momento es considerado uno de los más grandes en la historia del siglo XX. Un estadio repleto, en su mayoría por gente blanca, ovacionaba al símbolo de paz nacional mientras en la calle los bares festejaban de la emoción.

“Primero te intimida darle la mano a Nelson Mandela con la camiseta de los Springbok, y te hace sentir que toda la presión estaba sobre nosotros porque ellos tenían a Nelson Mandela de su lado, tenían finalmente un país unido después de años de lucha. Ese día todos estaban unidos”, describiría Lomu, años más tarde. El efecto de Madiba prevaleció. Sudáfrica terminó ganando ese partido para ganar la copa que todos daban como imposible. El Presidente entregó la copa agradeciendo al capitán por lo que habían hecho por el país.

John Carlin, periodista británico, plasmaría esta historia en su libro “Factor Humano” del que el actor Morgan Freeman se inspiraría para realizar una historia sobre Mandela que siempre había querido hacer. La película “Invictus” llegó a la cartelera mundial para homenajear al ganador del Premio Nobel de la Paz en 1993. El mensaje de la pantalla grande era  que Madiba realizó una labor extraordinaria utilizando algo tan ordinario como el deporte que había traspasado los límites de su existencia.

Ingresado desde algunas semanas atrás por severas complicaciones pulmonares, hace unos días se anunció que las selecciones de futbol y rugby sudafricanas, organizarán un homenaje a una de las figuras más importantes de la humanidad.  Hoy 18 de julio, oficializado como el Día de Nelson Mandela, Madiba cumple 95 años. El último reporte sobre su salud es bueno tras haberse pronunciado el fatídico “Estado vegetativo”, en un informe médico mientras sus familiares debatían sobre si habría que desconectarlo. El mundo respira aliviado.

“El deporte tiene el poder de cambiar al mundo; tiene el poder de inspirar; tiene el poder de unir a las personas de una manera que pocas cosas pueden lograr”, declaró en muchas ocasiones Nelson Mandela. El ejemplo del alcance que tienen las disciplinas deportivas, lo dio él aquel lejano 1995. En los que parecían ser los últimos días de su vida, el mundo entero recuerda aquella proeza sudafricana en un campo de Rugby inspirada en un líder que soportó 27 años de prisión, y que al salir, su sonrisa seguía intacta.

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