Brasil vs España: La final soñada de la Confederaciones en Maracaná, el estadio resentido con la Selección brasileña

29/06/2013 - 12:30 am

 

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Ciudad de México, 29 de junio (Sinembargo).-  A España le sobran los motivos como a Joaquín Sabina. Su juego va por la línea delgada entre el fútbol y arte. Es de sobrado conocimiento las capacidades de sus futbolistas así como su estilo de juego que ya es una escuela en el mundo. Aun así, sigue marcando la pauta cuando disputa un torneo oficial. En esta Confederaciones, la Roja ha puesto sus cartas con episodios difíciles de sortear. Siempre su talento sale avante. La diferencia es el espíritu competitivo que los españoles han sabido adoptar a sus cualidades innatas.

El jueves, la selección de Vicente del Bosque se midió a Italia en el estadio Castelao de Fortaleza. La cita que ponía en el mismo césped a Pirlo e Iniesta, ya lucía atractiva. Los dos últimos campeones del mundo, los finalistas de la pasada Eurocopa buscaban un lugar en la final de Maracaná donde ya esperaba Brasil. “Este ha sido un partido de los que dignifican al deporte”, declaró Vicente del Bosque en rueda de prensa.

Los noventa minutos del partido fue una clase de cómo dos entrenadores jugaron respetando su ideología. En España, los toques precisos entre líneas seguían sin dar tregua a nuevas ideologías. Una Eurocopa y un mundial les daban garantías. Italia con esta nueva ideología que ha tumbado la cortina infranqueable del catenaccio para adaptarse al romántico juego colectivo de cubrir espacios ensanchando la cancha.

Así, con esas apuestas, los aficionados pendientes del partido vieron un espectáculo. Italia no fue menos que España. La falta de puntería fue lo que propició a los italianos tener que jugar por el tercer lugar frente a Uruguya. España no solo juega bien, sino que entiende la competencia y nunca se desespera. En los penales, la técnica de los ibéricos, pudieron más que el gol que Bonucci imaginó en el ángulo pero que acabó en la grada.

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El otro finalista es el local cumpliendo así la final que los organizadores soñaron y que ni italianos ni uruguayos pudieron evitar. Brasil llega con la memoria atrofiada. El jogo bonito no termina por aparecer, agarrando el empuje de la grada como aliciente. Diego Forlán falló un penal que pudo haber cambiado las cosas, pero en suelo brasileño, el equipo de Felipao ha tenido la suerte de su lado. Después de Japón, México e Italia ofrecieron cierta resistencia que pudieron sortear con esos destellos que siguen siendo propiedad intelectual de sus genes.

En Belo Horizonte, Uruguay era abucheado cada vez que tocaban la pelota por el recuerdo doloroso y borroso del Maracanazo de 1950. La proeza culminada por Ghiggia ha satanizado a la selección uruguaya en suelo brasileño. Con la garra de siempre, los de azul celeste hicieron frente, jugaron mientras ponían la pierna con la esperanza que sus tres puntas fulminantes hicieran callar otro estadio brasileño. Fue Cavani quien puso esperanza cuando remató una pelota que se encontró dentro del área para empatar un partido en el que no se veía un claro dominador.

Ante las dudas en el estilo de juego, fue el empuje la única opción que le quedó a Brasil para tratar de evitar una nueva dolorosa desilusión. A minutos del final, Paulinho, de mal partido; remató un tiro de esquina para anotar el 2-1 final. Un Brasil humano, lejos de esa magia de antaño, se metió en su final con el único propósito de ganar un torneo oficial en casa. Las opciones poder lograrlo dependen de ese empuje que los tiene hasta esta instancia, añorando recobrar la memoria del juego colectivo que los hizo un marca digna de representar el futbol.

Este domingo se puede confirmar el cambio de estafeta que en los últimos años se ha estado viendo en el futbol. El futbol habla español desde 2008 cuando una generación dominó el viejo continente para ir al sur de África y confirmar lo que su juego venía gritando a base de toques y goles. Con el Maracaná como escenario, Brasil tendrá que hundir esos fantasmas que le impiden soltarse. España favorita, tiene en su plantel a uno que se podrá unir al uruguayo Ghiggia, héroe del Maracanazo. En los locales, ya no es un partido de futbol. Es arrebatar lo que durante mucho tiempo les perteneció para reconciliarse con un estadio con el que está enemistado desde hace más de 60 años.

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