Ciudad de México, 19 de junio (SinEmbargo).- El gesto frustrante de Luis Suárez tiene a un país con los nervios de punta. En la cancha de Recife, España, le está dando un baile a Uruguay como se previno desde cualquier análisis. Un dos a cero que se queda corto desde lo que sucedido en la cancha. Los charrúas corren detrás de la redonda que se deja acariciar por 11 de rojo, mientras el resto del planeta observa con placer como lo ha venido haciendo desde un par de años hasta la fecha.
Uruguay, campeón de América en 2011, sufre tiempos movedizos en una eliminatoria tan apretada como la de CONMEBOL. Siendo quintos, se aferran al lugar de repechaje para llegar al próximo mundial brasileño. Mientras la presión sigue vigente, el equipo del maestro Oscar Tavárez ha hecho una pausa para representar a la Confederación sudamericana de futbol en el torneo previo mundialista. Los uruguayos ven con ojos hambrientos, una copa que los siga catapultando a lugares de privilegio como los de su glorioso pasado.
Cuando los celestes toman la pelota y empiezan a tocar, el público brasileño en las gradas abuchea sin escatimar en odio. En 1950, los uruguayos fueron enemigos nacionales aquella fatídica tarde en la que en Maracaná se vivió una de las grandes sorpresas en la historia del futbol. Después de eso, Brasil jamás volvió a jugar de blanco. Con la mística latina, el pasado revive hoy de la mano de talentosos jugadores que siguen manteniendo esa tradicional garra charrúa que durante muchísimo tiempo identificó al futbol de un país que tiene dos mundiales en sus vitrinas.
El debut de Confederaciones puso en la mesa un partido digno de una semifinal mundialista. España, que debería actuar en un teatro en lugar de un rectángulo verde, dominó con toque, precisión y velocidad a una escuadra que se aferró al talento enorme que tiene al viejo continente asombrado de sus delanteros. Sin embargo, ni Edison Cavani, ni el explosivo Luis Suárez estuvieron libres de tomar decisiones frente a la portería defendida por el mejor portero del mundo, Iker Casillas. El baile español a Uruguay, es un golpe bajo a un equipo que vive de mostrar el amor propio por su camiseta. Alguien tendrá que pagar la terrible sensación de la derrota contundente.
Nigeria llegó tarde a Brasil. Un conflicto por la falta de pago de algunas primas ganadas tras quedar campeón de la copa africana de naciones, provocó nervios en los organizadores hasta que FIFA obligó a las Águilas verdes a subirse al último avión disponible vía Sudáfrica. Los nigerianos tuvieron suerte en el calendario. Su primer rival fue el equipo amateur de Tahití que no le alcanzó con la ilusión del equipo cenicienta. Los africanos ganaron 6-1. Ese gol recibido provocó preocupación en el área técnica. Un equipo tan endeble, les hizo daño.
Sin los grandes nombres de antes, el equipo que dirige el nigeriano Keshi Stephen, tiene todas las dudas de frente. El floclor del futbol africano está en manos de un equipo que parece estar disputando la Confederaciones más a la fuerza que con ganas. Nnamdi Oduamadi, el delantero que pertenece al Milan y que juega en la Serie B italiana, anotó tres goles frente a Tahití. Los nigerianos se aferran a un estilo de juego veloz que los haga pasar de ronda en un grupo en el que España tiene asegurada la primera plaza.
Uruguay ante la necesidad de recobrar su imagen enfrenta mañana a los africanos que llegan con una mala fiesta tardía. Con el “entrenamiento” que les dio Tahití, ahora Nigeria tendrá que demostrar sus verdaderas intenciones en esta competencia. Históricamente incapaces de jugar en colectivo durante 90 minutos, las Águilas Verdes le harán juego a un Uruguay con el orgullo dañado. Para los charrúas, los tres puntos han pasado a segundo plano. Hay cosas que no se contabilizan. La imagen de un equipo está pisoteada, Luis Suarez sigue con el gesto frustrado, mirando el arco nigeriano.