Ciudad de México, 19 de junio (SinEmbargo).- Los jugadores suplentes están sentados en sillas blancas de plástico resguardados por una lona que les cubre el sol. La cancha está en medio de la nada. Un espacio sin estadio, donde los aficionados se acomodan cerca para apoyar a sus equipos. Al lado del terreno de juego, un pequeño cerro hace de grada. En la banda, en medio del campo, un trofeo luce majestuoso. Dos escuadras se miden para llevarse la presea plateada. Es la final de la Copa de naciones de Oceanía.
Tahíti y Nueva Caledonia se enfrentan en las Islas Salomón para conseguir el pase a la Copa Confederaciones, en un partido con más pinta de amateur que de internacional. Ahí, con las playeras pegadas al cuerpo mojadas por la humedad, los tahitianos vencen por 1-0 con pocos argumentos futbolísticos para disputar la fiesta pre-mundialista en Brasil. El invitado de Oceanía, le ha puesto un toque romántico a un torneo lleno de millonarios que patean una pelota. El amateurismo de los oceánicos, le ha renovado algún sueño a un niño que tal vez se había dado por vencido.
Bora-Bora es un paraíso incrustado en la Polinesia francesa donde las lunas de miel se consagran. Es el destino que algunos se pueden dar y que otros sueñan con vivir. Ahí, en aguas de un azul sin igual, tienen de vecinos a una isla con la misma belleza visual pero sin tanto marketing, donde 200 mil habitantes cumplen el rol de vivir bajo circunstancias que muchos otros llamarían vacaciones. Tahití es una isla de playas sin igual ahí muy al sur del mundo. El futbol llegó hasta ahí para humanizar el ambiente constante de fiesta y relajación.
El pasado lunes, el deporte más popular del mundo vivió uno de esos episodios que provocan debates ideológicos. Tahití debutó en la Copa Confederaciones bajo la mirada absorta del mundo futbolístico inundado de grandes figuras que manejan coches de lujo antes de llegar a casas igual de ostentosas. El profesional que disputa este tipo de competencias, disfruta de un círculo al que pocos pueden entrar. Nigeria fue el primer rival al que la selección tahitiana dignificó con sus ganas de patear una pelota. Desde el silbatazo final, se estaba haciendo historia.
Eddie Etaeta es el Jose Mourinho tahitiano. El director técnico tahitiano no tiene nada que esconder y lo mismo llora al final de un partido que dice las cosas como son sin ningún tipo de filtro. "Nosotros venimos por un gol", dijo antes de debutar en la competencia. En un grupo con Nigeria, España y Uruguay, que un disparo de los suyos cruce la línea de gol, es un logro monumental. Etaeta jugó para su país en los años 90. Siempre en clasificatoria para el mundial, siempre fracasando en el intento. La gloria le llegaría a los 43 años dirigiendo dignamente a su equipo nacional.
La ciudad de Belo Horizonte fue el marco del soñado debut. Ahí estaban once de rojo entonando el himno de Tahití frente a la poderosa potencia africana de Nigeria. En el cuadro inicial, Marama Vahirua es el jugador profesional por excelencia. Desde hace 15 años salió de la Isla y ido hacer una carrera decorosa con el Nantes francés de la primera división. Tras un breve paso por la selección gala sub-21 a principios del siglo, Vahirua comanda a Tahití de la mano de la familia Tehua. Un grupo de hermanos y primos juegan en la selección nacional. Los Tehua han dinamitado la primera división de su país donde acuden en promedio 100 aficionados por partido.
A los 26 minutos, Nigeria ya ganaba 3-0 sin problemas. El estadio abucheaba cada gol nigeriano. La gente brasileña se colocó del lado débil. Un equipo amateur con carencias en técnica y en principios básicos del juego, tenía un estadio a favor. "El gol es el orgasmo del gol", definió Eduardo Galeano al momento cumbre de este deporte. Al 53' de tiempo corrido, la historia se plantó en la cancha. Jonathan Tehua se levantó en un tiro de esquina y logró conectar el balón. El esférico paso al lado del arquero y después besó la red. El estadio estalló con el primer gol de Tahití a un equipo fuera del área de Oceania. En la banca, Etaeta salió con los brazos en alto mientras una montaña de jugadores rojos aplastaban al anotador. Nigeria acabó ganando 6-1, pero la historia ya estaba consumada. Mañana, el equipo que ha revolucionario a este deporte le hará honores a Tahití. España, el ganador de todo, frente al romanticismo puro. Un equipo venía por un gol, tras conseguirlo, la Roja es un premio inigualable. Los Tehua siguen soñando, Casillas tendrá que estar atento.