"No me gusta que me vean sólo como alpinista... No me gustan las etiquetas": David Liaño, el hombre récord

14/06/2013 - 12:00 am
Foto Antonio Cruz Sinembargo
Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

 

Ciudad de México, 14 de junio (Sin embargo).-–David Liaño González (Ciudad de México, 1979) se volvió alpinista a los 13 años. Habiendo alcanzado la cumbre del Everest (8 mil 848 metros) cinco veces, obtuvo el Record Guinness por haber sido el primer ser humano que escaló hasta la cima del mítico monte por sus dos caras en la misma temporada, entre el 11 y 19 de mayo de 2013.

En la mano derecha lleva un café con su nombre escrito en el vaso. Usa pantalón de mezclilla y una camisa de cuadros que le combinan con unos Converse gastados. La cita pactada es en un estudio donde le harán una sesión de fotos. El atleta ofrece una disculpa: "Sé que lo ideal sería haber ido a mi casa pero mis vecinos en el edificio son medio especiales con la prensa y además, con la inseguridad de este país, prefiero no involucrar a mi familia", explica. De mirada reflexiva y semblante relajado, toma asiento y se concentra.

–¿Qué se siente estar hasta allá arriba?

–Mira, he estado en la cima en condiciones diferentes cada vez que lo he logrado, siempre al límite de lo que es seguro y peligroso. Es algo extraño.

–¿Lo disfrutas?

–La última vez había mucho viento y solo estuve cinco minutos. Tratas de disfrutarlo al máximo, pero estás medio mareado por la altura y pensando en el descenso que es la parte más peligrosa.

–¿Tan malo es?

–(Risas) No, no. La vista es increíble, el cielo tiene un azul que nunca has visto, es demasiado intenso. Los glaciares y las montañas inmensas se ven muy chiquitos.

–Lo subiste dos veces en una semana.

–Fue la inercia. Si paraba a descansar unos días, sabía que no lo lograría. Me deje llevar por el impulso.

–Y ahora tienes un Record Guinness.

–Sabes, es raro. No sé cómo reaccionar. Suena interesante tener un récord pero la verdad es algo que no busqué. Cuando me lo dieron, no supe qué hacer.

–¿Te cambió la vida?

–¡No, para nada! Sigo siendo el mismo tipo que habla igual con un amigo de toda la vida, que con alguien que acabo de conocer. Me gusta mucho interactuar con la gente.

-Has inspirado a mucha.

-Me da mucho gusto que se conozcan estas aventuras y que se puedan inspirar, pero sigo siendo el mismo que hace un par de meses, un poquito más viejo nada más. La verdad es que no soy consciente de todo porque estoy mucho tiempo fuera de México.

–El Presidente Enrique Peña Nieto te felicitó por Twitter.

–Sí, fue algo muy bonito. Estaba lejos del país y me emocionó leerlo. Nunca había tenido un reconocimiento de algún gobierno mexicano.

–Aun así, ¿te cuesta entender lo que provocaste con lo que hiciste?

–Soy consciente de la cobertura mediática, pero yo salgo a la calle normal como siempre lo he sido. Escalo porque me divierte, son proyectos que van organizando y definiendo mi vida, pero no me dedico a esto.

–¿En qué trabajas?

–Estudié dos carreras, administración de empresas y contaduría pública en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). Durante muchos años trabajé en empresas de terceros y ahora participo en un fondo de inversión.

–Es caro hacer lo que haces por diversión.

-Sí, es caro. Ahora, cuando lo pones en perspectiva con lo que gasta normalmente la gente, no sale tanto. Yo tengo el mismo coche desde siempre, no me hace falta cambiarlo cada uno o dos años. Prefiero gastarme el dinero en estas aventuras que me dejan mucho aprendizaje.

–Y viajes.

–¡Sí, soy un viajero compulsivo! El poder escalar me ha dado la oportunidad de conocer lugares y gente que de otra manera no hubiera conocido.

–¿Algún recuerdo que se te haya grabado mucho?

–Antes de subir la Pirámide de Carstensz, en Indonesia, visitamos tribus que aún eran caníbales y en la tribu Dani nos invitaron a sus Chozas donde tenían la momia del abuelo y nos la mostraban orgullosos. Son experiencias que te abren el mundo, te das cuenta de lo grande que es.

–Y lo alto también. Hiciste las "Siete Cumbres".

–Fue un proyecto increíble que realicé durante dos años y medio. Se trata de subir la montaña más alta de cada continente. En el mundo del alpinismo se considera a Australia y la Antártida como continentes, por eso son siete. Eso me permitió ir a África que es un mundo distinto. Viajar por Kenia y Tanzania en autobús, fue algo inolvidable.

–¿Tuviste alguna complicación en ese tiempo?

–Soy un tipo conservador en cuanto a la planificación de mis proyectos. Todo salió bien con excepción de la Pirámide de Carsztenz. Es una pared de roca complicada, pero lo mas difícil es el acceso porque de un lado está pegada a la mina Grasberg, que tiene las reservas de oro más grandes del mundo y del otro costado había guerrilla hasta hace unos años. Estuve esperando dos semanas en 2005 pero fue imposible.

–¿Qué hiciste?

-Hay que tener paciencia. Al año siguiente regresé con mi papá y junto con otros escaladores rentamos un helicóptero que logró llevarnos al campamento base. Lo subí y completé los siete desafíos.

-Suena muy complicado, siete montañas.

–Es cuestión de mentalidad. Me preparé mucho y fui subiéndolas dispuesto a aprender lo que me dejara cada experiencia para ir a la siguiente y así sucesivamente.

–¿Qué opina tu familia de todo esto?

–De ellos solo he recibido apoyo total. Sin ellos nada de lo que he logrado sería posible. Pasar tantos meses, sacrificar tanto tiempo, dinero y muchas más cosas. Estoy muy agradecido.

–Hay una foto de ti en la cima del Everest sosteniendo una foto de tu familia.

–Sí, esa foto la llevo a todos lados y también cargo con un teléfono satelital para hablar con ellos cuando llego
hasta la cumbre. Es una forma de reconocer todo el apoyo que me han dado.

–Al volver a México corriste un maratón.

–Quería hacerlo. No necesito descansar, es mi ritmo normal de vida.

–Y volaste en parapente.

–Es algo que vengo haciendo desde hace cuatro años, me relaja mucho estar en el aire. Tenía la intención de bajar volando desde el Everest pero las autoridades de Nepal no me lo permitieron.

Foto Antonio Cruz Sinembargo
Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

–¿Alguna vez estás quieto?

–(Risas) De vez en cuando, pero no duro mucho. De repente me dan ganas de hacer cosas y cuando estoy en medio de una expedición quiero estar tranquilo. Me llega por sorpresa. Lo importante es tener un equilibrio.

–Equilibrio también en lo que haces. Estás planeando recorrer el mundo en un velero durante ocho meses.

–Así es, ya tomé los cursos de circunnavegación necesarios y participé en una carrera de San Francisco a Hawái que duró dos semanas.

–¿Cómo surgió la idea?

–Hace como diez años me compré un libro sobre la primera persona que lo hizo. Pero en realidad comencé a pensarlo seriamente hace dos años para no hacer siempre Montaña. No me gusta que la gente me vea nada más como un alpinista, no me gustan las etiquetas. Solo soy un hombre Feliz.

–¿Te gusta leer?

–Muchísimo. En un año leo arriba de cien libros de cualquier tipo. Leo todo lo que llega a mis manos.

–A Edmund Hillary también le gustaba leer.

–Sí, es algo más que tenemos en común.

-Él y el Sherpa Tenzing Norgay fueron los primeros que alcanzaron la cima del Everest. ¿Qué significan para ti?

–Son unos pioneros en todos los sentidos. Ahora lo que hacemos en el Everest es vivir la experiencia personal. Antes era exploración y aventura. Hoy no es raro encontrarte 100 personas intentando escalarlo.

–Mucho tráfico

–Demasiado, se vuelve peligroso. En el segundo ascenso tuvimos suerte porque nos despertamos muy temprano y teníamos la montaña sola para el Sherpa y yo. Me acorde de Hillary y Norgay. Era como ir abriendo camino por primera vez.

–Justo a 60 años de la proeza de aquellos dos aventureros.

–Fue bastante simbólico, una sensación muy bonita.

–¿Cómo es la etnia Sherpa?

–Es un grupo que viajó hace cientos de años desde el Tíbet y se instalaron en el Himalaya. Es gente noble y muy trabajadora. Genéticamente están adaptados para vivir y trabajar en la altura. Si no fuera por ellos, muy poca gente podría subir a la cima del Everest en esta época. Son los héroes silenciosos del Himalaya y muy poca gente es la que los reconoce.

–Eres un habitante más.

–Prácticamente. El día de la ceremonia del Record Guinness me dieron un reconocimiento por impulsar el turismo en Nepal.

–Día ajetreado.

–Sí, pero decidí que lo tenía que vivir. Estaban los mejores alpinistas del mundo, fue una experiencia gratificante.

–¿Piensas en la muerte alguna vez?

–No. Sé que es algo inevitable pero no me quita el sueño. En el Everest, sobre todo en el lado norte ves muchísimos cadáveres de personas que se quedaron ahí. En esas circunstancias, simplemente tienes que tomarlo como recordatorio para estar atentos ante cualquier eventualidad.

–¿Sientes miedo?

–Tampoco. No quiero sonar prepotente, pero no es algo que sienta. Planeo tanto las cosas que hago que me siento seguro. En el descenso que tuvimos había mucha nieve y a lo lejos se escuchaban muchas avalanchas por doquier. Eso me hizo concentrarme más y analizar lo que tenía que hacer. El miedo no me paraliza, me activa.

–¿Eres creyente?

–No. Crecí en una familia católica, fui a una escuela de monjas durante 14 años pero es algo que no profeso desde hace muchos años. Sigo la parte teórica del budismo. He ido a conferencias del Dalai Lama, es muy enriquecedor.

–¿A qué te refieres con la parte teórica?

–En el karma sobre todo, creo que acumular acciones positivas te recompensará con cosas igual de buenas. También soy vegetariano desde hace poco más de diez años, no creo que haga falta matar animales para que yo me alimente. Es estar tranquilo espiritualmente.

–¿Es como estar en el escalón de Hillary?

–Sí imagínate, es el último obstáculo antes de llegar a la cima cuando llegas por el lado sur. Un conjunto de rocas cubiertas de nieve con una altura de ocho metros ante ti. Cuando lo escalas, estás a 8, 800 metros sobre el nivel del mar. A unos pasos de la cima. Es la sensación placentera de estar a punto de lograrlo.

–¿Soñaste todo esto desde niño?

–Para nada. La vida me fue llevando a la escalada, yo quería estudiar ingeniería espacial. Quería ir al espacio.

–Casi llegas.

–(Risas) Sí, es lo más cercano que he estado, pero por muchas circunstancias nunca lo estudié para poder llegar.

–¿Te arrepientes?

–Nada, tengo una lista grande de aventuras por hacer. Si no tuviera esas cosas pendientes, mi vida sería muy vacía.

–Aunque la cima solo dure cinco minutos.

–Sabes qué pasa: que la cima no es la mayor satisfacción. Ya que descendiste, te hidrataste y comiste después de 24 horas de no hacerlo; te vas a tu tienda de campaña, te metes a tu bolsa de dormir y cierras los ojos. Es ahí cuando tienes la satisfacción de decir lo hice, lo logre. Es paz.

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Foto: Antonio Cruz, SinEmbargo

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