Ciudad de México, 4 de junio (SinEmbargo).- Llegó a la sala de prensa de Stamford Bridge con el pecho inflado. La sonrisa burlona en un rostro que confundía la confianza con arrogancia. El Chelsea de Román Abramovich tenía dinero a gran escala de la noche a la mañana gracias al petróleo ruso. Con José Mourinho en la mira de los grandes de Europa tras haber llevado al Porto a ganar la Champions League, el equipo blue lo contrató en junio de 2004.
"Prefiero al Liverpool antes que al Chelsea. Liverpool es un equipo grande y el otro es un proyecto ambicioso, pero frágil", declaró Mourinho meses antes. El dinero convenció a Mourinho de que el proyecto no era tan frágil como parecía y se presentó ante los medios de comunicación. Se convirtió en el director técnico mejor pagado del mundo con poco más de 4 millones por temporada. "No me llamen arrogante, pero soy campeón de Europa. Me considero un tipo especial", sentenció Mou en su primera conferencia. La prensa inglesa, ávida de nuevos elementos para sus noticias, agradeció el fichaje. Desde aquel día a José Mourinho se le conoce como "The Special One".
El Chelsea se convirtió de inmediato en un protagonista de la mejor liga del mundo. El equipo londinense lideró la tabla de posiciones mostrando un estilo de juego aguerrido que salida desde el técnico apasionado que los dirigía desde el banquillo. El portugués se ganó rápido el cariño de Stamford Bridge que se convirtió en una caldera difícil de superar. El dinero saliente de la cartera de Abramovich, Mourinho lo convirtió en eficiencia.
A su llegada, Didier Drogba fue el delantero que eligió para el ataque de la escuadra londinense. Del Porto llegaron Ricardo Carvalho y Paulo Ferreira, pero sobretodo fue al lado en el banco donde se realizó el trabajo táctico indispensable para forjar un equipo de época. André Villas-Boas fue su principal asesor en los análisis de equipos rivales. Mou se caracterizó por saber acoplar distintas personalidades en pos de un objetivo común.
Las historias en conferencia de prensa ambientadas por el portugués eran tan sobresalientes como el accionar de su equipo. Sus constantes reclamos arbitrales y las disputas con otros técnicos mantenían el fuego en las páginas deportivas en un país en el que el futbol es algo así como una religión. Mou encontró su hábitat natural en un equipo que empezaba a forjar su historia de equipo importante. Con todos los poderes en su mano, "The Special One" llevó a un equipo azul que nunca antes había figurado en la élite a ser nombrado en el mundo futbolístico.
Su paso por Londres dejó una estela de melancolía. En julio de 2007, tres años después de su llegada, una serie de conflictos internos y la pequeña mala racha de resultados provocaron el acuerdo mutuo entre técnico y dirigencia para rescindir el contrato del portugués. Seis títulos y Stamford Bridge como una fortaleza fue el legado deportivo de Mou. Pero sin duda alguna fue el sentimiento que deja en algunos de sus jugadores lo que más llama la atención.
Didier Drogba lo considera su segundo padre, el mítico Frank Lampard se refirió a Mou como el mejor entrenador que había tenido en su carrera. Años más tarde Marco Materazzi lloraría dándole un abrazo de despedida en el estacionamiento del Santiago Bernabéu tras ganar la Champions con el Inter.
Odiado y amado, tras seis años de haberse ido de Londres, después de la turbulenta aventura en el Real Madrid, los tabloides ingleses celebran tanto como los aficionados del Chelsea el regreso de un tipo que ha vestido al futbol con suficiente pimienta para que los post partidos duren más de tres días. "The Special One" vuelve con la misión de ganar lo único que no pudo darle al pueblo blue en su etapa previa, esa copa que no pudo obtener con el Madrid: la Champions League.