El trastorno de personalidad límite, conocido como borderline, es una enfermedad mental grave. Los cambios en el estado de ánimo, comportamiento y personalidad de un individuo son llevados al teatro para conocer más del padecimiento.
Ciudad de México, 20 de abril (SinEmbargo).– La historia de esta puesta en escena empezó cuando la actriz mexicana Mónica Bejarano, que en ese entonces vivía en Montreal, Canadá, se tropezó con la novela autobiográfica de Marie-Sissi Labrèche, escritora, periodista, guionista, y enferma borderline que, en el proceso de escribir sobre su padecimiento, logró entenderlo mejor y emprender el camino, si no a la cura, sí a la estabilidad:
“La novela es el principio de su proceso de curación… Bueno, no es que los enfermos borderline se curen, es como los alcohólicos, que son alcohólicos toda la vida, pero el proceso de Labrèche de aceptación de la enfermedad y de querer mejorar, fue escribirla”.
Mónica hace una breve pausa para tomar un poco de algo que parece te helado. La entrevista sucede en el bar Centenario, del centro de Coyoacán, en la Ciudad de México, muy cerca del teatro La Capilla, en donde Borderline se presenta todos los domingos, hasta el 28 de abril, a las 6 de la tarde.
“Realmente es estridente, es un poco escandalosa, la novela. A mí me asombró mucho. Es la historia de una mujer que tiene flash backs con su pasado y su vida y describe cómo se siente vivir con el trastorno, desde antes de que supiera que lo tenía, cuando supo que lo tenía, y más o menos durante el proceso. A mí me pareció muy interesante; no es una novela estilísticamente trabajada, bueno tal vez sí, pero si uno la lee parece como escupida, me parece, lanzado todo ahí”.
El estilo trepidante de la escritura de Labrèche, que Mónica define como “no muy trabajado”, fue, sin embargo, determinante para que se enamorara de su historia y quisiera saber más de la autora:
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“El personaje es una mujer que está tratando de vivir en una condiciones muy duras, porque las personas con este trastorno lo pasan muy mal. Por eso muchos nos podemos conectar con esta historia: esta mujer está tratando de hacer lo mejor que puede con lo que tiene, lo que pasa es que lo que tiene está muy lastimado y tiene una visión y una sensación del entorno diferente a la de quienes no vivimos con esta condición. Los pacientes con borderline, entre otras cosas, tienen una dificultad tremenda para adaptarse a nuevas situaciones emocionales, de manera que algo que les funcionó para pasarlo bien en algún momento, tratan de aplicarlo para todo, o para muchas cosas. Por ejemplo, generalmente abusan de sí mismos, con drogas, se cortan, y más o menos de su sexualidad. Entonces, por ejemplo, esta mujer encontró que teniendo sexo se sentía bien y entonces trata de aplicarlo para todas las cosas de su vida donde se siente mal. Y claro, ¿qué pasa entonces? Que le llaman promiscua, que le dicen puta… ¿Y cuántos no hemos conocido así? Y ella sólo está tratando de hacer lo mejor que puede. Está tratando de sentirse bien, como todos nosotros”.
Mónica, actriz, al fin y al cabo, decidió que quería llevar Borderline a escena. Así que se dio a la tarea de buscar a Marie-Sissi Labrèche, hasta que la encontró:
“Busqué a la autora (todo se cuenta muy rápido), compré los derechos de traducción para México, entonces pasaron un par de años entre que lo traducía y trataba de encontrar con quien trabajarla. Y después de esa búsqueda encontré a Andrea (Salmerón), y me pareció que mi idea tenía que ver con la suya para generar esto, y pues aquí estamos”.
METERSE A FONDO E INVESTIGAR SOBRE LA ENFERMEDAD
Andrea Salmerón, productora y directora teatral, habla rápido, casi atropelladamente. Las ideas se agolpan en su mente y se nota que tiene que hacer un esfuerzo para no dejarlas salir todas juntas, en tropel. Le gana la emoción.
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“Una de las cosas que me importaban mucho cuando empezamos a hacer la adaptación era conservar esta estructura de la que hablaba Mónica, que está llena de flash backs y que no es lineal, sino que tiene que ver con cómo funciona la mente de alguien con un trastorno de personalidad, y es lo que es muy interesante en la novela, lo que estábamos tratando de conservar en la adaptación dramatúrgica, y la verdad es que se da de una manera bastante natural desde un principio porque la novela está llena de acciones, está llena de cosas que pasan, porque el personaje hace cosas todo el tiempo. Se trataba solamente tratar de rescatar eso, la estructura de este pensamiento caótico, en donde estás haciendo una cosa y piensas totalmente lo contrario, y terminas haciendo cosas que no quieres hacer”.
Para emprender la hazaña de adaptar al lenguaje teatral la novela de Labrèche, Andrea Salmerón se dio a la tarea de investigar a fondo el trastorno de personalidad límite:
“Estuve investigando bastante sobre el borderline; primero en la red, tratando de buscar fuentes fidedignas, médicas, no la primera que te aparece, como yahoo answers y esas… Y luego pues sí tuve que buscar una psiquiatra. Estuve hablando con muchas personas borderline, y luego ya fui con la psiquiatra a decirle: ‘necesitamos ayuda no solamente para la dramaturgia, sino para poder acotar en la acción algo que está justo en la frontera’, o sea, la gente con borderline no es psicótica pero está más allá de la neurosis. Y así fue. Entonces para llegar al resultado final, dramatúrgico, yo seguía trabajando con la psiquiatra: cada día llegaba y le enseñaba 10 páginas, que era lo que llevaba, y leíamos y hablábamos y trabajábamos”.
Ya con los derechos para la comercialización de la obra en el bolsillo, y con Andrea trabajando a todo vapor con la psiquiatra, Mónica decidió que, a pesar de que la novela está escrita en primera persona, ella no quería que la adaptación dramatúrgica la convirtiera en un monólogo:
“Yo sólo se que lo que estaba ahí se conectaba conmigo a nivel personal, y que lo quería hacer. Por eso necesitaba ayuda. Y busqué a dos dramaturgos distintos para que me ayudaran a hacer la adaptación pero lo que pasaba es que no tenía que ver: partían del punto y se iban a otro lado y yo no quería eso. Por eso es que, aunque ni Andrea ni yo seamos dramaturgas, aunque ella tiene más experiencia en esto, sí pudimos llegar a un punto de hacerlo dramático, no literario”.
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El resultado es todo lo contrario a un monólogo: tres personajes (la abuela, Sissi y Todos los Hombres del Mundo) están siempre en escena, como están en la cabeza de la protagonista. A pesar de romper con las convenciones tradicionales de tiempo y espacio, es posible contar una historia lineal, dice Andrea:
“Es una niña muy sensible y muy inteligente que vive en condiciones muy precarias porque su madre tiene esquizofrenia aguda, está interna todo el tiempo, y la abuela es una mujer muy ignorante que no sabe qué hacer, entonces trata de hacer lo mejor que puede con lo que tiene, pero lo que tiene es muy poquito. Al no saber qué hacer con Sissi, trata de controlarla como puede, que es a partir del miedo: ‘si no te portas bien te voy a mandar con el ropavejero’, o sea, la amenaza con abandonarla. Entonces ella, que tiene necesidades mucho más amplias que las que la abuela puede comprender, está llena de preguntas y nadie se las responde, porque siempre son cosas para ‘grandes’. Así, esta niña se ve sometida a muchos momentos determinantes, que tal vez para otra persona menos sensible no tendrían tanta importancia, pero para ella la tienen, como cuando se burlan de ella en la escuela porque su mamá está loca. O sea, se trata de ver cómo va creciendo alguien que está cuidada por una persona cuya única manera de entender la vida es metiéndole miedo para que no le pase nada”.
LA HISTORIA DE MUCHAS
Para tratar de aliviar su ansiedad, Sissi recurre al uso de drogas y al sexo con distintas parejas. Roba cigarros de una tienda y va a dar, una vez más, en el consultorio de un psiquiatra. Sin embargo, siempre termina sintiéndose vacía, y mucho más confundida.
“Me parece que muchas mujeres del público, y me atrevo a decir que la mayoría, se ven reflejadas en mayor o menor medida, no necesariamente en todo, pero sí en muchos momentos de la obra”, dice Andrea.
“Sí”, completa Mónica. “Amigas mías que han ido a ver la obra me han dicho, con respecto a ciertas frases, ‘oye: yo he dicho eso, yo he hecho eso para que me cuiden y me quieran, y me dolió que lo dijeras’. O la experiencia de encontrarnos con el primer maestro, o con el primer hombre adulto con el que tú como niña te relacionas, el primer hombre de tu vida, que es tu papá. Pero, ¿qué pasa si no lo tienes?”.
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La niña que creció bajo el régimen del miedo y de la culpa, es la mujer que escucha la voz de su abuela mientras mantiene relaciones sexuales con un hombre, que es, al mismo tiempo, Todos los Hombres del Mundo:
“En México nos dan una educación borderline a las mujeres porque es muy contradictoria; por un lado tienes que ser buena chica, y por otro lado, tienes que no se qué, saberle cumplir al hombre, y entonces ponen estas canciones de Cri Cri de que te va a llevar el ropavejero, y de la muñeca fea, y todo ese tipo de cosas que te llenan de confusión, y toda esa confusión, esa angustia y esa ansiedad ayudan a la manifestación del trastorno”, afirma, atropelladamente, Andrea.
Mónica la interrumpe para recordar que sí hay una predisposición genética para presentar el trastorno, pero que, en efecto, un determinado ambiente lo puede desatar. En lo que sí está de acuerdo es en que la historia de Sissi puede ser la de muchas otras, no necesariamente la de pacientes borderline:
“En realidad sí lo pensamos así, puede ser la historia de muchas de nosotras. Esta mujer tiene un toque más que la mayoría de nosotras no tenemos, pero está en el camino y lo que es muy padre es que lo acepta, y lo grita y lo dice, y ahí es donde nos podemos reflejar muchas mujeres, y eso es lo que está pasando. La verdad es que sí nos está pasando con la gente que viene al teatro”.
Andrea y Mónica se quitan una a otra la palabra, tanta es su emoción al hablar de su proyecto, parece que no quieren que nada quede fuera:
“Damián Cordero hace un personaje que es Todos los Hombres del Mundo porque todos están cortados por la misma tijera. Así nos enseñaron, y no es que él se cambie de traje, no necesita cambiarse la ropa para ser el mismo cada vez porque así lo ve Sissi; ve a todos los hombres cortados con la misma tijera; al final todos te van a abandonar, al final les das lo que quieren y te van a abandonar. Y es tremendo, porque los hombres no son iguales, por supuesto que no. Y el personaje de Sissi, porque es borderline, lo que quiere es que la quieran y la respeten y la cuiden, pero es incapaz de ver cuando alguien quiere cuidarla o quererla de a de veras. Está velada totalmente. Y la abuela (que interpreta María de la Luz Zendejas) es como un espíritu omnipresente que está todo el tiempo vigilándola. Se mete en su cabeza hasta en su psicoanálisis, hasta en sus relaciones sexuales”.
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En Bordeline también hay otro tema subyacente: el de la violencia contra las mujeres. Andrea lo explica así:
“La violencia que pasa desapercibida. Por ejemplo, una cosa que estuvimos trabajando bastante entre María de la Luz Zendejas, que hace esta estupenda abuela y Mónica, es que no hay que demostrar la violencia, no hay que gritar ni pegar. La violencia en contra de la mujer, la violencia en casa, está ahí todos los días, y no la vemos porque es cotidiana”.
LA FRONTERA DONDE LA REALIDAD SE DESDIBUJA
Según el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos (National Institute of Mental Health), el trastorno de personalidad límite, conocido popularmente como borderline, es una enfermedad mental grave, que se caracteriza por cambios en el estado de ánimo, el comportamiento y la personalidad. En la página web de esta institución del gobierno estadounidenses (www.nimh.nih.gov), también se consigna que algunas personas con borderline presentan episodios psicóticos breves, y que la mayoría de quienes la padecen sufren de problemas para regular las emociones y los pensamientos, comportamiento impulsivo y desordenado y relaciones inestables con otras personas.
La conducta autodestructiva de los enfermos graves de borderline incluye comportamientos suicidas en un porcentaje de 80 por ciento. Cerca de 4 a 7% logra quitarse la vida. Asimismo, algunos pacientes se auto infligen quemaduras y cortadas, se golpean la cabeza o se jalan el cabello en un intento por regular sus emociones, expresar su dolor o castigarse.
La psicoterapia es el primer tratamiento recomendado para enfermos borderline, y según el Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, en ese país la Food And Drug Administration no ha autorizado ningún medicamento para tratar el padecimiento.