LA “CUISILLA” Y EL BOOM DEL BOX FEMENIL EN MÉXICO

14/04/2013 - 12:00 am

El box es uno de los deportes más arraigados y queridos entre los mexicanos. Hasta hace una década, las mujeres no podían practicarlo profesionalmente. Pero ahora son las protagonistas de una nueva era del pugilismo en el país.

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Janeth Pérez. Foto: Cortesía Canelopromotions

Ciudad de México, 14 de abril (SinEmbargo).– Creció entre el olor del barniz y la madera. Su niñez se entonó entre sonidos de martillos, mazos y ese que emana de la sierra al contacto con las tablas. Entre este ambiente, la “Cuisilla” tenía claro que tenía que salir adelante, a golpes si era necesario.

Primero fue amante del tae kwon do, pero por falta de recursos económicos llegó al boxeo, y aunque Janeth Pérez reconoce que tenía miedo al contacto, la idea de pegar le ayudó también a sacar la timidez y tranquilidad que caracterizaba a aquella joven que comenzó a boxear a los 16 años.

Ahora, Janeth Pérez, mejor conocida como “Cuisilla”, es una de las boxeadoras mexicanas que más llama la atención por su forma de ir al frente, tirar golpes y ofrecer espectáculo a la gente.

Es hija de Vicente Pérez, un carpintero de la Colonia Santa Margarita en Zapopan, Jalisco, de donde es oriunda.

Desde pequeña fue una niña callada, alegre y que manejaba un perfil silencioso para socializar. “Fui seleccionada por Jalisco cuando iba a la secundaria, el tae kwon do me gustaba mucho, pero mi papá no tenía para tanto, teníamos que gastar en toda la indumentaria, accesorios y pues no, no se pudo seguir ahí”, comenta a SinEmbargo la “Cuisilla” Pérez.

Janeth recuerda el momento en que tuvo que elegir otro deporte, ya que su papá siempre les inculcó la práctica de la actividad física. Acepta que no sabía por cual decidirse, y a la fecha sólo tiene claro que llegó al pugilismo, porque su hermano estaba en un gimnasio cerca de su casa. Ahí se escribiría el principio de su destino boxístico.

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La “Cuisilla” comenta que su carrera nació ahí. Se fue formando. Su papá le enseñaba, hasta que su amigo y vecino de la misma colonia Santa Margarita, el ex campeón mundial Óscar “Chololo” Larios la tomó, la entrenó y pudo comenzar seriamente su exitosa carrera.

Janeth está orgullosa de su papá, a quien siempre obedeció. “No fui grosera, menos peleonera”, argumenta. Nunca aprendió nada de carpintería, el oficio que sacó adelante a ella y a sus dos hermanos, cuates de nacimiento. “Sólo se lijar y ya”, ríe apenada, y continúa: “Me gusta la carpintería porque ahí viví, era bonito ver cómo mi padre dejaba todos los muebles bien brillosos”, expresa la ahora ex campeona del mundo.

Y ni la carpintería ni la escuela le gustaron para hacer carrera, pues acepta que nunca fue buena en las aulas. “Soy media burra”, dice sin pena la joven que es fan y seguidora del grupo musical “Banda Cuisillos”, de la que se desprende su ahora famoso mote. “Tengo una amistad con integrantes de la banda y cuando decidí ponerme así, me dieron su permiso. Ahora cotorreamos y nos llevamos muy bien”.

EL GOLPE MÁS DURO: UN GANCHO AL CORAZÓN

Apenas tenía 13 años cuando un golpe contundente la noqueó. De se gancho todavía no se levanta. La cuenta de protección lleva 10 años y no termina. “Perder a mi madre es lo más triste que me ha pasado. Murió de un cáncer en la cabeza. Es una herida que no cierra todavía”, habla con voz débil, las palabras no le salen… parece que no puede seguir.

Janeth recuerda que no estaba en su casa cuando su mamá falleció, y cuando describe el momento hace pausas para continuar. “Llegué a mi casa y había mucha gente. En ese momento sentí miedo porque imaginé que era mamá; ella ya estaba enferma. Yo buscaba y preguntaba a todos por mi madre, hasta que una tía con palabras dulces y de una manera suave me dijo que mi madre había muerto”, cuenta la pugilista.

–¿Cómo lo tomaste, qué hiciste en ese momento?

–Lloré, mi tristeza estaba como escondida en mi seriedad. Recuerdo muy bien cuando estaba ahí el cuerpo de mamá, la empezaron a pintar y pensé, está dormida, despertará, pero no fue así.

Janeth Pérez, también llamada por su familia como la “ambulancia” –porque llora por todo–, añade que la muerte de su madre fue difícil para toda la familia. “Por momentos mi padre no sabía que hacer conmigo, porque yo era muy apegada a mi mamá. Sin embargo, él siempre supo estar ahí y nos ayudó mucho a todos a aliviar paulatinamente el dolor de esa pérdida que no supero todavía”.

Pero la “Cuisilla” afirma que la vida debe continuar y ha luchado porque su familia y su mamá se sientan orgullosos de ella.

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La joven de 23 años de edad tiene ahora 17 peleas ganadas y dos pérdidas. Desde el momento que obtuvo su primer título en julio de 2011, cuando venció a la colombiana Yolis Martugo, y además se alzó con el Campeonato Mundial Gallo de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en Mazatlán, Sinaloa, su vida sufrió un giro radical.

“La gente te reconoce, te trata mejor y te va haciendo crecer. No pierdo el piso, siento bonito pero me mantengo firme, porque me toca ganar y me toca perder, y uno sigue siendo la misma. Le he dicho a mi padre que si ve que se me sube, aunque sea un poco, me dé una cachetada y un buen jalón de orejas”, dice con toda tranquilidad.

BOX FEMENIL: UN BOOM DETONA A GOLPES

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El pugilismo femenino comienza a ganar más y más carteleras en México. Su audiencia alcanza ya ratings considerables. Las televisoras saben de la penetración que el box de las damas tiene entre hombres y mujeres. Ya no es exclusivo del sexo masculino. Y la “Cuisilla” no se mete en a fondo de este asunto, donde también los intereses comerciales se anteponen. Ella confía en la gente a la que le gusta este deporte y quiere ver un buen espectáculo, y el boxeo femenil, paulatinamente, se lo ha empezado a dar.

“No podemos entrar dimes y diretes sobre el box femenil, sus intereses y sus ganancias. Yo creo que nuestras peleas son vistas por millones de personas porque no especulamos, desde el campanazo inicial vamos a tirar golpes”, dice Janeth sobre la actualidad de este deporte en México.

Hasta hace una década, en México las mujeres tenían prohibido pelear en suelo azteca. Eso fue hasta que el nombre de Laura Serrano tomó fuerza. Ella es considerada la pionera del boxeo femenino al proclamarse también como la primera campeona mundial de América Latina. Con Serrano y sus triunfos se puso fin además al boxeo femenil ilegal, pues hasta entonces era una práctica clandestina.

Ahora, las chicas que practican este deporte ya no se preocupan por si pueden pelear o no, sino por cuanta gente las verá. Prueba del rating de las peleas de box de este género es aquella pelea de abril de 2011, cuando Ana María “La Guerrera” Torres enfrentó a Jackie Nava, que alcanzó 25 millones de espectadores, según datos de Televisa, empresa que transmitió ese combate.

CuadroOtro ganchazo que muestra la fuerza que tiene ya el box femenil fue el anuncio que este deporte sería oficial durante los Juegos Olímpicos de Londres 2012. El pugilismo fue, hasta dicha justa mundial, el único deporte que no contaba con una rama femenil.

Las mujeres compitieron en peso Mosca (hasta 50.8 kilogramos de peso), peso Ligero (hasta 61.2 kilogramos), y peso Medio (hasta 72.5 kilogramos).

Y a decir de la “Cuisilla” Pérez, la gente ya no sólo quiere ver hombres en las peleas. “El público quiere cambiarle y ver a mujeres en el ring. Las peleas femeniles son más apasionantes, con más entrega y llenas de emoción”, expresa la “Cuisilla”, una peleadora que siempre va al frente, sin importar que los jueces no le den la pelea, pues lo que quiere es dar espectáculo a la gente que paga su boleto.

Las últimas dos peleas contra Irma García han sido polémicas y, en el afán de dar espectáculo, parece que la “Cuisilla” también ha encontrado su punto débil. “Somos unas guerreras, entregamos todo en el ring, y eso la gente lo valora. Por ello el box femenil sigue en aumento y cada vez lo ve más gente”, dice sin importar que su ímpetu le haya costado también ser derrotada.

El boxeo en México, sin definir sexo, es el segundo deporte predilecto de los mexicanos. Tiene incluso más aficionados que el futbol americano, el beisbol y el básquetbol. Además, en los últimos años el boxeo masculino y femenino volvió a la televisión abierta en México, con lo que no sólo recobró a aficionados sino que ha ganado nuevos seguidores entre niños y jóvenes.

De acuerdo con datos de la Encuesta Anual los Deportes en México 2013, publicada por Consulta Mitofsky,  el box cuenta con 46.8% de preferencia entre los mexicanos, cifra que sólo supera el futbol soccer que reporta 63.7% entre la afición que gusta de ver, jugar o estar enterado de algún deporte.

Entre las campeonas mundiales mexicanas destacan Ana María Torres, Jackie Nava, Mariana Juárez, Esmeralda Moreno, Yazmín Rivas, Zulina Muñoz y Yéssica Chávez. Pero la baraja del boxeo femenil es cada vez más extensa.

MACHISMO EN BOLSAS

Si bien este deporte y su rama femenil ya es toda una realidad en México, las bolsas o pagos por combate que se reparten entre las pugilistas son muy inferiores a los de los hombres. Esta situación, dice la “Cuisilla”, irá cambiando poco a poco, aunque reconoce que eso pasará en muchos años más.

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Pero esto no le preocupa, pues en estos momentos lo que busca es recuperarse y volver a obtener el Campeonato Mundial Gallo de la AMB, mismo que perdió en dos ocasiones contra Irma García; la más reciente, el pasado 7 de abril.

JANETH Y EL MOMENTO DE “TIRAR LA TOALLA”

El box tiene eso: momentos en los que no sólo es difícil levantarse de la lona. También el ánimo se golpea y le aplican cuenta de protección. La boxeadora dice que aunque tiene mucha carrera por delante, las dos derrotas ante Irma García le han hecho pensar, por algunos momentos, en “tirar la toalla”.

“El box tiene eso, que cuando pierdes es muy difícil levantarse. Te pegan en el ánimo y te preguntas si aún tienes más por dar. No me he recuperado al 100% de la derrota”, reconoce. Pero sabe que el tiempo le aconsejará qué hacer. Por el momento esperará a que su promotora le informe qué sigue para la “Cuisilla” Pérez, la boxeadora que nació en una carpintería y saltó a la fama, y la que el destino parece tenerla ahora en una esquina, esperando un nuevo campanazo.

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