Carlos A. Pérez Ricart
05/10/2023 - 12:04 am
¿Tenemos suficientes policías?
«No se trata solo de un tema de cantidad, sino de calidad. En los últimos dos años ha caído en 34% el número de policías estatales que cuentan con Certificado Único Policial (CUP), el documento que acredita que los policías cuentan con conocimientos, perfil, habilidades y aptitudes para su puesto».
Qué gran institución es el INEGI. Todas las semanas —sin excepción— el Instituto difunde alguna encuesta, indicador, índice o estadística que ayuda a comprender la complejidad nacional. Cada publicación es una evocación de lo enorme de México, de la inmensidad de sus retos.
La semana pasada tocó el turno al Censo Nacional de Seguridad Pública Estatal (CNSPE), un ejercicio anual que permite mirar (y comparar) el estado que guardan las instituciones encargadas de la seguridad pública en cada estado de la Federación. Es un clavado a las condiciones de las policías estatales del país. Tres datos llamaron poderosamente mi atención.
El primero, que en la última década apenas ha crecido el número de personal adscrito a las policías estatales. Si en 2013 trabajan 214 mil personas en éstas, al cierre de 2021 la cifra apenas era superior a los 221 mil, tan sólo el 3% más. Considerado el crecimiento demográfico, podemos decir que los estados pretenden combatir la delincuencia con el mismo número de policías que hace una década. Un despropósito.
El segundo dato es un hallazgo que permite constatar que hay policías estatales francamente inexistentes. En Baja California la policía estatal tiene 950 funcionarios, incluyendo personal operativo y administrativo. Colima, estado que tiene el peor índice de homicidios por habitante en el país (113 por cada 100 mil habitantes), tiene menos de 700 policías estatales. Sinaloa, con su enorme problema de narcotráfico, no tiene un cuerpo estatal que supere las dos mil personas.
En contraste con las casi nulas capacidades de algunas fuerzas policiales, resalta la Ciudad de México con casi noventa mil personas en su Secretaría de Seguridad Ciudadana. Eso la convierte en el cuerpo policial más grande de América Latina. Ni duda: no todo mexicano tiene la misma protección. Las estadísticas del INEGI también sirven para echarnos en cara las desigualdades estructurales. Las reflejadas por el último y el tercer punto son tremendas.
El CNSPE nos recuerda que, en promedio, en México hay menos de un policía preventivo (0.9) por cada mil habitantes. En algunos estados, el promedio no llega ni a 0.3 (Sonora, Chihuahua, Jalisco, Sinaloa, Querétaro, Baja California y Coahuila). En contraste, la Ciudad de México tiene una tasa de 3.7. ¿Es mucho? ¿Es poco? Veamos: en 2017 el Consejo Nacional de Seguridad Pública fijó que el estado de fuerza mínimo aceptable debía ser de 1.8 policías estatales por cada mil habitantes. Hoy tenemos la mitad de esa métrica.
No se trata solo de un tema de cantidad, sino de calidad. En los últimos dos años ha caído en 34% el número de policías estatales que cuentan con Certificado Único Policial (CUP), el documento que acredita que los policías cuentan con conocimientos, perfil, habilidades y aptitudes para su puesto. En algunos estados como Guerrero, Tlaxcala, Zacatecas o Hidalgo, más del 40% de su fuerza no tiene CUP. Es decir, no están preparados para realizar su trabajo.
La responsabilidad es compartida, pero fácilmente identificable. Por un lado, está la de los estados que no invierten en sus policías y apuestan a que la Federación les resuelva sus problemas de seguridad. Viven en una lógica de incentivos perversos. Por otro lado, no deja de ser menos cierto que parte del rezago estatal es responsabilidad del gobierno federal que en el último lustro ha eliminado subsidios y programas que tenían el objetivo de apuntalar a las policías estatales. El correlato de la decisión de Palacio Nacional de apostar todas las canicas a la Guardia Nacional es el desmantelamiento de las policías estatales.
Duele decirlo, pero, en su conjunto, el Estado mexicano no tiene mejores capacidades y recursos en seguridad de las que tenía hace cinco años. La Guardia Nacional todavía no alcanza el nivel operativo que en su momento tuvo la Policía Federal y son pocas las policías estatales (por no hablar de las municipales) que muestran mejorías evidentes. Si a todo esto sumamos una Fiscalía General de la República (FGR) con un déficit de miles de agentes ministeriales (será tema de otra columna), lo que tenemos frente a nosotros es un panorama desgarrador.
No, no tenemos suficientes policías. Y ahí estará siempre el INEGI para recordárnoslo.
Carlos A. Pérez Ricart
Carlos A. Pérez Ricart es Profesor Investigador del CIDE. Es uno de los integrantes de la Comisión para el Acceso a la Verdad y el Esclarecimiento Histórico (COVeH), 1965-1990. Tiene un doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad Libre de Berlín y una licenciatura en Relaciones Internacionales por El Colegio de México. Entre 2017 y 2020 fue docente e investigador posdoctoral en la Universidad de Oxford, Reino Unido.
https://dev.sinembargo.mx/author/ricart/
Hay dos leyes, dos variables, que aparentan ser una por ir juntas: La oferta y la demanda. Hay demanda de policías y oferta de narcos (desde halconcillos, pistoleros hasta políticos «presos» y libres). El mercado que palia la cruda del «sueño americano» mueve las variables, unos simplificando de más pegándolas con chicle que también te venden. Y ahí viene la ironía, faltan policías y sobran armas, porque las armas las puede manejar cualquiera que empañe un espejo. Y no se echan nunca a perder, se venden bien en México y Ucrania.
Pos que metan a Mckenzie Ernesto de policía al fin que es un vago y podría servir de algo a la 4T. ¿Quién me apoya?
¿Quién me apoya?…….. Vamos 1,2,3
El estado no tiene suficientes policías y con los que cuenta no tienen la calidad suficiente nos dice el autor Carlos A. Perez Ricard. Muy cierto y ahora que hay menos policias hay menos corrupción, han bajado los índices delictivos? Ricard nos dice que no. Luego entonces el discurso perverso de que las polícias son la fuente de la corrupción es falso. Lo cierto es que el crimen organizado en su versión de cuello blanco ejercido por empresarios y en su versión violenta ejercida por los operadores de los empresarios ejerce una influencia determinante en la economía, política y justicia , con el beneplácito de servidores públicos y funcionarios que no son polícias, quienes se benefician de él, y blindan las actividades criminales. Por lo tanto en mi opinión el autor debería no sólo tocar la artera violencia del gobierno federal en contra de las polícias federales y su escases en próximos análisis y presentar escenarios «desgarradores» , pues sólo sería una descripción, sino el fondo del asunto de la mentira de que las polícias son el origen del mal y hay que acabar con ellos, y empezar a ver el miedo y terror del estado de mirarse en el espejo y reconocerse como la causa del fortalecimiento del crimen organizado. Como alguien dice «las escaleras se barren de arriba hacia abajo». Es hora de escuchar discursos sensatos y por ejemplo analizar si la prisión preventiva en sí misma es una panacea aunque violente garantías; si es cierto que antes de la tempestad, precede la calma; si toda la procuración de justicia ha sido depurada y aún existe la corrupción en la procuración de justicia, Porque no se depura al resto?; Si el tema del crimen es un asunto social, donde empieza y termina la sociedad, acaso los servidores públicos y funcionarios , que no son policías, no son parte de ella ?; Estos temas espinosos son de un periodismo de investigación que pocos están dispuestos a tratar ni siquiera de manera genérica. De nada sirve tener al INEGI, un lamborgini como patrulla ( y a polícías de excelencia como pilotos ) , en una ciudad llena de topes y baches y sin estaciones de gasolina ,y quienes deben dar mantenimiento a las vialidades están interesados en que nunca pase de los 40 Km por hora, y para el colmo a quien se le culpa del paso de tortuga es a la falta de gasolina. Pero a quien se despide es al piloto….
El servicio de policía es visto como un empleo, una chamba. Es la lógica del asalariado y el capataz. Mal pagados y los abusivos jefes. Dónde se cuida la chamba y operan como porfiristas con tienda de raya con un sistema de préstamos que los exprimen. Ser policía es poco atractivo, es mejor dedicarse a la albañilería.
Cuando arrancamos el sistema nacional de seguridad pública se evidenció que todos los gobiernos piden recursos pocos optimizan los disponibles. Cómo hacerles entender que pocos policías pero bien pagados con apoyos para su identidad y pertenencia social harían del preventivo un mejor guardian.
Por cierto, valdría la pena omparara estas cifras con las de 1996, cuando de entonces a la fecha en habitantes hemos crecido en 30millones. Los gobiernos se han comportado igual ante el crecimiento delictivo.
Le falta sumar las policías auxiliares.