Fabrizio Mejía Madrid

21/07/2022 - 12:05 am

Leyendo a Debanhi

Para el caso Debanhi, los medios usaron el término “tragedia”, es decir, el relato de un personaje a quien sus propias pasiones conducen a un final terrible.

Leyendo a Debanhi, por Fabrizio Mejía | Video columna

Esta semana sucedieron tres eventos que están relacionados: los resultados de una nueva autopsia al cuerpo de una mujer de 18 años en Nuevo León; la entrega de un premio literario; y una denuncia judicial de algunas mujeres del PRI en contra de la gobernadora de Campeche. Estos tres episodios están conectados entre sí porque revelan cómo la esfera pública no logra acomodar el tema de violencia contra las mujeres y opta por usarla. De esa desorientación trata esta columna.

La nueva autopsia del cuerpo exhumado de Debanhi Escobar derrumbó la idea promovida por medios de televisión como Milenio y diarios como Reforma y El Norte de que la víctima había provocado su propia muerte. Desde el primer momento de su falta, las autoridades tanto de Nuevo León como de Monterrey trataron de esconder el hecho de que hay 52 mujeres asesinadas en lo que va del año, 41 de ellas en la ciudad capital, Nuevo León. El gobernador, Samuel García, dijo en esos primeros días: “Es un problema que se agravó con la Covid, con problemas de salud mental, de falta de oportunidades.” Lo que quería decir Samuel García era que las mujeres estaban huyendo, no que estaban siendo secuestradas y ejecutadas. Fue hasta el día 13 que la policía “encontró” el cuerpo en una cisterna del Hotel Castillo, un lugar que había sido “cateado” cuatro veces por los cuerpos de seguridad y en cuyos alrededores la familia de Debanhi había instalado su propio campamento de búsqueda; también fue el lugar en el que un chofer de taxi le tomó la última fotografía a la muchacha, esa que se viralizó, la falda de vuelo, los zapatos tenis, el rostro cruzado por un cubrebocas. Ante lo insólito del descubrimiento del cadáver de la joven en el lugar más inspeccionado, el secretario de seguridad de Nuevo León, Aldo Fasci, acuñó una frase: “falla humana masiva”. Otra vez, la idea era evadir la responsabilidad y diluirla en una “masa” de personas que se equivocaron. Era el 21 de abril de 2022. Una semana después, en los canales de televisión abierta de Milenio y Multimedios, la conductora Azucena Uresti transmitió unos videos que contaban la historia de una muchacha que había comprado bebidas alcohólicas para irse a varias fiestas, discutió con otro muchacho, y que terminó cayéndose en el hueco de una cisterna donde se había, finalmente, ahogado. La intención de Uresti, quien en un WhatsApp confesó que su noticiero estaba apoyando a la Fiscalía a pesar del “error humano masivo”, era diáfana: a las mujeres no las asesinan, se accidentan por emborracharse. Para darse ínfulas, Uresti deslizó una insidia final. Dijo: “Al interior de la cisterna encontraron también las pertenencias de Debanhi. Por respeto a su familia, no voy a revelar lo que nos han dicho extraoficialmente respecto a qué tenía en el interior de la bolsa”. Era un chisme que llevaba a su público a pensar en que la chica de 18 años podía haber traído drogas, una pistola, o una carta de suicidio. Nunca lo detalló, pero sembró la duda. En los siguientes días, la televisión privada se abocó a entrevistar a las amigas de Debanhi tratando de responsabilizarlas, ahora, a ellas. Nada se dijo de un feminicida, de un autor material del homicidio, y todo se trató con la beatería, la santurronería que durante siglos ha permitido que las víctimas sean culpables de sus desenlaces: “mujer que sale de noche, ella misma se lo buscó”.

Para el caso Debanhi, los medios usaron el término “tragedia”, es decir, el relato de un personaje a quien sus propias pasiones conducen a un final terrible. La tragedia es una acción que desata un destino que ya está anundado de antemano por los dioses. Nada más alejado de un crimen llevado a cabo por un feminicida que nada tiene de dioses, ni de destinos, sino de la certeza de que quedará impune y se olvidará.

La investigación forense dada a conocer esta semana señala que Debanhi fue asfixiada, estuvo viva mínimo de 5 a 7 días después de su desaparición, y que no murió ahogada en un accidente. Como feminicidio, la atención —esperamos— irá de la propia víctima al criminal, de la bolsa con un contenido inconfesable a un secuestrador, de la última foto que le tomaron a un juicio a los responsables. Se irá precisando —esperemos— el “error humano masivo” con declaraciones ministeriales. Pero jamás olvidemos que la televisión trató de manufacturar la versión de una mujer caída que terminaba cayéndose físicamente; el pecado que precipitó su ruina.

El otro evento fue la entrega de un premio literario. En el Palacio de Bellas Artes, la escritora Cristina Rivera Garza recibió el Villaurrutia por un relato del feminicidio de su propia hermana, como casi todos, todavía impune. Lo insólito fue el comentario de un miembro del jurado, Felipe Garrido, miembro de la desprestigiada Academia de la Lengua, que le descargó un menosprecio. Dijo: “Comprendo la repulsión de Cristina por el asesino de su hermana, pero como lector me intriga ese personaje. Está claro que los crímenes nos fascinan y recupero tres acercamientos cautivantes que exploran los motivos, las formas de actuar, las justificaciones de los feminicidas.” Y, a continuación, el letrado pasó a hablar de Borges, Sábato, y Valadés. Que en la entrega de un premio para un relato literario sobre el feminicidio de tu hermana, un varón confiese que prefiere el punto de vista del asesino, señala con claridad el nivel de desorientación entre ciertas élites que amasan cargos en academias, jurados, y cátedras. Es la misma fascinación por los capos del narcotráfico cuyas víctimas son sólo utilería, soportes escenográficos, accesorios para las disputas de poder entre ellos. Las novelas del narco, las series, telenovelas, están llenas del punto de vista del criminal y casi nunca del dolor descomunal que provocan. Los británicos celebran los aniversarios de Jack “El Destripador” cuyas víctimas, por ser prostitutas, no importan. El asesino se convierte, entonces, en un héroe cultural, un ejemplo a seguir, a tal grado, que tienen decenas de imitadores en la vida real, y no sólo en la literaria. Y es que hablo de esa trivialización de la violencia hacia las mujeres que hay en decirle a una doliente que el arte es tan autónomo en sus valoraciones de gustos y formas, que la realidad no interesa, que no hay razones para que el entretenimiento y la violencia no puedan ser un placer estético. Es alguien que se permite el insulto de demostrar en público que él sólo ve a la literatura en su dimensión ornamental, separada de cualquier historia, política, moral o creencia. Sólo un lector en busca de lo que “fascina”, sin importar que estés en frente de un familiar de una asesinada. Pero, de nuevo, ese episodio delata que ni siquiera un letrado logra acomodar el tema de la violencia contra las mujeres en algún lugar que no sea el entretenimiento.

El último hecho es el de la denuncia de las legisladoras del PRI contra la gobernadora de Campeche por “violencia política de género”. El martes 5 de julio pasado, durante su programa de televisión donde ha dado a conocer audios que desentrañan el lavado de dinero, extorsiones, uso electoral de dinero ilícito del lider nacional del PRI, “Alito” Moreno, Layda Sansores, la gobernadora, deslizó la posibilidad de que ese personaje rufianesco tuviera fotografías de desnudos de las legisladoras de su partido. Lo planteó como una más de las formas de extorsión del líder del PRI. Lo hemos visto en casos como el de la secta NXIVM de Keith Raniere, que exigía los desnudos como una garantía del compromiso de lealtad a toda prueba de sus fieles. Si ellas lo traicionaban, entonces, usaría esas fotografías y confesiones como chantaje. La extorsión es intimidar a otro para obligarlo a hacer algo que le perjudica. Ese es el papel de los desnudos. En un inicio, las legisladoras negaron que existieran aquellas fotos pero pronto le pidieron a Layda Sansores que las borrara. Sin embargo, una semana después, las legisladoras del PRI estaban denunciando a la ex legisladora y hoy gobernadora de Campeche por violencia de género. En el espectáculo de la denuncia habló “Alito” Moreno. Ellas lo respaldaron, se colocaron en torno a él, y levantaron los puños. Una vez más el lugar público de la violencia contra las mujeres era anómalo: se respaldaba al extorsionador y se denunciaba a la que les había advertido, en primera instancia, que tuvieran cuidado con el uso que el rufián de su dirigente nacional podría hacer de esas evidencias.

En los tres eventos de esta semana, los medios fueron más empáticos con el criminal varón que con las víctimas mujeres. En el primer suceso, el de Debanhi, el asesino se atmosferizó, se hizo el salir de noche, los humos del vodka del Oxxo, lo que llevas en la bolsa, el accidente de una cisterna que no es culpable ni siquiera de estar destapada. En algún sentido, que no haya un feminicida en el caso Debanhi, es como decir que fue el Estado, es decir, nadie que hayamos visto. En el del premio literario se prefirió desdeñar a la víctima y sus deudos para elogiar la fascinante psicología de quien la asesinó. Y en el del PRI, el delincuente es el jefe a quien hay que respaldar y defender de otra mujer, una gobernadora mala, que transparenta para los ciudadanos el derecho a saber quién es el dirigente actual de un partido político, es decir, de una entidad de interés público. En los tres casos, las víctimas no existen como tales. Los perpetradores de la agresión se difuminan en vaguedades en donde hasta una crítica es violencia pero el asesinato no es, de entrada, reprobable. Al agresor lo justifica la desobediencia de las buenas costumbres de su víctima, la literatura exquisita, la disciplina partidista. Sin lugar y un lenguaje públicos para las víctimas, el violentador se difumina para seguir impune. Como sociedad todavía no podemos leer a Debanhi.

Fabrizio Mejía Madrid

Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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15 comentarios "Leyendo a Debanhi"

  1. El feminicidio es terrible pero hay dos cosas que debes matizar en tu escrito Fabrizio porque estas olvidando detalles o sutilezas de manera tendenciosa.

    Primera cosa es que Debanhi es una victima pero eso no quiere decir que sea como el Señor Escobar la pinta, reconozco que hubo omisiones en su caso pero tambien hubo manipulacion del señor Escobar.

    En cuanto a lo del escritor Garrido, su comentario era puramente literario acerca del estilo y solo eso.

  2. La palabra tragedia no sólo tiene la connotación clásica. Como diría el poeta cursi: “ somos arquitectos de nuestro propio destino “.
    Creo que la multiplicación de los problemas que nos aquejan, se debe principalmente a la pésima gestión del hombre que despacha en Palacio Nacional. Siempre amarrando navajas a través de sus provocaciones matutinas baladíes. Así cómo.

  3. Irónico que la «belleza» mata y ataranta. Los regios y demás mexicanos intoxicados por las mujeres altas-delgadas-blancas, comentarista y occisa, fabrican y consumen el chisme. Sin «belleza» no hay comentarista ni occisa tan famosas y sabemos que hay más casos por ahí que sin belleza se pasan por alto y se consideran de segunda y tercera categoría. La «fren» bien entrenadita en cuidar los intereses de los poderosos, que contratan y consumen «belleza» para pasar el rato y presumirlo ante otros machos. Olvidaron que el público buscará justicia para sus prototipos de novias virtuales aunque pasen por alto a las «feas» no altas-delgadas-blancas. La «fren» hasta seleccionada por el INE para hacerle preguntas incómodas a los candidatos que se atrevan a gobernarnos ha perdido la cuarta belleza.

    1. Debes ser otro acomplejado más educado por las portadas de la revista Hola.
      Las mujeres prietas, morenazas, de tipo mexicano son muy hermosas. Esa estigmatización es rollo que se quedó en el siglo pasado . Supéralo, coño.

      1. Quien dijo que las bajitas-gordas-morenas no son guapas? Lo son! Pero mi punto no lo captas. DESGRACIAMENTE las flaquitas-blanquita-ojos-grandes tiene TODA LA ATENCIÖN por ser asi y las periodistas populares que se atarantan tambien son asi: Televisa, Tvazteca, Milenio, etc, etc, etc… Mientras que las que mencionas no tienen esa suerte, ni de ser periodistas ni de ser atendidos sus feminicidios. De hecho parece que es mas importante el blanquicidio que el morenicidio. Gracias.

    2. Por ningún lado veo Rubias. Ni en la televisión, ni en los periódicos, ni en la radio. Por cierto, estos medios están detrás de las plataformas de internet. Y en internet puedes escoger los contenidos y colores que quieras.
      Según tu teoría, el supremo escogió una mujer blanca y rubia por acomplejado.

  4. Fabulosas tus dos últimas columnas Fabrizio, solo desapruebo el uso que le das a los términos santurronería y beatería, son muy generalizantes de la fe y de la espiritualidad. Excelente tu percepción sobre los tres casos y sus evidentes reflejos de nuestra sociedad.

    1. Excelente análisis; toca lo social, lo antropológico, señala lo ético, destapa lo político, desnuda la falsa moral y restrega la inacción, la complacencia con la complicidad y ahí donde están las causas, están las soluciones.

  5. Casi de acuerdo con la totalidad del artículo; sin embargo, esa fascinación de la sociedad, no sólo de MX sino a nivel Mundial, por el victimario y no por la víctima, es algo no ha sido tratado o plublicado, de manera científica. Y esa es la falla que le veo a este artículo: es sólo un grito más de queja pero no de solución. El quejarse no lleva a nada. Hay que investigar el por qué: el por qué la socieda se siente más atraída, a los que les aplica, por Dart Vader que por los insípidos y olvidables, paladines del bien de la Guerra de la Galaxias. Para finalizar, no hay que perder el tiempo, con los idiotas que dicen que estos femicidios son debidos a la política de la 4T. Para mí, antes hubo un chingo de feminicidios que no se publicaban, hoy existen por igual, y en el futuro seguirán existiendo. Lo verdaderamente interesante, es saber por qué?

  6. Excelente y esclarecedor análisis. La descripción de los tres casos se enfoca a lo esencial, a lo que subyace tras los hechos y eso lo hace valioso. Ya no estoy en edad de ser fan de nada ni de nadie, sin embargo (¡!) ello no me impide brindarte mi sincero reconocimiento a tu calidad moral e intelectual como escritor-analista-periodista. Lástima que falten lectores para tan buen escritor; muchos, somos pocos. Un abrazo fraterno Fabrizio.

  7. Se debe investigar a la «periodista» Azucena, es muy sospechoso su manejo del caso, juzgando a la víctima y «esclareciendo» el caso. Su «análisis» de los vídeos y sus conclusiones van más allá de ser una pseudoperiodista vendida a los peores intereses. Hay algo más, deben investigar a fondo a todos los interesados en que el caso se cerrara culpando a la mujer por haber comprado alcohol, andado en fiestas y haberse caido

  8. Cuando se evidenció el apoyo de Uresti a la Fiscalia, esa desaparició durante varios días de su programa, ni ella ni el canal dieron explicación alguna y cuando regresó quiso dar a entender que tenía un gran apoyo de la gente por su honestidad … así se la gastan los buitres de los medios ???

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