Gustavo de Hoyos Walther
05/07/2022 - 12:03 am
Nada está escrito
El triunfo de la oposición en 2024 es posible, pero no ocurrirá sin que todos los actores políticos y cívicos del país se unan y logren actuar con lo que el filósofo, Niccolò Machiavelli, denominó la virtud política.
En su libro La Tercera Ola, publicado en la década de los ochenta del siglo pasado, Samuel P. Huntington escribía, quizás de manera optimista, que América Latina había abrazado por fin la democracia liberal. De vivir ahora, se habría dado cuenta de que mantener la democracia puede ser más complicado que obtenerla.
Países como Venezuela estaban condenados a perderla, cuando en 1999, Hugo Chávez arriba al poder. Un año después, sin embargo, México dio un paso monumental hacia la democracia. En ese año, por primera vez, el candidato de un partido diferente al PRI se convirtió en Presidente de la República. Fue un triunfo de la voluntad ciudadana y una derrota de lo que hasta ese momento había sido el destino político de una Nación: el triunfo ineluctable del partido casi único.
Para llegar a ese momento cumbre de la democracia mexicana muchas cosas tuvieron que ocurrir primero. Podría decirse que el antecedente lejano del triunfo de Fox en el año 2000, lo constituyó el movimiento estudiantil de 1968, que fue una revuelta juvenil contra el autoritarismo priista. La generación de «las flores en tu pelo» puso en evidencia a un régimen que ya no podía contener el impulso cívico de la sociedad mexicana. Otro antecedente político al triunfo del PAN en el año 2000 fue la reforma política impulsada por Reyes Heroles en 1977, que modificó la integración de la Cámara de Diputados con el propósito de promover la representación a los partidos minoritarios, creando así un sistema mixto que mezcló el principio de representación de mayoría relativa con el de representación proporcional. Podemos incluir aquí también el triunfo del primer Gobernador de oposición, después de 60 años, Ernesto Ruffo Appel. No menos importante fue la Constitución del primer Congreso federal sin mayoría del PRI en 1997. Pero la gran hazaña cívica que permitió la alternancia hace 22 años fue ciertamente la constitución del, en ese entonces, llamado Instituto Federal Electoral, sin el concurso del cual difícilmente habría llegado un partido diferente al PRI a detentar el Poder Ejecutivo.
El triunfo de Fox en el año 2000 significó también la llegada de la alternancia como una constante en el comportamiento político de los mexicanos. Así, aunque en 2006 repitió el PAN en la Presidencia de la República, los ciudadanos castigaron a ese partido y le dieron una nueva oportunidad al PRI en 2012. Tras la decepcionante actuación del Gobierno encabezado por el Presidente Enrique Peña Nieto, nuevamente la ciudadanía decidió negarle el triunfo al PRI en 2018, decidiéndose, en cambio, por darle una oportunidad a la izquierda obradorista.
Este hábito ciudadano por castigar a los malos gobernantes no ha ocurrido solamente en las elecciones presidenciales. Es una práctica que ha tenido lugar en elecciones legislativas federales, así como en elecciones estatales y locales. Se podría decir que cambiar de Gobierno es ya una tradición política en México.
Si esto es cierto, el triunfo del oficialismo obradorista no está de ninguna manera garantizado en el 2024.
La gran contribución de la campaña política exitosa de Vicente Fox en el 2000 es haberle revelado a los ciudadanos mexicanos que ellos son los verdaderos sujetos de la historia. «Nada está escrito», dijo Peter O Toole, en su personificación de Lawrence de Arabia, en la película homónima, dirigida por David Lean.
Tenía razón: nada está escrito en el futuro político de México. El triunfo de la oposición en 2024 es posible, pero no ocurrirá sin que todos los actores políticos y cívicos del país se unan y logren actuar con lo que el filósofo, Niccolò Machiavelli, denominó la virtud política. Nada está escrito, pero todo depende de nosotros.
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