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Andrés Neuman habló con SinEmbargo con motivo de Umbilical (Alfaguara), un libro que retrata la espera de un padre para conocer al hijo que crece dentro de su compañera.

Ciudad de México, 19 de junio (SinEmbargo).- «Un hijo es un reloj de arena», puntualiza el escritor Andrés Neuman. «Por un lado todo se proyecta, todo es futuro, horizonte, planes, preparar lo que va a venir» comenta en entrevista. Y añade: «también hay una relectura muy, muy intensa de nuestra infancia, de nuestra relación con nuestra madre, con nuestro padre, es decir, hay como un flash forward y un rebobinado simultáneo que genera mucha perplejidad y unas emociones muy contrapuestas».

Neuman, nacido en Argentina y exiliado en España durante su infancia, ha publicado Umbilical (Alfaguara), un libro que retrata la espera de un padre para conocer al hijo que crece dentro de su compañera. En este caso, él comparte las sensaciones del antes, durante y el después del nacimiento de su hijo Telmo.

«Umbilical plantea una cosa que a mí me parecía poéticamente interesante y es cómo narrar con palabras un amor que todavía no las tiene, cómo escribir una carta de amor a un ser pre racional y pre verbal, y de algún modo la poesía ha vivido siempre preguntándose por los límites de la gramática misma y por cómo nombrar aquello que no tiene aún nombre y esto vale lo mismo para una emoción poética que para una criatura que, por ejemplo, todavía no ha sido bautizada con ningún nombre. Ese ponerle nombre a un amor desconocido, creo que tiene mucho que ver tanto con la paternidad como con el mecanismo verbal del nombrar mismo», señala el autor durante la plática.

Neuman concede que en los primeros pasos de la paternidad existe una añoranza para que el tiempo permanezca quieto y que esta primera infancia dure para siempre. Además explica esa condición que implica que «una criatura pequeña sea una máquina del presente»:

«No importa el futuro y todavía no hay memoria, de manera que una criatura pequeña es una máquina del presente. Hacen falta toneladas de filosofía, de libros y de autocontrol para obtener un ápice de la capacidad que tiene cualquier criatura pequeña para estar en el aquí, ahora, de manera radical».

En un Umbilical, Andrés Neuman escribe:

“Como no tengo madre, vos no tenés abuela. Me estás dejando huérfano de nuevo, hijo, por puro amor”.

Cuestionado sobre cómo los hijos nos agudizan las ausencias, explica que una de las cosas que se reabren con la paternidad son esos conflictos que no son nuevos, en su caso dos conflictos muy fundacionales de su vida: los del exilio y el de la orfandad.

“La aparición de mi hijo Telmo, del que estoy profundamente enamorado, me desarmó con la inmediatez con la que detectó inmediatamente esos conflictos que yo ya creía superados. Por un lado, en cuanto a mi madre […] El otro conflicto, como te decía, era el del exilio. Yo pasé mi infancia, primero en Argentina, y después en España y digamos, por así decirlo: fui un niño español criado por una familia argentina. Toda mi familia era argentina, pero he pasado casi toda mi vida en España”.

Sobre el primero señala “la certeza evidente y misteriosa” de que no poder darle una abuela a su hijo por su lado. Eso, confiesa, lo llena “de una desolación y de una soledad que yo no sentía desde que había muerto mi madre”. Sin embargo, precisa que también lo empuja a una labor amorosa, “que es muy bella, que es la misión de narrar a esa abuela, su abuela, permanentemente. Precisamente porque mi madre no está tendré que hablarle mucho de ella y eso hace como que reaparezca el fantasma, en el buen sentido”.

En cuanto al otro conflicto, se refiere a un “frágil equilibrio” que él tenía “más o menos solventado, con la torpeza inevitable del caso, y de pronto viene mi hijo, que es andalucísimo, que va a hablar andaluz y ser andaluz, al menos en un principio, a señalarme cuán extranajero sigo siendo; cuando le enseño el nombre de las frutas, tengo que elegir entre mis dos orillas. No sé si lo que se está comiendo es una frutilla o una fresa, si es un durazno o un melocotón, y en esta duda cotidiana hay una reaparición entre la distancia de las orillas”.

Y añade: “Mi hijo sabrá muy pronto que su padre, en cierta forma, es extranjero, entonces me parece como muy fascinante, por un lado, los nuevos conflictos y preguntas que se abren, con la aparición de la nueva vida, pero también la implacable precisión con la que la crianza te obliga a releer tus conflictos anteriores”.

Neuman advierte que de fondo su texto obliga a ver la paternidad de distinta manera y romper con los arquetipos existentes sobre la figura del padre. Él identifica tres:

“El padre bíblico, el padre terrible que encarna la ley patriarcal, y con el que tendremos que ajustar cuentas en algún momento de nuestra vida”, “el padre ausente, que es un padre multitudinario, que nos ha dañado por omisión, por todo lo que no hizo o debió haber hecho y nos hubiera gustado que hiciera”, y “el padre héroe y todas son reencarnaciones, hasta en la ciencia ficción, del enésimo padre pedorro que no contento con salvar a su hijo, a su mujer y a su familia, quiere salvar a su país y al pinche planeta entero”.

Sobre este último tipo de padre profundiza: “no sólo oprime con esta especie de cualidad ejemplar insoportable, sino que en el fondo es muy doloroso para quien lo ejerce porque te impide mostrar tu vulnerabilidad, expresar tus dudas, humanizarte frente a tu hijo; es decir, no hay nada más horrible que pretender ser el héroe de tu hijo y es una labor condenada a la decepción. Cuando tu hijo descubra que sólo eres una personita va a haber un alejamiento del que no te vas a reponer nunca”.

Lamenta que esos tres modelos son los que hay y que no abunden modelos de padres que cuidan, de padres que se relacionan desde sus limitaciones a partir de la ternura, padres que traten de conciliar su trabajo y la crianza, “es decir, padres que tratan de aprender más y mejor, esos padres que hay cada vez más en los parques y en mi entorno, y en los que sigue habiendo un silencio público y ni que hablar literario, que a mi me parece inquietante”.

“No hay muchos libros sobre eso, nuestras compañeras escritoras han escrito mucho sobre eso y muy bien sobre distintos tipos de maternidad y sobre la no maternidad, que es una parte fundamental de la maternidad, la de oponerse al mandato de tener hijos. No puede ser más que inevitable que en algún momento se abra una conversación pública y estética acerca del imaginario del padre, que no puede salir indemne o permanecer estático ante la revolución de género que estamos viviendo”.

Obed Rosas

Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.

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