México

Guz es un mercadólogo con una discapacidad motriz, Jumko es una mujer afromexicana queer, Jobis es un ingeniero agrónomo wixárika y Samantha una mujer de 90 años fundadora de un albergue para adultos mayores que pertenecen a la comunidad LGBTQ+.

Ciudad de México, 18 de junio (SinEmbargo).– Dentro de la comunidad LGBTQ+, también hay miembros de pueblos indígenas, afromexicanos, adultos mayores y con discapacidades que han sido invisibilizados y doblemente discriminados. Ellos, ellas y elles enfatizan que en uno de los países líderes en homofobia también tienen derechos sexuales, por lo que llaman a poner su existencia sobre la mesa.

Sólo por orientación sexual e identidad de género, sin considerar pertenecer a un grupo minoritario históricamente excluido, del 2012 a marzo del 2022 el Consejo Nacional contra la Discriminación (Conapred) ha registrado mil 175 quejas de prácticas discriminatorias en el ámbito laboral, servicios públicos y en cultura, recreación y esparcimiento.

«Se les dice que son personas enfermas, que no merecen respeto, que no son iguales al resto. Esta discriminación hace que se vean forzadas a ocultarse, a no expresarse y a no ejercer sus derechos. Es frecuente que este rechazo y acoso sistemático afecte su salud e incluso que tengan mayor probabilidad de desear terminar con su vida», concluyó el Conapred y la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) con los resultados de la Encuesta sobre Discriminación por motivos de Orientación Sexual e Identidad de Género 2018 (ENDOSIG), donde el 9 por ciento de los participantes era adulto mayor.

El primer contingente de adultos mayores LGBT+ de la marcha del orgullo se formó en 2019. Foto: Instagram Casa Vida Alegre.

«SIEMPRE HEMOS ESTADO»

Guz Guevara tiene 31 años, nació en San Luis Potosí, tuvo la oportunidad de estudiar Mercadotecnia Internacional y hace medio año se mudó a la Ciudad de México, donde participará en el primer contingente de personas con discapacidad en la marcha del orgullo de este año.

Tiene una discapacidad motriz, es usuario de silla de ruedas porque sus huesos se fracturan con facilidad y desde los 20 años es abiertamente un hombre gay. Hace un par de días, aunque ya había comprado sus boletos en línea, no pudo ingresar a un cine en avenida Reforma por falta de rampas lo que señaló como una discriminación indirecta.

«El mundo te dice que eres una decepción por vivir con discapacidad y te dice que eres una doble decepción por no ser heterosexual, pero somos una realidad. Sin embargo, pocas veces se nos ha dado la delantera en visibilidad. Seguimos estancados en una visibilidad bastante estereotipada de qué visibilidad es socialmente aceptada hacia afuera de las poblaciones LGBTQ+, pero sobre las personas que disidimos de esas normas, en mi caso personas con discapacidad, va siendo hora de que se ponga el tema sobre la mesa», afirmó.

Y agregó entre risas: «Incluso dentro de las poblaciones LGBTQ+ desdibujan tu sexualidad si tienes discapacidad, dicen que esa es otra lucha».

Guz con un abanico con los colores de la comunidad LGBTQ+. Foto: Chío Sáenz, especial para SinEmbargo.

Aunque «pareciera algo sorprendente», Guz dijo que las personas con discapacidad también tienen sexo y derecho al goce, pero la falta de sensibilidad y «un error colectivo» de verlos como «infantes eternos» no sólo les ha negado sus derechos sexuales y reproductivos, sino también los expone a abusos sexuales.

«Sobre todo el riesgo de que las mujeres con discapacidad sufran un abuso sexual se triplica. Es algo abismal y sorprendente que en 2022 México esté apenas poniendo el tema de la sexualidad de las personas con discapacidad y, dentro de esa sexualidad, existimos los que no entramos en un encasillamiento heterosexual», afirmó.

Jobis es un wixárika gay de 26 años. El ingeniero agrónomo nació en Mezquitic, Jalisco. Foto: Instagram de Jobis Shosho.

Guz se siente privilegiado porque su familia lo apoyó e incluyó como discapacitado y gay, y pudo acceder a la universidad, respecto a otras personas con alguna discapacidad que no tienen estudios ni red de apoyo por sus particulares entornos.

«Decidí que tenía que hacer algo con mi privilegio, que más personas tengan acceso a un estilo de vida con título universitario, a ser autónomos, a ser autosuficientes y entré al activismo de lleno», compartió.

Invitó a todas las personas con discapacidad LGBTQ+ a participar en el primer contingente dentro de la marcha del orgullo. «No son las únicas en este planeta, en este país, habemos muchísimas y esta vez queremos hacerlo de forma organizada para que la sociedad se dé cuenta de que siempre hemos estado y siempre vamos a estar, más visibles y fuertes que nunca», aseveró.

«VIVO UN RACISMO MÍSÓGINO»

Jumko Ogata es una mujer afromexicana queer que nació en Xalapa, Veracruz. La escritora de 25 años dijo que es importante visibilizar que también existen personas afromexicanas pertenecientes a la comunidad LGBTQ+ para atender específicamente sus necesidades, las cuales no son las mismas que las de los afromexicanos heterosexuales o LGBTQ+ no racializados.

«Las campañas mediáticas de la comunidad LGBTQ+ suelen protagonizarlas personas cisgénero, blancas, que no viven con discapacidades y se empieza a generar en el imaginario público la noción de que son grupos separados sin pensar en que existimos personas afromexicanas LGBTQ+», afirmó.

En México hay alrededor de 2 millones de afromexicanos concentrados en Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Valle de México, Baja California, entre otros estados, de acuerdo con un censo del Inegi.

Jumko es escritora. Foto: Instagram de Jumko.

Su experiencia con la lesbofobia, dijo, no ha «sido tan fuerte» en el sentido de que sólo ha sido víctima de «miradas o comentarios raros» sin llegar a alguna agresión física. Pero sí ha sido víctima de racismo misógino, incluso dentro de espacios afromexicanos o de personas racistas de la comunidad LGBTQ+.

«Vivo un racismo misógino, una violencia antinegra dirigida especialmente a las mujeres que no es la misma violencia racista que viven los hombres. Nunca he pensado que se combinan [discriminación por ser afro y lesbiana], sino que siempre que me ha ocurrido es con esta perspectiva de que viene desde varias formas de opresión», dijo la escritora.

Samantha Flores (izquierda) es una mujer trans de 90 años que nació en Orizaba, Veracruz, y fundó la casa Vida Alegre para darle mayor calidad de vida a adultos mayores LGBTQ+. Según datos del Inegi citados por el albergue, en México hay un millón de adultos mayores que se identifican dentro de la comunidad. Foto: Casa Vida Alegre

La veracruzana, entendiendo los procesos de cada quién y el contexto particular para salvaguardar la integridad, aseguró a los afromexicanos LGBTQ+ que no tienen por qué vivirlo en soledad y que busquen redes de apoyo.

«Hay muchas más personas como ellas, ellos, elles; definitivamente no tienen por qué pasar por esto en soledad. Hay muchas formas de acompañamiento, es muy importante tejer redes de personas que nos acepten tal y como somos, crear comunidad ya sea con personas de su misma orientación sexual o identidad de género y también con personas heterosexuales que estén dispuestas a desmantelar su propia homofobia interiorizada», invitó Jumko.

Porcentaje de la población encuestada a la que se le negó injustificadamente al menos un derecho en los 12 meses previos. Imagen: Encuesta sobre discriminación por motivos de orientación sexual e identidad de género 2018 (Conapred, CNDH).

Además de personas con alguna discapacidad y afromexicanos LGBTQ+, hay miembros de pueblos indígenas y adultos mayores de esta comunidad anteriormente invisibilizados.

Es el caso de Jobis, un wixárika de 26 años originario de Jalisco que participó recientemente en la marcha del orgullo de Nayarit y Samantha Flores, una mujer trans de 90 años que llegó de Orizaba, Veracruz, a la Ciudad de México, donde fundó la casa Vida Alegre, un albergue para garantizar una mejor vida a los adultos mayores LGBTQ+, por ahora cerrado por la pandemia.

Dulce Olvera

Reportera de temas de crisis climática, derechos humanos y economía. Egresada de la FCPyS de la UNAM.

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