Adela Navarro Bello
15/06/2022 - 12:05 am
La necedad de Alejandro Moreno
«¿Será el fin del PRI? Es pregunta que se responderá el 4 de junio de 2023, cuando, de permanecer en la dirigencia tricolor, se verá si Alejandro Moreno fue capaz de perder 12 gubernaturas en dos años».
Hasta Alejandro Moreno Cárdenas, en los últimos seis años, presidente del PRI que pierde elecciones, renuncia al partido. El apodado Alito se niega a retirarse de la dirigencia nacional tricolor, y el partido de institucional ya no tiene nada. Después de una encerrona con ex líderes de ese instituto político y coordinadores parlamentarios, refirió como buen derrotado estoico: se va el 19 de agosto de 2023, “ni un día antes, ni un día después”.
Su justificación es que fue electo para un periodo de cuatro años, y que es, además, parte integral de un plan a futuro con la alianza Va por México, también derrotada, que incluye al Partido Acción Nacional y al Partido de la Revolución Democrática.
Antes de recuperar la Presidencia de la República con Enrique Peña Nieto, el PRI estuvo dos sexenios en la “oposición”, las comillas se justifican con los acuerdos que desde el poder legislativo establecieron con los gobiernos panistas, para darle “gobernabilidad” al país, y mantener posiciones en estados y órdenes de Gobierno.
En el sexenio de Vicente Fox Quesada, el PRI tuvo cuatro dirigentes, Dulce María Sauri Riancho (1999-2002), Roberto Madrazo Pintado (2002-2005, dejaría la presidencia tricolor para convertirse en el segundo priísta en perder una elección presidencial), y Mariano Palacios Alcocer (2005-2007).
Los seis años que gobernó el albiazul Felipe Calderón Hinojosa, por la dirigencia del PRI transitaron seis priístas. Mariano Palacios Alcocer, quien sobrevivió en la posición hasta el 2007, Beatriz Paredes Rangel (2007-2011), Humberto Moreira Valdez (10 meses del 2011), Cristina Díaz (10 días en 2011), Pedro Joaquín Coldwell (2011-2012) y Cristina Díaz (12 días en 2012).
Ya con Presidente de la República emanado de ese partido, con Enrique Peña Nieto al frente, el PRI tuvo seis líderes nacionales: César Camacho Quiroz (2012-2015), Manlio Fabio Beltrones Rivera (10 meses de 2015 a 2016), Carolina Monroy del Mazo (21 días en 2016), Enrique Ochoa Reza (2016-2018), René Juárez Cisneros (3 meses en 2018) y Claudia Ruiz Massieu (13 meses entre 2018 y 2019).
A partir de agosto de 2019, inició la dirigencia de Alejandro Moreno, quien había sido Gobernador de Campeche. En una declaración del Senador Miguel Ángel Osorio Chong, precisamente al salir de la encerrona priísta con su todavía líder nacional, dijo que de 19 elecciones a Gobernador que ha habido, han perdido 19.
La realidad para el tricolor, es que, en el 2019, cuando Alejandro Moreno se hizo de la dirigencia, ese partido gobernaba en 12 entidades federativas. En las elecciones del 2021 perdió ocho, y en los comicios de 2022, perdió dos. Ahora solo le quedan dos estados, Coahuila y Estado de México (tres si consideramos que con la alianza Va por México, pero con un priísta a la cabeza, ganaron Durango), que renovarán la gubernatura el próximo año, en el 2023.
Ciertamente, de la mano de Alito, sea solo o en compañía de otros partidos, el PRI va en decadencia, y Moreno no lo quiere reconocer.
Como se anotó al inicio de esta columna, antes de Alejandro Moreno Cárdenas, perder tantas gobernaturas en tan poco tiempo, significaría la renuncia del dirigente nacional, ante la impericia para, por lo menos, mantener aquellos estados en los que ya gobernaba. Hace unos días, fue derrotado en dos importantes bastiones tricolores, Oaxaca e Hidalgo, y aunque el dirigente culpa a los gobernadores que entregaron su estado al partido en el poder, es evidente que hubo falta de liderazgo interno en el PRI.
Seis años atrás, el partido lo encabezaba Manlio Fabio Beltrones Rivera, en 2016. El PRI venía de las elecciones intermedias de 2015, cuando logró 203 escaños en la Cámara de Diputados, más los de sus aliados, para hacerle llevadero el último trienio del Presidente Enrique Peña Nieto. Pero ya la oposición crecía en los Estados.
Para las elecciones del 5 de junio de 2016, el PRI de Beltrones perdió siete de 12 gubernaturas, en cuatro estados perdió por primera vez: Tamaulipas, Durango, Quintana Roo y Veracruz.
Quince días después de la, para entonces, más aparatosa derrota tricolor, el 20 de junio de 2016, Manlio Fabio Beltrones Rivera, renunció al PRI. Reflexionó en la conferencia en la que anunció su salida: “La vida y la política siempre imponen retos que muchas veces no están en nuestras manos resolver, no obstante, siempre es necesario actuar con responsabilidad y asumir con lealtad las consecuencias… En congruencia con el compromiso de servicio y disciplina que asumí al tomar posesión del cargo de presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI es que hoy presento mi renuncia ante esta comisión”. Por congruencia.
Dos años después, en mayo de 2018, cuando ya el candidato del PRI, José Antonio Meade Kuribreña se ubicaba en el tercer lugar en las encuestas de intención del voto a la presidencia de la República, muy por debajo del hoy Presidente Andrés Manuel López Obrador, y cerrado del panista Ricardo Anaya Cortez, el dirigente del PRI, Enrique Ochoa Reza, renunció al partido a menos de 60 días de celebrarse los comicios. No había sido capaz de unir al priísmo, y el candidato Meade metió mano para que asumiera el cargo René Juárez Cisneros.
Después de 75 días en la presidencia del PRI, y a 16 días de la peor derrota del PRI en una elección federal presidencial, relegado al tercer lugar, René Juárez renunció a la dirigencia. También, como en 2016 Beltrones, Juárez reflexionó: “Hoy veo un PRI alejado de sus bases, que reclama cercanía de su dirigencia y demanda respeto; hoy veo un PRI en el que se ha infiltrado la simulación y demanda democratizar sus procesos internos y la toma de decisiones (…) pareciera que no leímos bien el 68, el 88, el 97, el 2000, ni el 2006 y como partido perdimos la gran oportunidad del 2012”.
Y efectivamente, cuatro años después de aquel discurso del hoy fallecido René Juárez, en el PRI ni hay liderazgo, ni cercanía con sus bases, ni democracia en sus procesos internos o en la toma de decisiones, y sí, un obstinado dirigente que a pesar del fracaso de sus estrategias, de sus alianzas y de haber perdido 10 gubernaturas en un año (en las elecciones del 6 de junio de 2021 perdió Sinaloa, Tlaxcala, Sonora, Colima, Zacatecas, Guerrero, Campeche y San Luis Potosí (con el Verde), mientras el 5 de junio de 2022, perdió Hidalgo y Oaxaca), se resiste a creer que el problema sea él, y se aferra ante los grupos priístas a seguir en la dirigencia. Ahora sí que ni por el ejemplo de congruencia de Manlio Fabio, la reflexión de una carencia de unidad de Juárez, o la institucionalidad priísta que ante las derrotas cambia de cabeza, Alejandro Moreno recapacita.
¿Será el fin del PRI? Es pregunta que se responderá el 4 de junio de 2023, cuando, de permanecer en la dirigencia tricolor, se verá si Alejandro Moreno fue capaz de perder 12 gubernaturas en dos años, o de retener los últimos dos bastiones priístas, entre ellos, el estado con el mayor número de electores en el País, el Estado de México.
Eso sin contar la carpeta de investigación que se le ha iniciado al dirigente del PRI, por enriquecimiento ilícito, defraudación fiscal, lavado de dinero, peculado, abuso de autoridad, uso indebido de atribuciones y facultades… que bueno, ese es otro tema.
Una mezcla de ceguera, cinismo y egoísmo es lo que le está impidiendo renunciar al PRI al autollamado Alito. Aun siendo un partido integrado principalmente por gente que únicamente se guiaba por su interés personal, sin tomar en cuenta el de la sociedad, sorprende que estén de manera pasiva viendo cómo Alito ya ha cavado la tumba del PRI y no hagan nada para deshacerse de este personaje sumamente corrupto que no tiene remedio. Semana tras semana se difunden audios en los que se escucha a Alito fraguar nuevas ilegalidades y componendas. y él tan tranquilo.
Pero… a quien ponen creatura? El pri va en decadencia por su gente, y el dirigente es parte de la gente y sustituirlo sería con gente del mismo tipo. Si pusieran a alguien «decente» (que no hiciera trampas), menos cosas ganaría el pri! Triste realidad.