Economía

De acuerdo con el CEEY, la baja participación de las mujeres en actividades remuneradas se asocia con el elevado trabajo de cuidados que realizan dentro y fuera del hogar, lo que las mantiene fuera de la PEA o en trabajos de baja remuneración y limitadas posibilidades de desarrollo laboral. Para el cuarto mes de 2022, la brecha de género en la participación laboral es de 31.14 por ciento.

Ciudad de México, 2 de junio (SinEmbargo).- Entre 2006 a 2019 las mujeres mexicanas tuvieron menos posibilidades que los hombres de transitar del desempleo o del trabajo no remunerado hacia un empleo pagado, así como acceder a una cobertura de los servicios de salud, reveló un estudio del Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY).

Esto se debe, en buena medida, a  que tienen a su cargo casi la totalidad del trabajo de cuidados, y lo realizan de forma no remunerada, en el ámbito privado, al margen de la protección y de la seguridad social, refiere el mismo reporte.

De acuerdo con el informe, aunque la mayor desventaja de las mujeres para su movilidad laboral es «pasar del trabajo en el hogar, el desempleo o las tareas no remuneradas a tener un empleo remunerado» —obstáculo se acentuó durante los dos últimos años con la pandemia de COVID-19—, la desigualdad y vulnerabilidad no acaba para las mujeres empleadas, ya que enfrentan menores salarios, escasas oportunidades de ascenso y falta de prestaciones sociales, en comparación con los hombres.

El director de movilidad social del CEEY, Rodolfo de la Torre, comentó a SinEmbargo que, con cifras previas a la pandemia, se sabe que de las 45 millones de mujeres mayores de 15 años, sólo la mitad, unas 22.2 millones de ellas, se encuentran dentro de la Población Económicamente Activa (PEA), y de ellas sólo siete de cada 10 llegan a tener un empleo remunerado durante un año. En contraste, dijo, nueve de cada 10 hombres tienen trabajo remunerado.

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Las cifras más recientes de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), muestran que en abril de 2022 la brecha de participación laboral fue de 76.3 por ciento para los hombres y de 45.6 por ciento para las mujeres. Con estas cifras se evidencia que aunque las cifras de participación son similares a los primeros meses de la pandemia de COVID-19 (en el primer trimestre de 2020 la participación fue de 45.1 por ciento, mientras que la de los hombres alcanzó 76.4 por ciento), aún se tiene una amplia brecha de género con un total de 31.14 puntos porcetuales, una de las brechas más amplias a nivel mundial y regional.

«Hay algo que las está deteniendo para incorporarse al mercado de trabajo y alcanzar una actividad remunerada. ¿Qué es lo que hay detrás?, pues fundamentalmente que las mujeres están dedicando gran parte de su actividad al cuidado de otras personas, ya sea niños, enfermos, ancianos; las labores del hogar, y en ocasiones a labores que no son pagadas, como atender el negocio familiar, o realizar alguna tarea de ayuda para que otros miembros del hogar obtengan el ingreso», explicó el especialista a este medio.

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Aunque al cuarto trimestre de 2019 una mayor proporción de la PEA (22.2 millones de mujeres y 35.1 millones de hombres) permanecía en ocupaciones remuneradas respecto al promedio 2006-2018, con la llegada de la pandemia hubo una ligera reducción en la brecha que favorecía a los hombres sobre las mujeres en este ámbito. Para los primeros seis meses de 2020 la brecha de movilidad laboral entre hombres y mujeres había aumentado significativamente en trabajo remunerado, acceso a servicios de salud y elevación en ingresos, con un total de 18 millones de mujeres y 30.4 millones de hombres.

En la primera mitad del segundo año de la COVID-19, la PEA ya tenía niveles similares a los de 2019, con 22.7 millones de mujeres y 35.2 millones de hombres. Al último trimestre de 2021, la recuperación del mercado de trabajo mantenía la baja movilidad laboral relativa de las mujeres respecto a los hombres, pero con mejoras en la la permanencia en empleos remunerados, el acceso a los servicios de salud y la capacitación.

La pandemia afectó principalmente a las mujeres. Del primer trimestre de 2020 al primer trimestre de 2021, se observó una pérdida de movilidad laboral general, sobre todo de las mujeres respecto a los hombres. Foto: Captura de pantalla, CEEY.

En esa misma línea, una mayor proporción de mujeres que de hombres pasó a la Población No Económicamente Activa (PNEA) al primer trimestre de 2020, mientras que las cifras de mujeres y hombres en una ocupación remunerada en ese primer trimestre eran de 9.8 millones de mujeres y 25.9 millones de hombres (43.4 por ciento y 75.2 por ciento de su PEA, respectivamente).

Un año después, en el mismo periodo de 2021, 7.6 millones de mujeres se encontraban en actividades remuneradas frente a 24.8 millones de hombres (36.0 por ciento de la PEA para las mujeres y 72.6 por ciento para los hombres). La recuperación de la pandemia en ese rubro comenzó a notarse para las mujeres hasta el cuarto trimestre de 2021, cuando la recuperación del mercado laboral reducía la brecha con 16.6 millones de mujeres y 30.1 millones de hombres (71.6 por ciento y 84.6 por ciento de su PEA, respectivamente).

«En resumen, un obstáculo a la movilidad de las mujeres en el mercado de trabajo ha sido su baja tasa de participación en relación a la de los hombres. Aunado a lo anterior, las mujeres tienen mayor dificultad que los hombres para conservar trabajos remunerados», explica el informe de Movilidad Social.

En el Sexto Boletín de Movilidad Social del CEEY se enfatizó que aquellas mujeres que si tienen un trabajo remunerado están principalmente en sectores de mala paga o sin prestaciones laborales. Como ejemplo de ello, dentro de la economía del cuidado, el trabajo remunerado también lo realizan mayoritariamente las mujeres, con ingresos bajos y condiciones laborales precarias.

De la Torre agregó en entrevista con SinEmbargo que pese a que las mujeres tengan mayores capacitaciones laborales o estudios que les permitan acceder a mejores trabajos, influye el hecho de que ellas están relegadas a actividades no remuneradas, por lo que la primera dificultad para encontrar o permanecer en un trabajo viene del hogar: no sólo por tareas del hogar o de cuidados de hijos y adultos mayores, sino que también los sondeos sobre el empleo en México aún revelan que varias mujeres «no tienen permiso o aprobación» familiar para que trabajen.

«Esto está representando un freno para su incorporación en el mercado laboral», subrayó.

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Según las cifras recopiladas por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias, en lo referido a la capacitación (actividades de aprendizaje o de adquisición de habilidades estrictamente ligadas al trabajo, o las que incluyen tomar clases en el sistema educativo) en el periodo entre 2006 a 2018 era de 3.7 por ciento para las mujeres y de 3.1 por ciento para los hombres. Al primer trimestre de 2020 ésta seguía favoreciendo a las mujeres con 4 puntos porcentuales y sólo 3 por ciento de los hombres, al siguiente año esta cifra aumentó en 1.4 por ciento para las mujeres (5.4 por ciento) y 0.9 por ciento para el género masculino (3.9 por ciento). De acuerdo con el reporte, en el cuatro trimestre de 2021 ambas cifras subieron, pero esta vez de forma moderada para las mujeres con un 5.6 por ciento (sólo 2 puntos) y 4.4 por ciento para los hombres.

Pese al comportamiento de estas cifras, las mujeres han tenido una menor capacidad de retención de un empleo o de conseguir mejores puestos.

El Seto Boletín de Movilidad Social también expuso que la desigualdad en salud para el sector femenino. De 2006 a 2018, el porcentaje de hombres con acceso a servicios de salud por su empleo, o que no lo tenían y lo obtuvieron en el curso de un año (31.9 por ciento en promedio) fue ligeramente mayor que el de las mujeres (31.4 por ciento en promedio). Al cuarto trimestre de 2019 hubo un ligero aumento en el total de mujeres y hombres ocupados que obtuvieron o mantuvieron el acceso a servicios de salud con respecto al promedio 2006-2018, pero este movimiento favoreció, en mayor medida, a los hombres.

En el primer trimestre de 2020, se registró un importante cambio en este concepto, colocando en severa desventaja a las mujeres frente a los hombres, ya que el 28.6 por ciento de los hombres mantenía u obtenía acceso a los servicios de salud ligados a su empleo, mientras la cifra para las mujeres era de 17.8 por ciento.

Foto: Captura de pantalla, CEEY.

Para el primer trimestre de 2021 los porcentajes de quienes mantenían u obtenían acceso a servicios de salud en virtud de su empleo se redujeran. Los porcentajes fueron de 27.2 por ciento para los hombres y de 16.6 por ciento para las mujeres, pero la recuperación del mercado laboral observada hasta el último trimestre de 2021 ha significado que 35.9 por ciento de los hombres mantenga su acceso a los servicios de salud o lo obtenga. Para las mujeres esta cifra es de 36.5 por ciento.

«Consideramos que se requiere que haya una política pública que libere el tiempo de las mujeres, que no estén atadas a estas actividades y eso consiste en un sistema de cuidados, es decir, en guarderías, servicios de atención a la salud y una serie de elementos que permitan a las mujeres disponer de mayor tiempo», expresó Rodolfo de la Torre.

El director de Movilidad Social de CEEY profundizó que parte de las políticas a poner en marcha para eliminar la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres será la creación y consolidación de un sistema nacional de cuidados, así como la instrumentación por parte de las empresas de esquemas de flexibilidad laboral sin menoscabo de opciones de trayectoria y ascenso laboral.

«El tener un sistema de cuidados dejará a las mujeres libres de su tiempo, aquí se menciona para buscar empleo, pero esto será si así lo desean. Si no, aún funciona para que sean libres de decidir qué es lo que quieren hacer con el tiempo que tengan para ellas mismas», agregó el especialista y profundizó: “El sistema debe precisar la legislación que garantice el derecho a los cuidados y al tiempo, ampliar la oferta de establecimientos especializados en el cuidado, facilitar la prestación de servicios de cuidados domiciliarios, propiciar la distribución del trabajo de cuidado entre hombres y mujeres, y enfocar el gasto público a la activación de la economía de los cuidados. Este sistema ayudaría no soló a elevar la inserción de las mujeres en el mercado laboral, sino que facilita que los empleos obtenidos tuvieran acceso a servicios de salud y mejores condiciones de capacitación al permitir una búsqueda de un trabajo que pudiera hacerse con menores condiciones de apremio”.

También destacó que es indispensable recuperar las políticas que alivian esta carga, como las escuelas de tiempo completo y los sistemas de asistencia temprana para las infancias.

Valeria González Cervantes

Es feminista y Comunicóloga por la Facultad de Estudios Superiores Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México. Tiene una gran afición por la lectura de ficción. Comenzó su carrera en La Hora Nacional.

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