Uno de los autores del estudio menciona que, de acuerdo con los resultados, «todo movimiento cuenta para la prevención de enfermedades».

Madrid, 19 de marzo (Europa Press).- Correr o caminar a paso ligero no es la única forma de reducir el riesgo de padecer enfermedades cardíacas, según un nuevo estudio publicado en el Journal of the American Heart Association. El mero hecho de realizar actividades rutinarias, denominadas movimiento de la vida diaria, como las tareas domésticas, la jardinería, la cocina y las actividades de autocuidado, como ducharse, puede ser muy beneficioso para la salud cardiovascular.

En comparación con las mujeres que realizaban menos de dos horas diarias de movimiento en la vida diaria, las que realizaban al menos cuatro horas de movimiento en la vida diaria tenían un 43 por ciento menos de riesgo de enfermedad cardiovascular, un 43 por ciento menos de riesgo de enfermedad coronaria, un 30 por ciento menos de riesgo de accidente cerebrovascular y, sobre todo, un 62 por ciento menos de riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular.

Un equipo multiinstitucional dirigido por investigadores de la Escuela Herbert Wertheim de Salud Pública y Ciencias de la Longevidad Humana de la Universidad de California en San Diego, en Estados Unidos, ha estudiado el impacto del movimiento de la vida diaria en el riesgo de enfermedades cardiovasculares.

«El estudio demuestra que todo movimiento cuenta para la prevención de enfermedades –resalta el primer autor, Steve Nguyen, doctor y máster en salud pública, becario postdoctoral de la Escuela de Salud Pública Herbert Wertheim–. Pasar más tiempo en el movimiento de la vida diaria, que incluye una amplia gama de actividades que todos hacemos mientras estamos de pie y fuera de nuestras sillas, resultó en un menor riesgo de enfermedad cardiovascular».

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Los investigadores utilizaron un algoritmo de aprendizaje automático para clasificar cada minuto pasado mientras se está despierto en uno de los cinco comportamientos: estar sentado, estar sentado en un vehículo, estar de pie, movimiento de la vida diaria, o caminar o correr.

El movimiento de la vida diaria engloba las actividades que se realizan cuando se está de pie y se camina dentro de una habitación o un patio, como cuando se viste, se prepara la comida o se trabaja en el jardín.

Como parte del estudio de la Iniciativa de Salud de la Mujer Actividad Física Objetiva y Salud Cardiovascular, los investigadores midieron la actividad física de casi 5 mil 416 mujeres estadounidenses, que tenían entre 63 y 97 años y que no padecían enfermedades cardíacas al inicio del estudio.

Las participantes llevaron un acelerómetro de grado de investigación durante un máximo de siete días para obtener mediciones precisas del tiempo que pasaban moviéndose y, lo que es más importante, de los tipos de comportamientos comunes de la vida diaria que dan lugar a movimiento y que no suelen incluirse en estudios anteriores sobre la actividad física ligera y de intensidad moderada a vigorosa.

Esos estudios anteriores se centraban normalmente en la intensidad y la duración de actividades como correr y caminar a paso ligero, mientras que el estudio actual medía movimientos más pequeños a distinta intensidad durante actividades como cocinar.

El estudio actual medía movimientos más pequeños a distinta intensidad durante actividades como cocinar. Foto: Emilio Morenatti, AP

Las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte tanto en mujeres como en hombres, y las tasas más altas se dan en adultos de 65 años o más. En este estudio, 616 mujeres fueron diagnosticadas con enfermedades cardiovasculares, 268 con enfermedades coronarias, 253 tuvieron un accidente cerebrovascular y 331 murieron de enfermedades cardiovasculares.

«Gran parte del movimiento que realizan los adultos mayores está asociado a las tareas de la vida diaria, pero puede no considerarse actividad física. Comprender los beneficios del movimiento en la vida diaria y añadirlo a las directrices de actividad física puede fomentar un mayor movimiento», advierte la autora principal, Andrea LaCroix, doctora en Medicina y Salud Pública, profesora distinguida y jefa de la División de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública Herbert Wertheim.