VIDEO: A dos años del primer caso de COVID en México, los médicos todavía no duermen
PorDaniela Barragán
27/02/2022 - 10:00 pm
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Más de 700 días después del primer caso de COVID-19 en México, existen muchos balances del saldo de la pandemia, pero vale la pena recuperar las palabras y el sentir de quienes han estado, durante todo este tiempo, en la primera línea. Los que no se enfermaron por vacacionar sino por trabajar; los que no tuvieron el tiempo de recuperarse de su segundo contagio porque había que regresar al hospital: el personal médico. Ellas y ellos llegan a estos dos años de pandemia agotados, con muchas reflexiones y con sentimientos encontrados.
–Con información de Dulce Olvera, Romina Gándara y Montserrat Antúnez
Ciudad de México, 28 de febrero (SinEmbargo).- El mundo cambió con dos años de pandemia. Desde el primer contagio a la fecha el panorama es distinto: ahora hay vacunas, se conoce más sobre cómo se propaga la COVID-19, hay un mayor control sobre los casos activos. Es decir, la humanidad ha aprendido a vivir con esta enfermedad que en 2020 trastocó la normalidad.
Pero, ¿qué podemos decir de quienes estuvieron en la primera línea desde aquel primer caso en Wuhan, China, o de manera más concreta, desde aquel 28 de febrero de 2020 que se detectó el primer caso en México?
El personal médico no tuvo la opción de experimentar el home office o de tomarse en broma la cuarentena: la llegada de la pandemia significó el inicio de una batalla en la que no tenían certeza de la estrategia para pelear con el SARS-COV-2. Conforme su profesión lo indica, se pusieron a trabajar para salvar vidas, ahora arrastran las secuelas del cansancio, de la depresión y del olvido en el que, denuncian, los ha relegado las autoridades.
A dos años de distancia, unos van hasta en su tercer contagio de COVID; atravesaron cuatro olas y perdieron a amigos y conocidos que se enfermaron trabajando. Nunca hubo tiempo para detenerse. Pasaron y pasan aún por estrés, cansancio extremo, enojo, tristeza.
Vieron a gente en momentos en que ya no podía respirar, con ese movimiento brusco de los pulmones que buscan resistir un poco más; preguntaron a pacientes si querían ser entubados advirtiéndoles del riesgo del procedimiento; fueron los mensajeros de muchas últimas palabras; llegaron a ver hasta 17 cadáveres al día; tuvieron que improvisar su material de protección porque padecieron la carencia hasta de lo más básico para realizar su trabajo.
La llegada de las vacunas significó un respiro para muchos de ellos ya que les dio la oportunidad de trabajar sin temer perder la vida por contagiarse y enfermar grave. Pero las vacunas no lograron aminorar las de trabajo: en la cuarta ola, con un gran cansancio acumulado, tocó atender al 90 por ciento de los pacientes que decidieron no inocularse.
SinEmbargo habló con doctoras, doctores y enfermeros. Hay un claro desánimo en sus voces, ¿por qué no tomar la vacuna que salva de una enfermedad grave y en consecuencia libera los hospitales y disminuye la carga de los médicos?
Hay sentimientos encontrados porque en un inicio de la pandemia, tanto sociedad como empresas se unieron para regalar traslados al personal médico, comida, regalos de todo tipo, pero ¿y la responsabilidad de cada persona para cuidarse a sí mismos luego de tantos meses de pandemia?
La doctora Rosa María Franco, por ejemplo, lloró cuando se le preguntó si, después de dos años atendiendo pacientes COVID-19 en Chihuahua, ha considerado dejar la medicina. Tras un silencio, con voz entrecortada dijo sentirse cansada y frustrada de ver morir a personas que eran una madre, un padre, un amigo, un hijo o un hermano mientras que aún hay gente que no cree en la pandemia o le hace más caso al internet que al personal médico.
Rafael Soto, enfermero, habló de la impotencia, desgaste emocional y el sentido de abandono de las autoridades al mantener a los trabajadores del sector salud, todavía, en condiciones precarias. También del impacto de ver morir a sus compañeros y la represión que sufrieron quienes, al inicio, salieron a protestar para exigir un cubrebocas decente.
Jessica Meza Ocampo es egresada de Enfermería y el final de su licenciatura no fue con clases en línea, como los demás, sino que fueron llamadas a trabajar por primera vez en un hospital en plena pandemia. A Jessica, quien labora en el área de pediatría en el Hospital General de Acapulco, le pone triste atender a mujeres embarazadas y familias que se rehusan a vacunarse, una decisión que considera egoísta.
Este es el saldo de quienes atendieron la pandemia en un país que ya contabilizó más de 5 millones de casos de COVID-19 y más de 300 mil personas fallecidas.
Daniela Barragán
Es periodista por la UNAM, con especialidad en política por la Carlos Septién. Los últimos años los ha dedicado al periodismo de datos, con énfasis en temas de pobreza, desigualdad, transparencia y género.
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