El mexicano Samuel Kishi se alista para competir en los Goya con Los Lobos
PorEFE
08/02/2022 - 2:19 pm
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La anécdota de su llegada a Santa Ana, en California, le sirvió para empezar a ahondar no en el camino de los migrantes, un tema mil veces tratado en el cine, si no en esa primera etapa en un nuevo país.
Por Alicia García de Francisco
Madrid, 8 de febrero (EFE).- Dos niños, una ventana, una ciudad nueva y una «mamá grabadora». Esos son los elementos que utiliza el mexicano Samuel Kishi para construir una historia diferente sobre la migración en Los lobos, con la que este sábado tratará de hacerse con el Goya a mejor película iberoamericana.
«Hacer Los lobos salió de una necesidad muy personal, quería hacerle una carta de amor a mi mamá», explica el realizador en una entrevista con EFE por videollamada desde Ciudad de México, otra de las paradas para presentar una película que fue premiada en la Berlinale de 2020.
Una historia «semiautobiografica», como explica Kishi, natural de Guadalajara. Su hermano, su madre y él también emigraron desde su México natal a Estados Unidos, como les pasa a Lucía, Max y Leo en la ficción, interpretados por Martha Reyes y los hermanos Maximiliano y Leonardo Nájar, salidos de un cásting de más de mil niños.
«También llevamos muy pocas cosas y entre nuestras cosas teníamos una grabadora de casete. Mi mamá ahí grababa cuentos, historias, las reglas de la casa…». Y en el pequeño apartamento que alquiló -«muy cutre», apunta- los dejaba encerrados para evitar riesgos, así que decidió usar la grabadora para que les hiciera compañía.
Los dos hermanos empezaron a construir un universo imaginario, a partir de su «mamá grabadora» mientras esperaban el regreso de su «mamá de carne y hueso».
Esta anécdota de su llegada a Santa Ana, en California, le sirvió para empezar a ahondar no en el camino de los migrantes, un tema mil veces tratado en el cine, si no en esa primera etapa en un nuevo país.
«Curiosamente el viaje era solo una pequeña parte de la historia que es en la que normalmente se centran las historias de migración, pero empecé a plantearme qué pasaba cuando ya llegabas, cuando se suponía que estabas en la tierra prometida, si esto era Disney o no era Disney», señala el realizador.
Habla sin rencor ni dolor de aquella época, pero recuerda con nitidez la sensación de sentirse como un fantasma, porque los migrantes están «siempre navegando y caminando sobre las sombras del sistema», lo que genera una «soledad impresionante».
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Kishi regresó a Santa Ana para investigar y hablar con los migrantes de hoy. Les preguntaba si se sentían americanos, mexicanos, guatemaltecos…y muchos aseguran sentirse «santaneros».
Y aunque mucha de la información que recogió, la reflejó en el filme, tenía claro desde el principio que quería usar la perspectiva de los niños, de cómo los menores absorben la migración, cómo crecen en un ambiente en el que escuchan todo tipo de idiomas, cómo observan el mundo desde su ventana, ya sea física o mental.
La Santa Ana de su niñez la encontró para el rodaje en Alburquerque (Nuevo México), una ciudad en la que encontraron a muchos niños que se asomaban a las ventanas porque estaban en la misma situación que narra el filme.
«Uno siempre cree que su historia es completamente única, y te das cuenta de que existen muchísimas más personas con historias similares, unas más complicadas, más duras, otras un poquito menos, pero siempre está ese halo del abandono, del arraigo y desarraigo, en todas las historias de migración», reflexiona el director.
Pero además del drama de la migración, Los lobos es también una historia sobre la pérdida de la inocencia, la pérdida de la infancia de los niños protagonistas, que están en el momento en el que empiezan a ser conscientes de que sus padres son además seres humanos que sufren, tienen deseos y anhelos, cometen errores y tienen cualidades.
Es su segundo largometraje, tras Somos Mari Pepa (2013), y asegura que como cineasta le interesan los temas sociales. «Aunque yo dirija una comedia romántica siempre le voy a poner un toque social importante, me interesa el cine de género, pero para construir estos caballos de troya para hablar de cosas que nos están pasando en el mundo que son dolorosas y también bellas, que necesitamos hablar de estas cosas».
Con esta historia tan personal, Kishi ha recorrido muchos festivales, lo que ha permitido una mayor visibilidad de la película, aunque dice que no se obsesiona con los premios y reconocimientos. «Si no, me causaría muchísima angustia porque la siguiente película tendría que escribir Ciudadano Kane«, dice entre risas.
Pero se emociona cuando habla de la nominación al Goya -«es algo increíble, es algo de ensueño»-. Lo es por el prestigio pero también por lo que significa para un realizador de Guadalajara.
«México es un país muy centralista (…) Para nosotros, muchos de los creadores de Guadalajara, levantar la mano y decir, ¡eh, acá estamos! Nos hicieron caso en nuestro país y de pronto nos seleccionan para representar a nuestro país en los Goya y los Goya nos seleccionan como candidatos, imagínate, es algo completamente de ensueño», explica con una enorme sonrisa.