La Guerra de Reforma definió al México contemporáneo: Celia del Palacio
PorObed Rosas
04/02/2022 - 12:49 pm
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La escritora e investigadora Celia del Palacio habló con SinEmbargo sobre su novela No me alcanzará la vida, reeditada por el sello Martínez Roca de Grupo Planeta. Para ella, los temas que plantea en su texto han recobrado una vigencia que no esperaba.
Ciudad de México, 4 de febrero (SinEmbargo).– La historiadora y escritora Celia del Palacio reconoce que cuando escribió en 2008 su novela No me alcanzará la vida, no pensó que las intrigas y disputas entre liberales y conservadores de aquel México naciente del siglo XIX tuvieran una similitud con la actualidad.
“Lo que más me gusta en este momento de retomar esta novela es que lo que está pasando en México, con toda proporción guardada, se parece a aquellos momentos. Las familias están siendo divididas, hay una pugna muy fuerte entre estos liberales nuevos y conservadores que ya no tienen nada qué ver con los del siglo XIX, pero hay una disputa por estas ideas”, comentó Del Palacio en entrevista con SinEmbargo.
No me alcanzará la vida es una novela histórica escrita en dos tiempos que es reeditada por el sello Martínez Roca de Grupo Planeta. En uno, se relata el romance entre Sofía, una hacendada del norte que queda viuda, con el político liberal y poeta Miguel Cruz-Aedo en medio de uno de los episodios más cruciales de la historia del país: el conflicto entre liberales y conservadores y la intrusión de potencias extranjeras de la segunda mitad del siglo XIX. En el otro, la investigadora S. indaga sobre el México decimonónico, en particular sobre Cruz-Aedo, un personaje que existió en la vida real.
Celia del Palacio compartió que además de las similitudes que ella identifica con la pugna entre el bando liberal y el conservador, aún persiste en el país una centralización muy fuerte. Explicó que por ello abordó en la novela lo que sucedió en Guadalajara con la Juventud Liberal Reformista “que fue la que prendió el cerillo para que iniciara toda esa revuelta muy sangrienta” de la Guerra de Reforma.
“No se conoce hasta el día de hoy qué fue todo lo que trajo esa guerra civil que dividió al país. El siglo XIX se caracteriza por todas estas revueltas constantes, pero esta guerra fue terrible. Terminó con la invasión francesa, pero la Guerra de Reforma definió de muchas maneras al México contemporáneo”, indicó.
Cuestionada sobre qué tanto pesa este periodo en nuestro acontecer nacional, la integrante del Sistema Nacional de Investigadores, de la Academia Mexicana de la Ciencia y del Pen Club Internacional dijo que “lo que seguimos viendo es esta recuperación de membretes de lo que es liberal contra conservador, pero no sólo eso, sino también todas estas pugnas internas entre los ‘liberales’, que en muchas ocasiones a veces sólo tienes que cambiar los nombres y se adaptan perfectamente a situaciones contemporáneas por esta lucha por el poder”.
En relación al otro aspecto de la historiadora, el referente a la investigadora S., una estudiosa del siglo XIX que regresa a México de París tras una gran decepción amorosa, reconoce que ella es mucho esa historiadora que se empezó a interesar por estos jóvenes, “que dice con gran asombro por qué no conocemos más a Cruz-Aedo, quién era él y fui investigando. Me parece un personaje muy digno a pesar de todas sus contradicciones, de lo humano que fue al cometer errores”.
Y añade sobre la figura de Cruz-Aedo: “Me da mucha pena porque no se conoce más de lo que él hizo. No sé por qué se conoce tan poco, tal vez porque murió muy joven, no lo sé. No soy su familiar ni nada, pero desde muy joven empecé a hacer mis investigaciones sobre las revistas literarias de Jalisco y me encontré con ese personaje”.
En ese sentido, señaló que es muchísimo lo que desconocemos de la Literatura de esa época que se encuentra olvidado en las publicaciones del siglo XIX que están en los periódicos.
“Me he dedicado a investigar la literatura jalisciense y la prensa de las regiones de México, y por eso encontré todo este enorme tesoro de literatura decimonónica. Hay otras investigadoras después que han seguido por este camino. Pero todavía hay muchísimo por recuperar, por rescatar”, expresó.
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—Al leer esta obra, surge la pregunta sobre qué tanto de esta época permanece en el olvido, y por qué sigue en ese lugar, sobre todo aquellos acontecimientos que tuvieron lugar lejos de la Ciudad de México.
—Sigue habiendo una centralización muy fuerte. Todos hablamos de Benito Juárez y de las leyes de Reforma como si todo hubiera ocurrido en la Ciudad de México y por supuesto que eso no fue así. Los que más sufrieron fue la gente de afuera de la Ciudad de México. Lo que abordo en esta novela es qué pasó con lo que sucedía afuera de la Ciudad de México, en particular en Guadalajara con la Juventud Liberal Reformista que fue la que prendió el cerillo para que iniciara toda esa revuelta muy sangrienta. Lástima que no se conoce hasta el día de hoy qué fue todo lo que trajo esa guerra civil que dividió al país. El siglo XIX se caracteriza por todas estas revueltas constantes, pero esta guerra fue terrible. Terminó con la invasión francesa, pero la Guerra de Reforma definió de muchas maneras al México contemporáneo.
No preguntaría qué tanto se quedó atrás en el pasado, sino qué tanto prevalece al día de hoy todo esto. Lo que más me gusta en este momento de retomar esta novela es que lo que está pasando en México, con toda proporción guardada, se parece a aquellos momentos. Las familias están siendo divididas, hay una pugna muy fuerte entre estos liberales nuevos y conservadores que ya no tienen nada qué ver con los del siglo XIX, pero hay una disputa por estas ideas. Dentro de las familias está pasando esta separación y discusión de qué tanto apoyamos a un bando o a otro. Cuando escribí esa novela en 2008 jamás me imaginé vivir algo como esto.
—Si bien la historia se centra en este romance entre Cruz-Aedo y Sofía, de fondo pone el acento en las intrigas de esa segunda mitad del siglo XIX, en esta pugna entre liberales y conservadores, uno de los episodios más bélicos de una historia de 200 años que ha sido la de unos pocos nombres, ¿qué tanto pesa este periodo en nuestro acontecer nacional?
—Ahora lo que seguimos viendo es esta recuperación de membretes de lo que es liberal contra conservador, pero no sólo eso, sino también todas estas pugnas internas entre los “liberales”, que en muchas ocasiones a veces sólo tienes que cambiar los nombres y se adaptan perfectamente a situaciones contemporáneas por esta lucha por el poder (ríe). Los que eran antes liberales se convirtieron después en conservadores y viceversa como el propio Santa Anna y Porfirio Díaz, que defendía y luchó en el bando liberal, fue uno de los generales más galardonados y más queridos por ellos. Qué tanto estamos viviendo esto hoy, yo digo que mucho.
—Miguel Cruz-Aedo fue un personaje real. Incluso fue Gobernador de Durango y un activo participante en este periodo convulso. ¿Por qué sabemos tan poco de él y cómo es que usted se interesa en este personaje?
—Me da mucha pena porque no se conoce más de lo que él hizo. No sé por qué se conoce tan poco, tal vez porque murió muy joven, no lo sé. No soy su familiar ni nada, pero desde muy joven empecé a hacer mis investigaciones sobre las revistas literarias de Jalisco y me encontré con ese personaje. Esta novela tiene mucho de autobiográfico en el sentido de que soy mucho esa historiadora que se empezó a interesar por estos jóvenes que dice con gran asombro por qué no conocemos más a Cruz-Aedo, quién era él y fui investigando. Me parece un personaje muy digno a pesar de todas sus contradicciones, de lo humano que fue al cometer errores.
Él pensaba en salvar a Benito Juárez y lo puso en riesgo. No se perdona a esos héroes que no son enteros de bronce, como esta construcción del héroe del siglo XIX. A Benito Juárez nunca se le mueve un pelo, siempre está diciendo frases célebres, nunca se equivoca en nada. Por eso a mí me gusta mucho Miguel Cruz-Aedo porque deja salir todo este temperamento romántico y se deja llevar por sus pasiones, y muchas veces se equivoca. Pero hizo muchas cosas interesantes como estos discursos muy bien articulados en contra del papel de la iglesia que puso las bases de la Guerra de Reforma en Jalisco. Los poemas románticos, estas primeras publicaciones que hicieron y que no se habían hecho antes en Guadalajara. Luego fue a Durango y estableció la educación en las haciendas, que los hacendados pagaran para que los jóvenes pudieran aprender. Una serie de cosas que no se están tomando en cuenta y fueron fundamentales.
—Doctora, ¿su relación con Sofía existió, ella está basada en un personaje real?
—No, Sofía es un personaje inventado totalmente. Me basé en un poema de él que se refiere a Sofía. Me basé en ese poema y con base en eso construí a ese personaje, que tiene mucho que ver con las mujeres del siglo XIX de cómo acompañaron la Guerra de Reforma. No se sabe mucho de ellas, sabemos de las soldaderas de la Revolución y mucho menos que de las mujeres de la Independencia que también he querido echar luz sobre su papel. Pero de las mujeres de la Reforma no se sabe nada. Ella es como el prototipo de esa mujer que acompañó la lucha, alguien desde afuera que está juzgando y tratando de explicar qué es lo que está pasando.
—S., la investigadora que indaga en la vida de Cruz-Aedo, se vuelca a una cuestión que la mayoría de la gente ignora. El rescate de un autor, de un pensador, del Siglo XIX. ¿Qué tanto desconocemos de los escritores y escritoras de esta época?
–Muchísimo. Esas publicaciones del siglo XIX están en los periódicos. Me he dedicado a investigar la literatura jalisciense y la prensa de las regiones de México, y por eso encontré todo este enorme tesoro de literatura decimonónica. Hay otras investigadoras después que han seguido por este camino. Pero todavía hay muchísimo por recuperar, por rescatar, por reeditar a manera de libros porque eran muy caros, no se podían editar fácilmente. Se recurría al periódico, que también era caro, no era fácil. En la novela lo ilustro con las mujeres de Zacatecas que sí existieron, Josefa de González, que había sido esposa de un Gobernador, y su grupo de mujeres literatas que mandan sus poemas a Guadalajara con un gran anhelo y emoción de que las publique alguien. Así se hacían las publicaciones en los periódicos y a ver quién y cómo te publicaban. Particularmente las mujeres tenían una vida bastante dura en relación con la literatura, no podían publicar fácilmente, les daba pena, no querían, publicaban de manera anónima. Todavía hay muchísimo qué investigar sobre las mujeres que publicaron en el siglo XIX, sobre poetisas, novelistas, que no se han valorado suficientemente y que hay mucho por hacer.
—El pasado y presente se funden en ciertos lugares de la historia. Como si los personajes convivieran entre sí, pese a la clara distancia de más de un siglo. ¿El pasado tiene alguna injerencia en la vida diaria de las personas, es decir, existe esta influencia sobre la que usted escribe?
—Por supuesto que sí, creo como historiadora y como novelista en la influencia profunda del pasado en los hechos cotidianos. En las ciudades que visito, donde he vivido, creo que el pasado está ahí reflejado, está plasmado en cada piedra, en cada “lugar de memoria” como los ha llamado Pierre Nora, y habría que tomarlos en cuenta. Si alguien no está consciente de eso en una ciudad, le falta mucho por vivir de la Ciudad, no la conoce. Uno va construyendo sus ciudades a través de las historias del pasado que son fundamentales. Claro que nos sigue influyendo el pasado, tanto que volvemos a recuperar estas categorías y conceptos del pasado una vez más como liberales y conservadores que reviven, y si no conocemos de dónde salieron estos conceptos, quién los plasmó y qué quería decir liberal en el siglo XIX, no estamos entendiendo nada.
–¿Hay algo del siglo XIX de lo cual deberíamos aprender para no volver a repetir ese error?
–Sí, muchas cosas y en particular no llegar a esta separación tan terrible entre familias como para no poder dialogar racionalmente, llegar a matarnos entre nosotros. Sería una tragedia que se terminara el diálogo, la conciliación, la capacidad de resolver problemas de otra manera. Ahora tenemos instituciones, en el siglo XIX estaba todo eso en construcción. Estos héroes de los que estoy hablando son aquellos que dieron su vida por construir las instituciones que tenemos hoy. Me parece que no debemos olvidarnos de esa historia, de tanta gente que se murió allí por defender esas instituciones. No podemos volver a enfrascarnos en una lucha en la que se derrame sangre y terminar con lazos familiares y de amistad, a romper el tejido social porque no estamos en ese momento. Ahora tenemos un país mucho mejor constituido, como sea. Pero esas leyes que tenemos hoy son la herencia de aquellos que estuvieron dispuestos a morir por eso. Tendríamos que partir de ahí y honrar a esas personas sin llegar a la sangre.
Obed Rosas
Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.
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