Tras unos números muy duros en 2015, El Salvador encadena ya seis años consecutivos con descensos nunca inferiores al 15 por ciento respecto al año anterior. El dato de violencia homicida en 2021 es el más bajo del que se tiene registro.
Por Roberto Valencia
Los Ángeles, 25 de enero (RT).- El año 2021 cerró con mil 140 homicidios, según la Policía Nacional Civil (PNC), para una tasa de 18 homicidios por cada 100 mil habitantes. La cifra sería escandalosa en otras latitudes; sin embargo, para el pequeño país centroamericano –etiquetado por años como el más homicida del mundo– representa un fuerte descenso, difícil siquiera de imaginar hace apenas un lustro.
«Paso a paso», acostumbra a tuitear Nayib Bukele, el Presidente de la República de El Salvador, cuando escribe sobre seguridad pública. Bukele atribuye el desplome en las cifras de asesinatos a su gestión, al denominado Plan Control Territorial, pero lo cierto es que inició en 2016, tres años antes de que él asumiera las riendas del Ejecutivo.
En 2015 El Salvador registró seis mil 656 homicidios, para una tasa de 106 por cada 100 mil habitantes. El Sistema de Naciones Unidas establece que un país o una sociedad sufre «epidemia de violencia» cuando la tasa supera 10.
Tras los números apocalípticos de 2015, El Salvador encadena ya seis años consecutivos con descensos nunca inferiores al 15 por ciento respecto al año anterior. El dato de violencia homicida en 2021, el más bajo del que se tiene registro, tiene el plus de haber mantenido el ritmo descendente respecto a 2020, el año con los encierros más estrictos por la pandemia de COVID-19.
En la vecindad, tanto Guatemala como Honduras, los dos países con los que El Salvador comparte frontera, reportaron más homicidios en 2021 que en 2020.
LOS ANALISTAS OPINAN
Ricardo Sosa, criminólogo, cree que la reducción de la violencia homicida iniciada en 2016 es «irrefutable», aunque de inmediato matiza que los avances son «significativos pero insuficientes», ya que «la violencia y los crímenes contra la población siguen siendo altos».
La razón principal que explica la caída, a juicio de Sosa, es el buen hacer del gabinete de seguridad de la administración Bukele, sumado a una mayor y mejor coordinación con la Fiscalía General de la República. Sosa destaca sobremanera el rol de la Policía.
«El modelo policial actual prioriza el análisis de datos, las labores de inteligencia y la investigación, y ese modelo ha sido esencial para tomar decisiones enfocadas en resolver problemas», dice.
Este criminólogo descarta que, como señalan distintas voces desde la oposición, la caída en los indicadores sea por una tregua entre el Gobierno y las principales maras o pandillas que operan en el país: la Mara Salvatrucha (MS-13) y las dos facciones del Barrio 18.
«Las pandillas continúan causando luto y dolor en la sociedad salvadoreña y, junto al crimen organizado, son los principales enemigos de la población y del Estado –dice Sosa–, pero no veo a la PNC y a la Fiscalía en alguna negociación, o relajados antes estos criminales».
En septiembre de 2020, una investigación del periódico digital El Faro demostró que la administración Bukele mantiene –al menos desde diciembre de 2019– un diálogo con los líderes de las pandillas encarcelados. El Gobierno incluso permitió que palabreros en libertad de la MS-13 ingresaran en cárceles de máxima seguridad para reunirse con sus compinches.
En diciembre pasado, en el marco de una tensión creciente entre Washington y San Salvador, los hallazgos de El Faro fueron retomados por la administración Biden, y el Departamento del Tesoro sancionó a dos de los altos funcionarios salvadoreños señalados en la investigación.
RT entrevistó también a Celia Medrano, analista y activista pro derechos humanos. «Las pandillas siguen siendo parte del paisaje en El Salvador», dice Medrano, para descartar de entrada que la reducción en las cifras oficiales de homicidios se deba a que el fenómeno de las maras se está atenuando.
«La reducción sostenida de homicidios registrados depende más de la voluntad de los grupos pandilleriles que de la acción estatal», argumenta la analista. «Cuando se va al terreno, se constata que las extorsiones siguen a la orden del día, y que los responsables de este delito [las maras] mantienen control en los territorios y que, lejos de debilitarse, se han vuelto más complejas», agregó.
Medrano sí cree que la administración Bukele está negociando con la MS-13 y las dos facciones de la pandilla 18, una negociación en toda regla, con concesiones de uno y otro lado. «Es un secreto a voces», dice. Está convencida de que en el futuro se sabrá «cuál es el precio que se ha pagado, y cuál será el costo pendiente por pagar».
MENOS MUERTOS Y MENOS INSEGURIDAD
Al margen de si el diálogo entre la administración y las maras ha dado paso a una negociación en toda regla o no, lo cierto es que los salvadoreños se están matando menos que antaño.
En la primera mitad del quinquenio Presidencial de Nayib Bukele las personas asesinadas suman tres mil 449. En la primera mitad del quinquenio de su predecesor, el expresidente Salvador Sánchez Cerén, los asesinados fueron 14.050.
La reducción, además, no se limita a los asesinatos. En la encuesta de mitad de mandato publicada por la Universidad Centroamericana (UCA) este mes de enero, el porcentaje de salvadoreños que respondieron haber sido víctimas en los últimos 12 meses de robo, extorsión, amenazas o cualquier otro hecho delincuencial se redujo al 8.1 por ciento. Nunca había bajado del 16 por ciento en los años previos al bukelismo.
El año 2022 también ha arrancando con números de violencia homicida que invitan al optimismo. En los primeros 17 días de enero la PNC registró 38 homicidios, para un promedio de dos diarios. Lejos queda ya, parece, aquel 2015 apocalíptico, en el que El Salvador promedió 18 asesinatos durante 365 días.