Gustavo De la Rosa
21/01/2022 - 12:05 am
15 de enero de 1972
«Y aquí estoy escribiendo esto, 50 años más viejo y 70 kilos más pesado, participando activamente en la tarea de construir un país de bienestar, sin corrupción y de Derechos Humanos».
Ese día me despertaron Rascón y Chavero, que llegaron apresurados porque en la radio estaban diciendo que habían asaltado varios bancos y que en uno de ellos hubo una balacera y tres muertos.
Nos quedamos esperando más noticias en la casa-comuna estudiantil de Universidad y casi Escudero donde sobrevivíamos junto con otros universitarios.
Después de las 12:00 llegó Laura y ya estábamos alarmados, se aseguraba que eran universitarios y que estaban buscando otros estudiantes que habían identificado como partícipes en el grupo guerrillero que organizó el asalto.
Los muchachos empezaron a sacar revistas y propaganda de grupos políticos de izquierda en algunos de los cuales se proponía la salida armada frente a la crisis en qué quedamos después del 2 de octubre.
Yo era consejero universitario y muy identificado, por el Gobierno de Óscar Flores, como activista en su contra. Teníamos que el Gobierno aprovechara la coyuntura para golpear y tal vez detener a la dirección estudiantil universitaria que tenía su base organizativa en la escuela de derecho
Me trasladé a la casa de Jaime García Chavez y al llegar supimos que una de las caídas era Avelina Gallegos, compañera de salón y dirigente de la agrupación de mujeres universitarias “Rosa Luxemburgo”.
Decidimos ir a las instalaciones de Derecho y esperar mas novedades, sobretodo temíamos por Jaime, pues él era el líder estudiantil de Derecho. Y muy amigo de Diego Lucero, pariente civil de Avelina y de quien teníamos noticias simpatizaba con la vía armada.
Desde luego que entonces la policía respetaba el campus universitario y tratábamos de mantenernos a salvo ahí.
Pasadas las cuatro de la tarde, llegó hasta la escuela, el maestro Ismael Aguilar, que a la vez era Subprocurador de Justicia, y se dirigió a nosotros dos. Nos dijo que la policía me andaba buscando y que él se había adelantado, porque conociéndolos no quería que ellos me fueran a detener y cometer excesos, que él garantizaba que al menos yo iba a conservarme vivo y que si no estaba involucrado, me liberarían. Jaime se opuso pero finalmente yo acepté pues conocía personalmente la prácticas de investigación de los policías judiciales de entonces. Y confié en el profesor.
El maestro Aguilar me trasladó en su vehículo particular, creo que era un barracuda, hasta las instalaciones de la Policía Judicial, y me entregó a un mando policiaco. Luego me llevaron a un cubículo y me empezaron a interrogar, me sorprendió que tenían grabaciones de reuniones de los guerrilleros urbanos y fotografías, de algunos de ellos en reuniones en sitios públicos.
Quienes habíamos optado por la organización abierta procurábamos ignorar hechos o nombres de quienes estaban en la clandestinidad. “Si no sabes, no puedes delatar a nadie, y la tortura es menos intensa”.
De repente alguien dijo “Ya llegaron,” me llevaron a un salón más grande, me pusieron un pañuelo a media cara y me pararon frente a cuatro o cinco empleados bancarios los que me miraron con atención, me pidieron que alzara la voz diciendo mi nombre varias veces, todos los testigos se vieron entre sí, y dijeron “NO , él no es”. Me volvieron a interrogar y yo me sostuve en ser ajeno a la organización y a los hechos, me sacó un policía del cubículo, me llevó amablemente a la puerta y ahí estaba un subalterno del Lic Aguilar que me trasladó de nuevo a la Universidad, donde ya había un grupo de compañeros de estudios acongojados que se estaban reuniendo para saber novedades, ya se había confirmado que si era Avelina Gallegos, Jaime me llevó a su casa y empezamos a recibir más noticias alarmantes. Y así de regreso a lo que llamábamos internado pasé el 15 de enero de 1972 en Chihuahua.
Después supimos que habían detenido a muchos jóvenes estudiantes, amigos y alumnos de nosotros, (los mayores entonces con 25 años), tenían a Pizarro y a Rascón («Súper Barrio», después) que habían aplicado la ley fuga a Diego Lucero y a otro compañero. Óscar Flores declaró que respetaría la vida de los chihuahuenses involucrados, (lo que implicaba pena de muerte para los fuéremos).
El 17 de enero la asamblea de Derecho salió a la lucha, las otras escuela se solidarizaron, La ciudad se levantó y Chihuahua vivió las jornadas de movilización ciudadana más impresionantes en muchos años.
Organizamos la Asamblea Popular, pedimos la destitución del Procurador Quezada Fornelli, del Jefe de la Policía Ambrosio Gutiérrez, los suspendieron mientras se investigaba. Dos meses después Laura y yo nos casamos.
Aquello duro por todo el resto de la década de los 70, en sube y baja, hubo infiltrados, más caídos, nos fuimos al movimiento obrero, otros al popular, tuvimos traiciones, algunas dolorosas, momentos críticos. Nosotros continuamos en el estudio del marxismo y la teoría política, combinado con el activismo de izquierda, llegó el ’88, a la lucha electoral por un nuevo país posible, primero con Cárdenas y Muñoz Ledo, después con Andrés Manuel.
Y aquí estoy escribiendo esto, 50 años más viejo y 70 kilos más pesado, participando activamente en la tarea de construir un país de bienestar, sin corrupción y de Derechos Humanos. Desde un asiento (le dicen curul) en el Congreso del estado.
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