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Paxlovid, de Pfizer, es uno de los antivirales que comienzan a abrirse paso como una de las principales herramientas contra la COVID-19, después de las vacunas.

Madrid, 10 ene (EFE).- Los antivirales se van a sumar en las próximas semanas a la batalla contra la pandemia mundial causada por la COVID-19 y podrían convertirse en una de las armas principales para evitar el agravamiento de la enfermedad y las consecuentes hospitalizaciones.

Se sumarán así a las vacunas en esa batalla, pero no serán la última herramienta sanitaria, ya que las investigaciones apuntan también a la eficacia de los anticuerpos monoclonales como una de las mejores opciones terapéuticas para los pacientes con riesgo de sufrir las infecciones más graves a causa de este coronavirus.

Algunos países europeos, y entre ellos España, han anunciado ya su intención de comprar los antivirales orales fabricados por la multinacional Pfizer, similares a los que han desarrollado otras farmacéuticas y que se están administrando ya en otros países, como Estados Unidos.

Los antivirales de esta empresa (denominados «Paxlovid»), que se administran oralmente y en forma de píldoras, han sido ya recomendados por la Agencia Europea del Medicamento para prevenir los casos más graves, y en la mayoría de los casos están indicados para pacientes adultos que no necesitan oxígeno suplementario pero sí tienen un riesgo mayor de que su enfermedad progrese a grave.

Se sumarán así a las vacunas en esa batalla, pero no serán la última herramienta sanitaria, ya que las investigaciones apuntan también a la eficacia de los anticuerpos monoclonales. Foto: Panagiotis Balaskas, AP

Los ensayos de la empresa demostraron que su antiviral reducía el riesgo de hospitalización de los enfermos con COVID-19 y también el de muerte cuando se administra en los días inmediatamente posteriores al diagnóstico de la enfermedad y de la aparición de los primeros síntomas.

De momento la Agencia Europea del Medicamento (EMA) ha respaldado su uso «de emergencia» y siempre bajo decisión individual de las autoridades de cada país, a la espera de una licencia oficial europea.

Los datos de la empresa revelaron que sus pastillas reducen en un 89 por ciento de los casos el riesgo de hospitalización o muerte en adultos, y que se trata también de un potente inhibidor ante la variante ómicron del coronavirus.

Los dos principios activos del medicamento (PF-07321332 y ritonavir) están disponibles en comprimidos separados que deben tomarse juntos dos veces al día durante cinco días.

Los efectos secundarios más comunes notificados durante el tratamiento y hasta aproximadamente un mes después de la última dosis fueron la disgeusia (alteración del gusto), diarrea y vómitos.

Los ensayos de la empresa demostraron que su antiviral reducía el riesgo de hospitalización de los enfermos con COVID-19. Foto: Andreu Dalmau, EFE
Molnupiravir, de Merck, otro antiviral contra la COVID-19. Foto: EFE/Merck Sharp & Dohme Corp

La EMA señaló que estos antivirales no se deben emplear con determinados medicamentos, ya que su acción puede provocar aumentos nocivos de sus niveles en sangre o, por el contrario, reducir la actividad de esta píldora; y que no deben utilizarse tampoco en pacientes con insuficiencia renal o hepática grave, ni durante el embarazo, ni en personas que puedan quedar embarazadas.

El antiviral de Pfizer bloquea la actividad de una enzima específica que el coronavirus necesita para replicarse en el cuerpo infectado, en un mecanismo muy similar al de otras compañías farmacéuticas que ya se están administrando en algunos países, como Estados Unidos o Canadá.

Se consolidan así los antivirales como la segunda línea -tras las vacunas- de batalla contra la COVID-19, pero en la tercera línea toman ya posiciones los «anticuerpos monoclonales», unos fármacos biológicos que se podrían convertir en una de las mejores opciones terapéuticas para pacientes con riesgo de sufrir una infección grave por coronavirus, según el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) español.

La Agencia Europea del Medicamento ha autorizado ya el uso de algunos tipos de anticuerpos monoclonales.

La técnica de los anticuerpos monoclonales consiste en generar anticuerpos en ratones u otros animales que han sido expuestos al SARS-CoV-2 o a partes de este, y que les han ayudado a neutralizar el coronavirus.

La Agencia Europea del Medicamento ha autorizado ya el uso de algunos tipos de anticuerpos monoclonales. Foto: Peter Dejong, AP

Los anticuerpos se pueden producir luego a gran escala y pueden servir para evitar cuadros muy graves de COVID-19 en la población con mayor riesgo, ha destacado el CSIC, que ha detallado que serían una ayuda externa a las defensas producidas de forma natural por el sistema inmunitario humano.

Los anticuerpos monoclonales no sirven para evitar contraer la COVID-19, sino que están diseñados para personas que ya se han infectado y presenten un alto riesgo de acabar hospitalizadas.

Según el CSIC, estarían especialmente indicados para pacientes con obesidad, diabetes o personas mayores, y podrían resultar también especialmente útiles en personas inmunodeprimidas y que no tienen la capacidad de generar sus propios anticuerpos para neutralizar el SARS-CoV-2.