Jorge Javier Romero Vadillo
30/12/2021 - 12:05 am
La revocación de mandato y el presidencialismo
La revocación de un Presidente es un asunto grave: genera incertidumbre anticipada en el gobierno y deja vacíos de poder con sus corolarios.
Más allá de la polémica en torno al proceso actual de revocación de mandato –impulsado de manera delirante por quienes quieren que el Presidente no sea revocado sino ratificado plebiscitariamente– mi reflexión final de este año se refiere a la figura jurídica misma, añadida recientemente al texto constitucional como resultado de una oleada a favor de los mecanismos llamados de democracia directa, enaltecidos como superiores frente a los tradicionales de la representación, pero que no siempre resultan positivos y con frecuencia suele usarse como instrumentos de los demagogos para justificar con su popularidad afrentas a la diversidad consustancial a los regímenes pluralistas, donde las mayorías no pueden ser usadas para aplastar a las minorías.
Desde las primeras veces en que los políticos promovieron en México la revocación de mandato, como si se tratara de un instrumento extraordinario para aumentar el poder de la soberanía popular, sentí el tufillo populista que suele acompañar los alegatos en favor de mayor injerencia directa de los votantes en la política. Desde luego que existen mecanismos para consultar directamente al electorado sobre ciertos temas y el referendo puede ser especialmente útil para dotar de legitimidad a los arreglos constitucionales o a ciertas medidas legales; la iniciativa popular puede servir para llevar a la agenda legislativa asuntos despreciados por los partidos, pero que cobran relevancia entre grupos de opinión o de presión. También las consultas sobre temas locales pueden ser muy útiles para acercar la gestión municipal a la ciudadanía. Sin embargo, la revocación de mandato me parece no solo problemática sino peligrosa si no se le regula con mucha prudencia, cosa que no ocurrió en el caso de la reciente reforma constitucional mexicana.
Una característica de los regímenes presidenciales es el período fijo para el que son elegidos los jefes del poder ejecutivo. Juan Linz, entre otros, ha considerado esa una característica negativa del presidencialismo, pues le resta flexibilidad al arreglo político. En efecto, se pueden dar situaciones en las que un Presidente pierda el respaldo popular y su gobierno se enfrente a situaciones de ingobernabilidad por protestas sociales o por el rechazo abierto de importantes grupos de intereses que requieran un relevo, ya sea por corrupción evidente o por inepcia. También puede ocurrir que la Presidencia se vea abiertamente enfrentada al Congreso y sin capacidad alguna para sacar sus presupuestos o avanzar iniciativas sustanciales para su programa de gobierno. En el segundo caso no son infrecuentes los procesos de destitución parlamentaria, como ocurrió en Brasil con Dilma Rousseff o una y otra vez en Perú en los últimos tiempos. En cambio, los procesos de revocación son mucho menos comunes y, cuando se dan, suelen ocurrir en los niveles locales.
La revocación de un Presidente es un asunto grave: genera incertidumbre anticipada en el gobierno y deja vacíos de poder con sus corolarios de disputas políticas sin una canalización electoral inmediata. En el diseño mexicano, la revocación ocurriría poco más de dos años antes de la siguiente elección presidencial; el nombramiento del Presidente sustituto para concluir el mandato sería por apenas un tercio del mandato normal del Jefe del Ejecutivo, con lo que el horizonte temporal de su gobierno sería muy breve, apenas dedicado a cerrar proyectos, sin posibilidad de una estrategia de mediano o largo plazo. Sin posibilidad de mantenerse en el cargo, el sustituto no tendría perspectiva de futuro y su gestión sería un tiempo perdido para impulsar una agenda relevante. El país entraría en un impasse, con las campañas por la sucesión adelantadas.
Además, de acuerdo con las reglas actuales, una consulta de revocación de mandato podría ser ganada por una coalición opositora que se coludiere para sacar a un Presidente electo por una mayoría relativa, digamos que del 35 por ciento de los votos. Podría operar como una fórmula de reducción del mandato a cuatro años, pero sin posibilidad de ratificar el apoyo mayoritario en una votación inmediata. Los resultados para la gestión pública, sin un Estado profesional que brinde estabilidad, serían bastante malos y condenarían al país a no contar con proyectos de desarrollo de largo plazo, pues estos son extremadamente dependientes de los ciclos políticos que ya de suyo en México son cortos y generan incentivos para la depredación.
Con el sistema de botín existente en México, donde el empleo público y el presupuesto se reparten entre las camarillas de los que controlan los gobiernos, los dos años de la presidencia sustituta serían un desastre administrativo, en los que todos estarían buscando la manera de aprovechar al máximo su tajada de poder en un lapso muy corto. Sin un servicio profesional de carrera, que gestione de manera relativamente despolitizada los vacíos abiertos por las pugnas políticas, recortar el horizonte de certidumbre administrativa puede dar muy malos resultados.
También puede ocurrir, como está ocurriendo, que el Presidente en turno busque una suerte de legitimación plebiscitara de su popularidad para justificar su proceso de desmantelamiento del orden constitucional previo y de concentración de poder personal. Una suerte de supuesto espaldarazo para su enaltecimiento porfiriano. De otra manera no se explica el capricho presidencial, que va adquiriendo tono de farsa cuando dice que, si el INE no puede organizar la consulta, entonces la haga el pueblo, con lo que perdería todo carácter constitucional. La ultima ocurrencia fue que mejor se haga una encuesta.
Desde luego que los arreglos políticos deben contar con mecanismos para liquidar a los gobiernos fallidos, pero los regímenes presidenciales son menos flexibles para superar las confrontaciones políticas anticipadas. Si lo que queremos es un gobierno sujeto a la revocación, entonces mejor diseñemos un régimen parlamentario, con mecanismos de moción de censura y de elecciones anticipadas, con un Presidente inamovible por seis años, pero que sea Jefe de Estado, sin responsabilidad presupuestaria.
Lamentablemente, en la cabeza de los promotores de la revocación de mandato no estaba ni la rendición de cuentas ni la eficiencia del arreglo institucional, sino el objetivo a corto plazo de someter al santón (Solalinde dixit) a otro baño de votos. ¿Cuál es su objetivo más allá de satisfacer su ego? Porque si de verdad ha leído historia de México y la ha entendido, aquí lo que no se vale es mantenerse en el poder más de seis años, así que ese nuevo baño de respaldo popular se evanescerá en el momento en que deje la Presidencia de la República, lo que irreductiblemente ocurrirá el 30 de septiembre de 2024 ¿O no?
Jorge Javier Romero Vadillo
Politólogo. Profesor – investigador del departamento de Política y Cultura de la UAM Xochimilco.
https://dev.sinembargo.mx/author/javierromero/
Para nada.. En lugar de que resalte que en este país se empieza a vivir una verdadera democracia con o sin el ine, que por cierto es un estorbo a la democracia. Países desarrollados la consulta pública es un ejercicio permanente..no solo para gobernantes sino hasta para poner negocios. si se va a establecer un pub (bar) en una colonia, la autoridad está obligada a llevar una consulta pública para su establecimiento. Ya mero aquí. En EUA esta por eso la elección intermedia, que después de 4 años de gobierno, se convocan a elecciones, donde el pueblo puede ratificar el mandato del Presidente en turno o votar por otra opción y partido. En México los corruptos de siempre, quieren que siga la misma porquería de democracia sostenida con la corrupción, componendas, traiciones, arreglos bajo la mesa y todos sus ratones locos, carruseles, etc..Dan pena ajena, que no tengan un discurso nuevo, refrescante y plenamente democrático.
Bien por tí. La revocación no te convence. Pero deja que todos expresen su opinión democráticamente y que gane la mayoría. La constitución evoluciona no se queda como un organismo unicelular. Con el tiempo, después de la revocación podría haber una reelección. EEUU la tiene y no pasa nada. China no tiene NADA de lo anterior y tampoco pasa nada. No nos ahogemos en un vaso de agua.
Los autócratas, que tienen en mente eternizarse en el poder, utilizan cualquier maniobra absurda y costosísima para lograrlo . El de aquí, sujeto picante saca ronchas , pretende debilitar a la institución más sólida de la democracia mexicana , INE. Sin embargo, los mexicanos no permitiremos jamás que nos convierta en otra Nicaragua, Venezuela o Cuba. México en contra de la mediocridad y estupidez guinda.
Ya perdieron los tuyos. Pónganse mejor a construir un partido sin tramposos. Chance pa’l 2080 regresen al poder ?
«Ah, el tirano; la dictadura; no podemos decir nada; hay que quitarlo del poder, pero no queremos revocación de mandato»: jajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajajaja. Ya pare esta masacre a nuestras pancitas, señor Eleuterio. Ya nos dolieron demasiado. Saluditos.
Romero Vadillo escribiendo sus memorias de prianista en extinción.
JEJE, pues ese es el chiste, cuando el poder esta al servicio del pueblo y de las promesas y compromisos de campaña entonces NO SE GENERA vacío de poder, pero cuando ese poder esta al servicio de corruptos, de incumplir lo prometido, los compromisos asumidos en campaña con el pueblo, y no se gobierna con el pueblo, entonces YA HAY VACIO DE PODER y este debe revocarse y el pueblo quitar a ese mal gobernante, ASI DEBE DE SER y no salir con cuentos y argumentos falsos como estos jeje