Preso durante la guerra civil en Nigeria, primer Premio Nobel africano y presidente del desaparecido Parlamento Internacional de Escritores (PIE), que cobijó a autores exiliados, habla de la importancia de acercar la palabra escrita a todos
Aunque su nombre completo es Akinwande Oluwole Soyinka, siempre ha firmado sus obras como Wole Soyinka. Nació en Abeokuta, Nigeria, el 13 de julio de 1934, y escribe en inglés.
Vivió algunos años en Londres, en donde escribió, dirigió y participó en obras teatrales con el Royal Court Theatre. Después regresó a su tierra natal.
Preso político durante 22 meses, en los turbulentos años de 1967 a 1969, cuando se libraba la cruenta guerra civil en Nigeria, sabe de lo que habla cuando dice que la libertad es un derecho inalienable del hombre.
Profesor de Literatura comparada, editor, dramaturgo, novelista, poeta, Wole Soyinka fue el primer africano en ganar el Premio Nobel de Literatura, en 1986.
Es alto, delgado y una nube de blanco cabello encrespado corona su figura. Sonríe discretamente, y parece estar siempre tranquilo, en paz. Viste una camisa blanca larga, suelta, y encima un chaleco azul marino.
A pesar de que había aterrizado la noche anterior, después de un viaje de varias horas, Soyinka se presenta puntual a la cita para la entrevista con Sin Embargo MX; no deja de advertir que será breve, pues se siente muy cansado. Pero conforme la conversación avanza, parece más animado.
– ¿Se puede crear conciencia a través de la Literatura?, ¿las palabras pueden cambiar una sociedad, una realidad?
– Creo que uno no debería de esforzarse mucho para ello. La literatura, que como sabemos es un producto del ambiente, que determinará quién será un escritor, un intérprete o lo que sea, viene del ambiente, y de lo que un individuo en particular le regresa a ese ambiente: su percepción, su representación de esa realidad. Permite a aquellos que ocupan ese ambiente darle una segunda mirada. No al mismo tiempo en que ocurre, sino que es un proceso gradual.
Pero los libros, seamos prácticos, pueden ser muy caros, y algunas veces la Literatura se convierte en un negocio. Los publicistas están más preocupados acerca de lo que vende que de lo que le dice algo a la gente. Entonces, hago una pregunta en términos prácticos:
¿Será por medio de insistir en la accesibilidad de la palabra escrita a la gente, al desarrollar todo tipo de medios para hacer que esa recompensa sea accesible, por medio de las escuelas, por medio de las ferias públicas, utilizando a la cultura pop, si así lo queremos? Lo que quiero decir, e insisto absolutamente, es que la palabra no debe ser restringida sólo a algunos. Creo que esa es la única manera en la que podemos promover prácticamente el proceso de integrar la literatura en la conciencia de la gente.
Fuera de eso, los promotores seguirán haciendo lo que hacen ahora y nunca sabrán hasta dónde puede llegar la palabra.Yo viajo mucho y he experimentado qué tan lejos puede viajar la palabra.
LA INFANCIA COMO MARAVILLA
Uno de sus libros más conocidos en Occidente es Aké, una autobiografía de su infancia. Con una sorprendente voz poética, Soyinka se explaya en las descripciones de los paisajes en donde creció, narra cómo su familia se involucró con el movimiento nacionalista nigeriano, así como sus aventuras en la escuela y en las calles de su pueblo natal. Los críticos lo han llamado «una celebración de la maravilla que es la infancia».
Queda claro que esta etapa de la vida marcó definitivamente la vocación y las preocupaciones futuras de este hombre alto, de manos largas.
–¿Cuando usted era un niño cómo se encontró con la literatura, los libros, y qué cambió en usted?
– Ese es un buen ejemplo de lo que he estado hablando: mi propio desarrollo. A mí me interesaron los libros cuando era muy pequeño. Tenía dos años de edad. Mi padre era maestro, y me fascinaba descubrir qué hacía en su escritorio todo el tiempo. Estaba en comunicación con los libros, literalmente en una especie de comunión con los libros todo el tiempo. Y yo me interesé: ¿Qué había entre ellos?
Así que (me lo han contado, porque yo no lo recuerdo) empecé a cargar libros, y he visto a otros chicos hacer lo mismo, por cierto, no creo que yo fuera excepcional: tomar los libros y fingir que te puedes comunicar con ellos, ya sea boca arriba, boca abajo, como sea.
En mi caso yo era un niño muy curioso, y realmente quería saber, así que comencé a leer a una edad verdaderamente increíble. De acuerdo con el testimonio de mi primera maestra, ya era capaz de deletrear palabras de un libro a los dos años y medio de edad.
Así que esa fue la razón por la cual quedé fascinado con la palabra escrita, y entonces, por supuesto, leía cuentos, así que dije: bueno, yo tengo mis propias historias, y se las contaba a mis compañeros y a mis amigos. Algunas veces estaban basadas en libros que había leído y otras en mi propia imaginación.
Y creo que esto afecta a mucha gente. Es como alguien que ve los edificios y luego quiere convertirse en un arquitecto porque está fascinado con la estructura, los aspectos prácticos y los aspectos estéticos de los edificios. La literatura no es diferente de eso.
Presidente del hoy desparecido Parlamento Internacional de Escritores (PIE) de 1997 al año 2000, se ha dedicado a establecer casas refugio para escritores exiliados. Como él mismo dice: «Escritores que necesitarán un descanso de la persecución, acoso y otros motivos políticos». En abril de 2003 asistió a la inauguración de la Casa del Escritor Refugiado de Puebla, proyecto que el entonces secretario de Cultura del estado (durante el sexenio de Melquiades Morales Flores) el escritor Pedro Ángel Palou, gestionó ante el PIE.
Sin embargo, la indiferencia del siguiente gobernador, Mario Marín, a la causa de los escritores perseguidos, casi llevó al abandono total del proyecto menos de tres años después. Soyinka se reunió con el gobernador para que la casa mantuviera su misión, ahora como parte de Cities of Refuge North America, organismo creado cuando se disolvió el PIE, pero tampoco consiguió nada.
En cambio, la Casa Refugio Citlaltépetl en la Ciudad de México, que dirige Phillipe Ollé Laprune, permanece como un ejemplo de que este esfuerzo de Soyinka y otros escritores como Salman Rushdie, no fue del todo en vano en nuestro país.
–¿Cómo se involucró en ayudar a los escritores perseguidos a exiliarse en otros países?
Aquí hay otro tema: solamente me involucré con todo el concepto de libertad, me involucré con ese principio casi como una religión. Creo que tiene que ver con haber visto ejemplos de la negación de la libertad; sentir, intuitivamente, que eso no estaba bien.
Creo que la gente se ve reducida cuando tiene miedo. La humanidad se ve disminuida; ya no son seres humanos completos, y quizá yo prefiero vivir completamente y con seres humanos completos. Por eso encuentro intolerable que alguien, porque se quiere sentir más grande, más rico, más poderoso, despoje a otros seres humanos de su propia naturaleza humana.
En el libro Clima de miedo (Tusquets, 2007), el Premio Nobel advierte sobre el peligro de los fundamentalismos. Imposible no preguntarle, entonces, sobre sus tendencias ideológicas en la actualidad.
– ¿Usted se inclina más por un pensamiento de izquierda?, ¿qué piensa de los extremismos?
– Acabas de poner el dedo en el tema: básicamente mi orientación es socialista. Creo mucho en la erradicación de las clases sociales, la no distinción entre un ser humano de otro sobre las bases de género, raza, origen étnico o posición en la sociedad. Creo que estas distinciones de grupo deberían ser eliminadas tanto como se pueda… Es imposible, es puramente romántico pensar que se podrían eliminar completamente, pero deberíamos reducirlas a un nivel que se conviertan en virtualmente imperceptibles.
Además creo con firmeza que todas las funciones de la sociedad deben ser socializadas de modo que contengan elementos de comunidad. Que las cosas se atribuyan a un individuo en particular por un talento o una inclinación especial que éste tenga, no por la posición que ocupe en la sociedad.
Hasta ahí puede llegar el socialismo. Podríamos hablar todo el día, y elaborar teorías, pero tenemos marxistas extremistas, como aquellos que teníamos antes de que cayera el muro de Berlín y todas esas descalificaciones del marxismo, que eran tan extremistas como los fundamentalistas religiosos. Ejercitan el poder de manera que no puedes cuestionar un pequeño artículo del libro sagrado, así se trate de un libro críptico o del libro secular. La gente ya no puede pensar por sí misma, eso es un crimen. Y llevará, eventualmente a la reducción del pensamiento socialista. Los fundamentalistas religiosos y los marxistas extremistas están cometiendo exactamente el mismo error.
– Entonces, ¿qué le queda a la humanidad?
– El humanismo. Creer en los atributos irreductibles de todo ser humano y luchar por esos elementos irreductibles. Y una de esas propiedades irreductibles es la libertad.
Invitado al Hay Festival Xalapa 2012, el único momento en que Wole Soyinka se ve francamente molesto es un día después de esta entrevista. A pesar de ello, se cuida de hablar en voz baja, pero sus palabras llegan hasta la mesa del comedor en donde esta reportera cena con un par de colegas periodistas, un editor español y dos jóvenes escritores. El Premio Nobel le pregunta una persona de la organización en dónde puede encontrar a Cristina Fuentes La Roche, directora del Festival para España y América Latina, porque lo llevaron a una reunión con el gobernador (Javier Duarte) sin decirle a dónde iba. «Si lo hubiera sabido», dice Soyinka, «no habría aceptado».