Galileo

Las experiencias, emociones y sentimientos se manifiestan de inmediato en el cuerpo, el cual puede ser la vía para mantener una mente positiva con actividad física, mindfulness, un abrazo o una caricia en el momento adecuado.

MADRID, 14 Dic. (EuropaPress) – Mostramos nuestras emociones a través del cuerpo, pero también nos comunicamos con el cuerpo. La «psique» y nuestro organismo van de la mano, aunque muchas veces nos olvidemos de ello, y su combinación, el papel de nuestras emociones, juegan un importante papel en nuestro día a día.

La doctora Rosa Molina, especialista en Psiquiatría en el Hospital Universitario Clínico San Carlos, en Madrid, acaba de publicar Una mente con mucho cuerpo, un manual con el que pretende servir de guía para «entender nuestras emociones a través de lo que expresa nuestro cuerpo, así como ofrecer las claves para los estados de ánimo regulares, potenciar nuestra creatividad, tomar las mejores decisiones o hacer frente a la adversidad; en definitiva, cuidar de nuestra salud mental».

Esta experta en Neurociencia clínica parte de la idea de que todas nuestras experiencias, emociones y sentimientos se producen primeramente en el cuerpo. A su vez, sostiene que el sufrimiento psíquico, en muchas ocasiones, sólo se libera a través de sensaciones físicas: «El cuerpo puede ser el vehículo a través del cual incidir positivamente en nuestra mente mediante la actividad física y el deporte, la práctica del mindfulness e, incluso, un abrazo o una caricia en el momento adecuado».

Así, incide en una entrevista con Europa Press que expresamos de manera continua en nuestro cuerpo nuestras emociones, y además de forma repetitiva, unas veces de forma más intensa y aguda, que otras. Pone el ejemplo del día en el que tenemos una cita o un examen y estamos nerviosos, y rápidamente conforme se acerca el momento tenemos ganas de ir al baño.

Las expresiones se expresan continuamente, de mayor o menor forma, a través del cuerpo. Foto: DGCS UNAM

«Se producen muchas veces cambios físicos, más notables ante situaciones más marcadas, y en menor medida en nuestro día a día, con todos los estados emocionales que vivimos. Sucede de manera automatizada y no tenemos que prestarle atención, pero sí ir valorando esos estados emocionales intensos y así conocer nuestro cuerpo», agrega Molina.

Igualmente, mantiene que comunicamos nuestras emociones con el cuerpo de muchas formas, y recuerda el paciente en la consulta de Psiquiatría que narra al especialista un hecho traumático con total tranquilidad, como si no hubiera sucedido nada. «Si el lenguaje corporal no va sustento en el lenguaje verbal se vive con desconfianza, y es lo que los psiquiatras llamamos ‘desaferencia afectiva'», remarca la psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos.

No obstante, hace hincapié en que en nuestro cuerpo expresamos cambios más sutiles o mantenidos en el tiempo como el estrés, que se puede manifestar, por ejemplo, en una cara más cansada, en tener o no ojeras, en que nuestro cabello se encuentre más debilitado y haya una mayor caída, o por ejemplo en que nos salgan más manchas en la cara.

Un punto que pone en valor y que demostraría cómo mente y cuerpo están relacionados es cuando, por ejemplo, alguien nos cuenta una vivencia dura que le ha afectado mucho y nosotros somos capaces de empatizar con esa persona activando las mismas zonas cerebrales que como si lo estuviéramos viviendo. «Esto forma parte de la comunicación con el otro. Estamos en continuo diálogo interno, y esto facilita la comprensión del estado emocional del otro, lo que se conoce como ‘teoría de la mente’, y donde juegan un papel importante las neuronas espejo», aclara Rosa Molina.

La especialista sostiene hay hechos trágicos que suelen normalizarse al ser compartidos, por lo que el lenguaje corporal no va conectado con el lenguaje verbal. Foto: DGCS UNAM

Esto es importante para nuestra salud, según prosigue, porque puede llegar un punto en el que estemos tan ausentes o poco conscientes de lo que sucede en nuestro cuerpo, de lo que nos comunica, que lleguemos a desconectarnos de ello, de forma que los síntomas físicos se
manifiesten de forma automatizada y no seamos capaces de asociarlo a nada, es decir, puedo tener náuseas continuas, dolores de cabeza y no ver esa conexión.

«Debemos descubrir esta parte y aceptarla. Intuitivamente lo sabemos muchas veces, pero tenemos mejor aceptado el sufrimiento físico que el mental; pero es innegable relacionarlo. Conocerlo e identificarlo reducirá nuestros niveles de estrés pero también usar más al cuerpo, como una herramienta para tener una vida más saludable a nivel global, no sólo física, sino también a nivel mental. Debemos parar más a identificar y a escuchar más mis conductas y todo esto me va a ayudar. Es una herramienta más que no siempre usamos», subraya la psiquiatra.

¿CÓMO DARNOS CUENTA?

Para identificar que nuestros problemas físicos pueden tener origen psíquico, Molina defiende que debe tratarse de sensaciones o situaciones intensas que son disfuncionales y limitantes, es decir, que por ellas dejamos de hacer cosas, o bien cuando estoy con otros sólo pienso en ello, en cómo me duele la cabeza, por ejemplo.

Las emociones suelen manifestarse con síntomas físicos como náuseas continuas o dolores de cabeza y puede no verse esa conexión. Foto: DGCS UNAM

«Aunque a veces no es fácil identificarlo, para eso está la ayuda de los especialistas. Lo más probable es que tenga que ver con el mundo interior, aunque sea una causa física como una bacteria, entre medias sabemos que la psique está ahí y que juega un porcentaje no despreciable de esa evolución del cuadro físico. Un estado mental de estrés puede hacer que empeore o no el cuadro. La gente que pasa por cuadros difíciles como el cáncer, por ejemplo, sabemos que hay un porcentaje relacionado con ese abordaje psíquico, con esa capacidad para afrontar la adversidad, con el ser resilientes», sentencia la especialista.

Solemos somatizar el estrés, la ansiedad, muchos estados de ánimo, así como la depresión. De hecho, apunta que hay una depresión, la «depresión enmascarada», en la que predominan más los síntomas físicos y que es difícil de diagnosticar por ello. «Se ve mucho en niños y en ancianos que todavía presentan dificultad para mostrar sus emociones. En lugar de decirte que está triste, te dice que le duele el estómago y que no quiere ir a la escuela», agrega.