Fue uno de varios tiroteos que involucraron a adolescentes en un lapso de dos semanas y que enfocaron la atención en el tema de las pandillas y la violencia en la tercera ciudad más grande del estado de Colorado
Por Collen Slevin
DENVER, 6 de diciembre (AP) — Era la hora del almuerzo de un día templado en Aurora, un suburbio de Denver, cuando una camioneta llena de adolescentes llegó al estacionamiento de una escuela secundaria y empezaron los tiros.
Tres chicos resultaron heridos mientras los demás salían corriendo.
Uno de los muchachos acusados en conexión con la balacera del 19 de noviembre les dijo a las autoridades que había llevado a sus amigos armados para que se fajasen con una banda porque “así se resuelven las cosas en esta ciudad”, según documentos legales.
Ese fue uno de varios tiroteos que involucraron a adolescentes en un lapso de dos semanas y que enfocaron la atención en el tema de las pandillas y la violencia en la tercera ciudad más grande del estado de Colorado, donde la policía ha estado bajo la lupa por el trato que da a los residentes de raza negra. Activistas y funcionarios dicen que el fácil acceso a las armas contribuye al problema, que ha sido exacerbado por la pandemia de la COVID-19 y su impacto sobre todo en la salud mental de adolescentes de minorías.
En todo el país, los tiroteos que involucran a niños y adolescentes han aumentado en los últimos años. Un informe de marzo del Children’s Defense Fund (Fondo para la Defensa de los Niños) comprobó que las muertes de niños y adolescentes que fallecieron baleados alcanzó su nivel más alto en 19 años en el 2017 y sigue siendo alto. Los niños y adolescentes de raza negra tienen cuatro veces más posibilidades de morir baleados que los blancos.
Aurora ha recibido muchas familias afroestadounidenses y latinoamericanas y de migrantes en general de todo el mundo al aumentar el costo de la vida en Denver en los últimos años. Estas familias de minorías han sido muy golpeadas por la pandemia, contribuyendo a los problemas de salud mental, según Maisha Fields, una activista que trabaja con los jóvenes y familias en esta ciudad de 379 mil personas.
El tiroteo del 19 de noviembre empezó con una discusión en el estacionamiento de la Hinkley High School. Después de los primeros tiros, la camioneta se fue y al menos dos de sus ocupantes siguieron disparando por las ventanas, mientras los demás salían corriendo, según la policía.
Tres chicos de 16 años fueron encausados en relación con este episodio, incluidos dos que hablaron con los investigadores acerca de las peleas entre pandillas.
Fields, quien es vicepresidenta de la organización Brady, que promueve un mayor control de la venta de armas, dijo que la forma en que estos chicos hablaban de la necesidad de portar armas le dio escalofríos. Le recordó el comportamiento despiadado de los asesinos de su hermano, Javad Marshall-Fields, y su prometida, Vivian Wolfe, ocurridos en Aurora en el 2005, cuando se preparaba para declarar contra un individuo acusado de matar a tiros a un amigo en un concierto.
Jason McBride, experto en prevención de la violencia que trabaja con adolescentes en la Struggle of Love Foundation en Denver y Aurora, y la concejal de Aurora Angela Lawson dijeron que los chicos que ayudan les mostraron posts de Snapchat, servicio en el que los mensajes desaparecen, en los que se ofrecen armas a la venta.
McBride considera que las pandillas son las responsables de buena parte del problema. No necesariamente bandas organizadas como Crips and Bloods, como en años previos, sino más bien grupos más pequeños de adolescentes que a menudo inician sus peleas a través de las redes sociales.
Algunos construyen sus propias armas, imposibles de rastrear, usando impresoras 3-D o comprando partes online y armándolas ellos mismos, de acuerdo con McBride.
Agregó que el trauma derivado de la muerte de familiares pasa a ser algo casi normal para los adolescentes y que el hecho de que la pandemia impidió que fuesen a la escuela, que con frecuencia funciona como refugio en el que le escapan a los problemas en sus casas, agrava los trastornos mentales de algunos adolescentes.
McBride comentó que un chico de 16 años le había dicho que empezaría a los tiros si se enfrascaba en una pelea así no manchaba su ropa.
“Eso es lo que piensan los chicos ahora”, expresó McBride.