Los investigadores señalan que, aunque la regla de dos metros es un mensaje eficaz y fácil de recordar, no es una marca de seguridad debido un gran número de variables.
Madrid, 24 de noviembre (Europa Press).- Un nuevo estudio ha demostrado que la transmisión aérea de la COVID-19 es muy aleatoria y sugiere que la regla de los dos metros es únicamente un número elegido a partir de un «continuo» de riesgo, más que una medida concreta de seguridad, que podía haberse fijado en uno o en tres metros, por lo que el distanciamiento social no debe considerarse una medida de seguridad por sí sola, según publican los autores en la revista Physics of Fluids.
Un equipo de ingenieros de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, utilizó modelos informáticos para cuantificar cómo se propagan las gotas cuando la gente tose. Comprobaron que, en ausencia de mascarillas, una persona con COVID-19 puede infectar a otra a dos metros de distancia, incluso cuando está al aire libre.
El equipo también descubrió que las toses individuales varían mucho, y que la distancia «segura» podría haberse fijado entre uno y tres o más metros, dependiendo de la tolerancia al riesgo de una determinada autoridad de salud pública.
Los resultados sugieren que el distanciamiento social no es una medida de mitigación eficaz por sí sola, y subrayan la importancia continua de la vacunación, la ventilación y las mascarillas a medida que nos acercamos a los meses de invierno en el hemisferio norte.
Social distancing is not an effective protection against #COVID19 on its own, suggests a new study from @Cambridge_Eng.
It underlines the continued importance of vaccination, ventilation and masks as we head into winter: https://t.co/1V95KNlbA4#PublicHealth
— Cambridge University (@Cambridge_Uni) November 23, 2021
A pesar de la atención prestada al lavado de manos y a la limpieza de superficies en los primeros días de la pandemia, está claro desde hace casi dos años que la COVID-19 se propaga por transmisión aérea. Las personas infectadas pueden propagar el virus al toser, hablar o incluso respirar, cuando expulsan gotas más grandes que acaban depositándose o aerosoles más pequeños que pueden flotar en el aire.
«Recuerdo haber oído hablar mucho de cómo la COVID-19 se propagaba a través de las manillas de las puertas a principios de 2020, y pensé que si ese era el caso, entonces el virus debía salir de una persona infectada y aterrizar en la superficie o dispersarse en el aire a través de procesos mecánicos fluidos», apunta el profesor Epaminondas Mastorakos, del Departamento de Ingeniería de Cambridge, que dirigió la investigación.
Mastorakos es un experto en mecánica de fluidos: el modo en que los fluidos, incluido el aliento exhalado, se comportan en diferentes entornos. A lo largo de la pandemia, él y sus colegas han desarrollado varios modelos sobre cómo se propaga la COVID-19.
«Una parte de la forma en que se propaga esta enfermedad es la virología: la cantidad de virus que tienes en el cuerpo, la cantidad de partículas virales que expulsas cuando hablas o toses –explica el primer autor, el doctor Shrey Trivedi, también del Departamento de Ingeniería–. Pero otra parte es la mecánica de fluidos: qué pasa con las gotitas una vez expulsadas, que es donde entramos nosotros. Como especialistas en mecánica de fluidos, somos como el puente entre la virología del emisor y la virología del receptor, y podemos ayudar a evaluar los riesgos».
En el estudio actual, los investigadores de Cambridge se propusieron «medir» este puente mediante una serie de simulaciones. Por ejemplo, si una persona tosiera y emitiera mil gotas, ¿cuántas llegarían a otra persona en la misma habitación, y qué tamaño tendrían estas gotas, en función del tiempo y el espacio? Las simulaciones utilizaron modelos computacionales refinados que resolvían las ecuaciones del flujo turbulento, junto con descripciones detalladas del movimiento de las gotas y la evaporación.
Los investigadores descubrieron que no hay un corte brusco cuando las gotas se extienden más allá de dos metros. Cuando una persona tose y no lleva mascarilla, la mayoría de las gotas más grandes caen sobre las superficies cercanas. Sin embargo, las gotas más pequeñas, suspendidas en el aire, pueden extenderse rápida y fácilmente más allá de los dos metros. La distancia y la rapidez de propagación de estos aerosoles dependerán de la calidad de la ventilación de la sala.
Además de las variables relacionadas con el uso de la mascarilla y la ventilación, también existe un alto grado de variabilidad en la tos individual. «Cada vez que tosemos, podemos emitir una cantidad diferente de líquido, por lo que si una persona está infectada con COVID-19, podría estar emitiendo muchas partículas de virus o muy pocas, y debido a la turbulencia se propagan de manera diferente en cada tos», dijo Trivedi.
«Incluso si expulso el mismo número de gotas cada vez que toso, como el flujo es turbulento, hay fluctuaciones -explica Mastorakos–. Si estoy tosiendo, las fluctuaciones de la velocidad, la temperatura y la humedad hacen que la cantidad que alguien recibe en la marca de dos metros pueda ser muy diferente cada vez».
Los investigadores afirman que, aunque la regla de los dos metros es un mensaje eficaz y fácil de recordar para el público, no es una marca de seguridad, dado el gran número de variables asociadas a un virus transmitido por el aire. La vacunación, la ventilación y las mascarillas -aunque no son 100 por ciento efectivas- son vitales para contener el virus.
«Todos estamos desesperados por ver el final de esta pandemia, pero recomendamos encarecidamente que la gente siga usando mascarillas en espacios interiores como oficinas, aulas y tiendas –comenta Mastorakos–. No hay ninguna buena razón para exponerse a este riesgo mientras el virus esté entre nosotros».
El equipo de investigación está continuando esta investigación con simulaciones similares para espacios como salas de conferencias que pueden ayudar a evaluar el riesgo a medida que la gente pasa más tiempo en el interior.