Arnoldo Cuellar
05/11/2021 - 12:00 am
El PAN envejece
Todo indica que en el PAN olvidaron sus valores democráticos, pero también se les acható cualquier capacidad de autocorrección.
Esta semana, el ex alcalde de León Luis Ernesto Ayala Torres, actual diputado local, coordinador parlamentario del PAN y prospecto a candidato en el 2024 a la gubernatura de Guanajuato, lanzó una advertencia a su partido por el envejecimiento cronológico que muestra, con apenas un 3 por ciento de su militancia por debajo de los 26 años.
Extraña que le extrañe este dato a Luis Ernesto Ayala, un político que se ha mantenido en posiciones de poder desde hace 20 años: alcalde, secretario de desarrollo económico, presidente del patronato de la Feria de León, contralor estatal, síndico, alcalde interino, secretario de gobierno y ahora diputado.
Como Ayala, centenares de políticos panistas se han eternizado en los cargos, cobrando altos salarios, brincando de un espacio de poder y privilegio a otro, de estado a municipio a Congreso y en sentido inverso.
Esos políticos son los que le han cerrado el paso a nuevas generaciones de militantes y ha generado un coto cerrado, una asfixia y un cuello de botello intransitable en el PAN de Guanajuato.
Pero ese no es el único problema que tienen los panistas.
Quizá peor que el monopolio de una clase politica envejecida en los cargos de poder y de representación, es la estrechez mental en la que incurre el panismo después de tres décadas de gobiernos continuos en Guanajuato.
En la mitad de tiempo, el PAN se ha convertido en un partido-gobierno tan esclerotizado como lo fue el PRI de los años 80 el siglo veinte, tras cincuenta años de ejercer el poder.
Un ejemplo de esa parálisis de la imaginación y del corazón lo ofrece el propio diputado Luis Ernesto Ayala, cuyo desempeño inicial en la coordinación del PAN y en la Junta de Gobierno del Congreso lo exhibe como un perfil autocrático, antiparlamentario y ajeno al espíritu que debería representar un legislador: la apertura a sus representados.
Ayala a quienes algunos despistados ven como la opción del PAN ante la flacura de la caballada de cara al 2024, ha aislado las oficinas del congreso, cuyos antecesores vendían como una «palacio de la transparencia» (la Casa del Pueblo llegaron a llamarla), para conventirla en un búnker lleno de filtros y cerraduras a las que ya no tienen acceso ni medios de comunicación ni ciudadanos.
Pero no solo eso: Ayala careció de la menor sensibilidad para pronunciarse sobre casos que ocurrían directamente en su distrito, el más votado nacionalmente para el PAN, donde dizque hizo campaña y a cuyos ciudadanos representa, cuando se negó a tomar postura sobre ehchos tan delicados como la mutilación de un kínder público para favorecer a un empresario o el descuento al predial del Club Campestre de León, haciendo pasar el campo de golf como tierras de cultivo.
De las habilidades parlamentarias ya ni qué decir: Luis Ernesto se ha atorado en cada una de las votaciones de la junta de gobienro que dirige, simplemente por soberbia, por no anticipar, por rechazar el consenso. Ajeno a la dinámica de pares en el Congreso, el panista leonés parece creer que su posición de líder de la bancada mayoritaria lo erige en un superior de sus compañeros diputados.
Es cierto, el PAN ha envejecido, no solo por que su militancia lo ha hecho, sino también por su ignorancia sobre los cambios que han ocurrido a lo largo de estos treinta años. Es curioso: su discurso pondera la innovación y la «mentefactura» y su práctica política está atorada en el pasado y en la maniobra autoritaria.
Todo indica que en el PAN olvidaron sus valores democráticos, pero también se les acható cualquier capacidad de autocorrección.
La historia no tiene como acabar bien.
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