Economía

El fuerte avance del precio del gas se produce cuando en la UE se empiezan a debatir las nuevas normas y herramientas para cumplir el compromiso legal de descarbonizarse en 2050 y a reducir sus emisiones en un 55 por ciento para 2030.

Por Javier Albisu

Bruselas, 20 sep (EFE).- La escalada de los precios de la electricidad hasta niveles récord, debido sobre todo a que el precio del gas natural se ha duplicado en el último año, ha sacudido el debate europeo justo cuando empieza el arduo camino legislativo para descarbonizar la economía en 2050.

Los precios están intratables, los mercados de futuros auguran un invierno caro y las reservas de gas en Europa están en un 61 por ciento, frente al 92 por ciento habitual en estas fechas. Y aunque la estructura de la factura eléctrica varía entre países, todos en la UE acabarán notando la carestía porque el gas «sube igual para todos».

Lo ha dicho el Vicepresidente de la Comisión Europea y alto representante para la Política Exterior, el socialdemócrata español Josep Borrell, quien esta semana ha abierto en Bruselas el melón del mercado energético.

«Tarde o temprano, Europa tendrá que decir algo. El sistema tiene que ser revisado porque tiene demasiadas disfunciones. La traslación del coste del gas a otras energías cuyo coste de producción no tiene nada que ver es algo que no tiene una justificación económica clara», declaró Borrell a RNE.

Las palabras de Borrell riman con la posición de la Ministra española para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, quien en julio pidió por carta a la Comisión cambios en los mercados. Sin embargo, el vicepresidente del Ejecutivo de la Comisión para el Pacto Verde, el socialdemócrata neerlandés Frans Timmermans, ha enfriado esa posibilidad.

«Sólo por lo que está pasando ahora no puedes quitar inmediatamente el principio de mercado del mercado de energía, eso se tiene que debatir y mirar», dijo en una conversación con varios medios, entre ellos EFE, durante el pleno del Parlamento Europeo en Estrasburgo (Francia).

Los altos precios deberían servir de palanca para acelerar la transformación energética, sostenía ante el hemiciclo Timmermans, quien añadía que la factura sería más barata si se hubiera iniciado antes la descarbonización porque la UE generaría más energía renovable.

«La transición va a ser sangrantemente dura y nadie debería de hacerse ilusiones con que va a ser fácil», avisó. Y cuanto más se tarde en acelerar ese viaje tecnológico, más caro y volátil será el sistema, según Timmermans, porque la UE importa el 60 por ciento del total de la energía que consume, sobre todo gas y petróleo de Rusia.

Con todo, los ministros de Energía de los estados miembros mantendrán una reunión informal en Eslovenia esta semana en la que abordarán «el funcionamiento del mercado interior de la energía».

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PRECIO AL CO2

Una de las medidas clave de ese ingente paquete legislativo propuesto por la Comisión pasa por reformar el mercado europeo de comercio de emisiones de CO2, el denominado sistema ETS a través del que la UE grava desde 2005 el dióxido de carbono emitido por ciertas industrias.

Su precio se ha disparado, pasando de unos 15 euros por tonelada en marzo de 2020 hasta unos 60 actualmente. Pero Timmermans limita su incidencia en el precio del megavatio al 20 por ciento del incremento.

También lo cree así el presidente de la comisión de Medioambiente del Parlamento Europeo, el liberal francés Pascal Canfin, quien explica que «el aumento de precios está muy marginalmente ligado al precio del CO2».

«Es el resultado de a política de (el Presidente ruso, Vladimir) Putin, que consiste en privilegiar a Asia para reforzar la presión que Rusia puede hacer sobre Europa», comenta a EFE Canfin.

La última reforma del ETS, aprobada en 2017, inició la retirada progresiva de los permisos gratuitos de emisión para impulsar el precio de las emisiones, buscando elevar el precio del CO2. Y la reforma que se avecina continuará por la misma senda.

Además, Bruselas propone crear un ETS paralelo para el transporte y la calefacción a partir de 2025, lo que en principio afectaría al bolsillo de las clases medias, que pagarán más por conducir sus coches o calentar y enfriar sus viviendas.

CHALECOS AMARILLOS

La Comisión teme que emerja un fenómeno similar a la oleada de disturbios de los «chalecos amarillos» en Francia a partir de un proyecto para gravar más el diésel. Para evitarlo, Bruselas propone distintos instrumentos de redistribución a través de fondos, subvenciones y modificaciones fiscales para ayudar a los hogares vulnerables.

Pero hasta las sensibilidades ecologistas se oponen a ese segundo ETS por su elevado coste político y su escaso poder de transformación, y ante el riesgo de que tome «como rehén el resto» del paquete climático.

«Si fuéramos menos dependientes del gas, es decir, de Rusia, el ‘shock’ que vivimos hoy sería menor. Esto debería de llevarnos a acelerar nuestras inversiones en descarbonización, y especialmente en renovables», agrega Canfin, poco antes de que Moscú inaugure previsiblemente esta primavera un nuevo gasoducto por el mar Báltico hasta Alemania, el controvertido Nord Stream 2.