El estudio reveló que con el paso de la edad, las personas logran atender mejor la nueva información y concentrarse en lo que es importante ante una situación determinada.

MADRID, 20 Agosto (EUROPA PRESS).- Durante mucho tiempo se ha creído que el avance de la edad conduce a una amplia disminución de nuestras capacidades mentales. Ahora, una nueva investigación del Centro Médico de la Universidad de Georgetown, en Estados Unidos, ofrece una noticia sorprendentemente buena al contrarrestar esta opinión.

Los hallazgos, publicados en la revista Nature Human Behaviour, muestran que dos funciones cerebrales clave, que nos permiten atender a nueva información y centrarnos en lo que es importante en una situación determinada, pueden de hecho mejorar en los individuos mayores. Estas funciones subyacen a aspectos críticos de la cognición como la memoria, la toma de decisiones y el autocontrol, e incluso la navegación, las matemáticas, el lenguaje y la lectura.

«Estos resultados son asombrosos y tienen importantes consecuencias para la forma en que debemos ver el envejecimiento«, dice el investigador principal del estudio, Michael T. Ullman, profesor del Departamento de Neurociencia y Director del Laboratorio de Cerebro y Lenguaje de Georgetown.

«La gente ha asumido de forma generalizada que la atención y las funciones ejecutivas disminuyen con la edad, a pesar de los intrigantes indicios de algunos estudios a menor escala que planteaban dudas sobre estas suposiciones –afirma–. Pero los resultados de nuestro gran estudio indican que elementos críticos de estas habilidades en realidad mejoran durante el envejecimiento, probablemente porque simplemente practicamos estas habilidades a lo largo de nuestra vida».

«Esto es aún más importante debido al rápido envejecimiento de la población, tanto en Estados Unidos como en todo el mundo», dice Ullman, quien añade que, con más investigación, podría ser posible mejorar deliberadamente estas habilidades como protección contra el deterioro del cerebro en el envejecimiento sano y los trastornos.

El equipo de investigación, que incluye al primer autor, el doctor João Veríssimo, profesor adjunto de la Universidad de Lisboa (Portugal), analizó tres componentes distintos de la atención y la función ejecutiva en un grupo de 702 participantes de entre 58 y 98 años. Se centraron en estas edades porque es cuando la cognición suele cambiar más durante el envejecimiento.

Los componentes que estudiaron son las redes cerebrales implicadas en la alerta, la orientación y la inhibición ejecutiva. Cada una de ellas tiene características diferentes y depende de distintas áreas cerebrales y de distintos neuroquímicos y genes. Por lo tanto, Ullman y Veríssimo razonaron que las redes también pueden mostrar diferentes patrones de envejecimiento.

La alerta se caracteriza por un estado de mayor vigilancia y preparación para responder a la información entrante. La orientación implica el desplazamiento de los recursos cerebrales hacia una ubicación concreta en el espacio. La red ejecutiva inhibe la información que nos distrae o que entra en conflicto, lo que nos permite centrarnos en lo que es importante.

«Utilizamos los tres procesos constantemente –explica Veríssimo–. Por ejemplo, cuando conduces un coche, la alerta es tu mayor preparación cuando te acercas a una intersección. La orientación se produce cuando cambias tu atención a un movimiento inesperado, como un peatón. Y la función ejecutiva te permite inhibir distracciones como los pájaros o las vallas publicitarias para que puedas seguir concentrado en la conducción».

El estudio descubrió que sólo la capacidad de alerta disminuía con la edad. En cambio, tanto la orientación como la inhibición ejecutiva mejoraban.

La hipótesis de los investigadores es que, dado que la orientación y la inhibición son simplemente habilidades que permiten a las personas atender selectivamente a los objetos, estas habilidades pueden mejorar con la práctica a lo largo de la vida. Ullman y Veríssimo sugieren que los beneficios de esta práctica pueden ser lo suficientemente grandes como para compensar el declive neuronal subyacente. En cambio, creen que la alerta disminuye porque este estado básico de vigilancia y preparación no puede mejorar con la práctica.

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«Debido al número relativamente grande de participantes y a que descartamos numerosas explicaciones alternativas, los resultados deberían ser fiables y, por lo tanto, podrían aplicarse de forma generalizada», afirma Veríssimo. Además, explica que «como las habilidades de orientación e inhibición subyacen a numerosos comportamientos, los resultados tienen amplias implicaciones».

«Los hallazgos no sólo cambian nuestra visión de cómo el envejecimiento afecta a la mente, sino que también pueden conducir a mejoras clínicas, incluso para los pacientes con trastornos de envejecimiento como la enfermedad de Alzheimer», dice Ullman.