“La única opción de ganarle a Morena en 2024 es que se unan todos los partidos”: Sodi
PorObed Rosas
17/08/2021 - 2:02 pm
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Demetrio Sodi, un político de amplia trayectoria bajo el cobijo de tres diferentes partidos, el PRI, PAN y PRD, habla con SinEmbargo con motivo de su libro Mi vida en la transición (Grijalbo, 2021) y advierte que la oposición tendrá que unirse en 2024 para arrebatar el poder a Morena, una tarea que no será fácil.
Ciudad de México, 17 de agosto (SinEmbargo).– “La única opción de ganarle a Morena en 2024, y estará difícil, es que se unan todos los partidos”, plantea en entrevista Demetrio Sodi, un político de amplia trayectoria que ha sido abanderado de los que ahora se han constituido como los tres principales partidos de oposición: el PRI, el PAN y el PRD.
No obstante, Sodi señala que escoger un candidato de unidad no será fácil, y en ese sentido advierte que no será un empresario, sino que tiene que ser un ciudadano que logre aglutinar a todos porque en México no hace falta un Donald Trump: “Los del PAN no van a aceptar al del PRI. Los del PRI no aceptarán a los del PAN. El PRD sí acepta a todos, es el más flexible”.
Político de una amplia trayectoria, Demetrio Sodi ha sido Diputado federal del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Asambleísta y Senador del Partido de la Revolución Democrática y Jefe Delegacional de Miguel Hidalgo, gracias al respaldo del Partido Acción Nacional, el cual lo postuló en 2006 a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México.
Actualmente es coordinador nacional de Futuro 21, una plataforma que dice ser ciudadana aunque en su interior alberga a varios integrantes de la clase política como Jesús Ortega, Gabriel Quadri o Fernando Belauzarán.
En entrevista con motivo de su libro Mi vida en la transición (Grijalbo, 2021), Demetrio Sodi plantea que en caso de que Morena gane en 2024 habrá una administración diferente a la que ha llevado a cabo Andrés Manuel López Obrador, cuyo Gobierno —dice— “habla mucho, ofende mucho, ataca mucho y hace poco”.
“Si gana Morena —ojalá no gane—, llega Claudia (Sheinbaum) o Marcelo (Ebrard), serán un Gobierno radicalmente diferente. Claudia no se pelea con los empresarios, con la prensa. Al contrario, tiende puentes. No veo un futuro obscuro para el país gane quien gane, porque gane quien gane dejará atrás estos seis años de desgaste político, de confrontación y concentración de poder, que es peligrosa”, comparte.
A lo largo de la plática, Sodi cuestiona las acciones del actual Gobierno. Por una parte, responsabiliza al Presidente López Obrador “de la pérdida de empleos y aumento de la pobreza”, y por otra critica el discurso de confrontación política y de descalificación del mandatario federal: “cuando uno llega hasta arriba, la única alternativa es conciliar. Ya contra quién se va a pelear si ya está hasta arriba”.
Pese a ello, reconoce que hay cosas buenas de la administración actual como el aumento al salario mínimo y los programas sociales, de los cuales advierte que tienen un “enfoque electoral”. “Estoy de acuerdo con el Tren Maya. Se me hace bien el proyecto del Istmo”, refiere.
Por otra parte, Demetrio Sodi muestra su rechazo al ejercicio de Revocación de Mandato, sobre el cual ironiza que aún cuando pierda el Presidente López Obrador, su sucesor —dice— sería impuesto por el propio Andrés Manuel. “Es una tomadura de pelo, no se requiere. Si fuera un Presidente débil, se requeriría. Pero hoy por hoy es un Presidente aceptado por la mayor parte de la gente”.
En cuanto a sus objetivos al frente de Futuro 21 menciona que esta organización simplemente busca ser “un espacio de reflexión”, mientras que él —en lo personal— descarta contender por algún cargo público: “Puedo ser más útil para el país sin necesidad de tener un sueldo. Tengo 77 años de edad. A Biden lo han de mantener en formol. Hay edad y hay que abrir espacios para los jóvenes”.
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—Demetrio. ¿Qué lo lleva a hacer un recorrido testimonial de 40 años en su libro Mi vida en la transición?
—Siempre escribía un poco de los elementos que tenía para que no se olvidaran. De repente dije que los iba a juntar y redactar. También me pasó que, parece mentira, pero muchas veces los hijos o nietos —ya tengo nietos— no saben lo que ha hecho uno. Y, como la política lo aleja a uno mucho de la familia, llega un momento en que reciben comentarios que ‘si tu papá esto, tu papá lo otro’. Primero tenía una obligación de explicarles a ellos, ¿no? Y cuando terminé el libro me di cuenta de que era muy interesante, porque habla de las diferentes etapas en las que yo he estado en la transición. Quien lo lee creo que se puede dar cuenta de cómo ha evolucionado el país, cómo ha cambiado para bien, cómo se ha democratizado, la división de poderes y el federalismo. Lo entregué a la editorial Grijalbo y me dijeron que estaba muy interesante y que les interesaba publicarlo. Se cerró el círculo.
—En su libro da cuenta de algunas de las malas prácticas que lo llevaron a cambiar de rumbo en su trayectoria política partidista, de hecho estas mismas prácticas fueron las que llevaron al país a una transición en el 2000 y a su vez la falta de resultados en los 12 años panistas, y el regreso al PRI, contribuyeron al triunfo en 2018 de López Obrador, a quienes ahora estos partidos, junto al PRD, critican como si ellos no hubieran gobernado. ¿No cree que hace falta una importante autocrítica por parte de la oposición?
–Sí, sin duda. La reforma y avance político que sí se dio no habría ido de la mano con un avance económico en función de dar respuesta a la población marginada. Vemos las cifras de pobreza que son las mismas de siempre. A veces subimos y a veces bajamos, pero desde hace muchos años la mitad de la población vive en la pobreza. No hay duda de que la gente esperaba un cambio. La gente votó por López Obrador con la esperanza de que la economía mejorara, que mejorara la seguridad, que se redujera la pobreza. Y eso tampoco ha pasado. Es poco tiempo para juzgarlo, un sexenio dura seis años. Pero a mitad de sexenio —claro que le tocó la pandemia, en parte responsable de la pérdida de empleos y aumento de la pobreza—, es un Gobierno que habla mucho, ofende mucho, ataca mucho y hace poco. El Presidente debería perder menos tiempo en sus mañaneras atacando y usarlas para construir, dialogar, crear consensos.
La gente llegó con la esperanza, y en el caso de López Obrador, se mantienen los niveles de popularidad muy altos porque la gente todavía tiene la esperanza de que dé resultados. Pero para aquellos que analizamos un poco más las cifras ya no hay forma. Este sexenio, en términos económicos, es un sexenio perdido en parte por la pandemia y en parte por la falta de acción del Gobierno.
—Considerando la corrupción, ¿no cree que los dos gobiernos panistas y el de Peña Nieto también hayan sido sexenios perdidos?
—Sin duda, pero no creo que tanto en el Gobierno de Peña como en el de Calderón haya habido corrupción. Sí creo que en el de Peña se desató como la locura. Enel caso de Calderón o Zedillo se les dieron ciertos privilegios demasiado amplios al sector privado y abusó al igual que algunos funcionarios. Pero no creo que la regla de los sexenios de Zedillo, Fox y Calderón haya sido la corrupción. Creo que fue una visión neoliberal, eso es cierto, pero también seguimos en esa visión. No hay otra en la economía si se quiere jalar inversión, la base del crecimiento.
Lo que ha pasado en México es que se ha concentrado más el ingreso. A lo mejor con López Obrador no se va a concentrar, pero no ha crecido la economía. Lo ideal sería crecer y repartir. López Obrador está repartiendo sin crecimiento y entonces no hay empleo. La única forma de reducir la pobreza no es con programas sociales. Cuando dice que hay que regar de abajo para arriba, es imposible. La Ley de Gravedad se lo impide. La única forma de reducir la pobreza es creando empleos, para lo que debe haber inversión y confianza.
—Aunque también está el factor de una pandemia que ha impactado el empleo no sólo a México, sino a todo el mundo.
—López Obrador no es el responsable de la pandemia. A lo mejor estoy de acuerdo con él en que no haya aumentado la deuda para hacer programas de rescate económico, porque no es lo mismo que Estados Unidos asigne 2 billones de dólares porque ellos tienen un costo del dinero muy bajo en comparación con México, entonces cualquier endeudamiento nos pega durísimo a la larga. Pero no tenía caso seguir con un discurso de confrontación política, de descalificación. Yo veo las mañaneras —dicen que soy un masoquista y tienen razón— y diario dice lo mismo y no pierde ocasión para insultar. Ya. Un país no se construye dividiendo, se construye tratando de unir a todos. Si él hubiera adoptado en la pandemia una política de conciliación y diálogo, probablemente nos hubiera ido mejor o menos mal.
—Demetrio usted escribe que debido a la polarización que se ha alimentado desde el púlpito presidencial, y cito, “se corre el riesgo de una confrontación social, lo cual no ha ocurrido desde la Revolución”. ¿Habla de la posibilidad de una revuelta armada? ¿En verdad cree que haya las condiciones para esto?
—No, yo no creo que haya una revuelta armada, pero sí una división nacional, una división como la quiere hacer ver entre buenos y malos, pobres y ricos. En ese esquema nadie invierte. Podría llegar a que la gente tenga miedo de salir a la calle, de viajar porque no sabe cómo lo van a recibir. Hemos sido un país que, a pesar de la pobreza, se puede circular. Uno va a cualquier zona marginada y no marginada y no hay rechazo a uno.
Pero eso es lo que está provocando López Obrador y no se da cuenta del mal que le está haciendo a la gente. Voy mucho a Valle de Bravo. Si ahuyentan a la gente que tiene dinero, la mitad de la gente trabaja en la zona donde hay dinero. Si ahuyentan a la gente que construye, no hay empleo. Tendría que ser más conciliador. Nunca lo ha sido en su vida, eh. Siempre ha sido un hombre de choque, de confrontación. Pero cuando uno llega hasta arriba, la única alternativa es conciliar. Ya contra quién se va a pelear si ya está hasta arriba. A veces se pelea con su sombra, yo creo.
—¿Hay alguna acción positiva que considere que ha implementado este Gobierno?
—Hay cosas positivas y se pueden enumerar. El aumento al salario mínimo es positivo, los programas sociales son positivos, aunque tienen demasiado enfoque electoral. Estoy de acuerdo con el Tren Maya. Se me hace bien el proyecto del Istmo. Aunque fue una tontería acabar con el Aeropuerto, el que están construyendo está muy chiquito. No va a servir para dentro de 20 años. No creo que sea tan tontería la refinería, porque por qué tenemos que seguir importando gasolina. Hay cosas buenas, pero vamos a poner el tema central de López Obrador: el combate a la corrupción. No se ha logrado. Él es un hombre honesto, a veces ha abusado para su campaña política —como lo fue en el Gobierno de la Ciudad y lo digo en el libro—, pero no se le puede acusar que haya usado dinero para su beneficio personal o el de su familia, para casas. Es un hombre muy austero y está comprometido con la pobreza y con la honradez. Pero hay una cosa. La corrupción en el Gobierno sigue igual, lo dicen las encuestas del Inegi. No puede ser con el esfuerzo de un solo hombre. Tienen que crearse instituciones, tiene que fortalecerse la Procuraduría contra la Corrupción.
Si vemos la parte económica, sí es desastrosa. La inversión extranjera no ha bajado porque ve a largo plazo y ve este sexenio como un bache. Pero la inversión privada, la nacional, sí se ha ahuyentado porque ella ve a corto plazo. Y le da miedo. No se va a reelegir ni va a nacionalizar nada, pero se le va la boca; habla de más. Qué le costaría tener un discurso positivo, ya no del pasado, sino del futuro y que nos convoque a todos. Hasta a la prensa, que todo el día le pega. Qué gana pegándole todo el día a la prensa. Pues qué hace, le pega también.
—Habla de inquietudes del sector empresarial. No es secreto que Claudio X. González y Gustavo de Hoyos fueron, junto con los líderes de los principales líderes de partidos de oposición, quienes volvieron realidad una alianza que en el siglo pasado hubiera sido impensable: la del PRI, PAN y PRD, tres partido en los que usted ha estado, y quienes incluso consideran ir de la mano en 2024. ¿Qué piensa de esta coalición? ¿Cree que sea la auténtica opción frente al Gobierno actual?
—La única opción de ganarle a Morena en 2024, y estará difícil, es que se unan todos los partidos. Pero no será fácil escoger un candidato. Los del PAN no van a aceptar al del PRI. Los del PRI no aceptarán a los del PAN. El PRD sí acepta a todos, es el más flexible. Si gana Morena –ojalá no gane–, llega Claudia o Marcelo, serán un Gobierno radicalmente diferente. Claudia no se pelea con los empresarios, con la prensa. Al contrario, tiende puentes.
No veo un futuro obscuro para el país gane quien gane, porque gane quien gane dejará atrás estos seis años de desgaste político, de confrontación y concentración de poder, que es peligrosa. El pleito con los gobernadores. Todavía no llegaba a la Presidencia y ya había nombrado gente para que le estuviera golpeando a los gobernadores.
El futuro de México es muy promisorio, esperemos que crezca con mayor equilibrio social. En el libro hablo mucho de una reforma fiscal profunda. Necesitamos fortalecer al Estado. El Estado-mercado no se contrapone si cada uno tiene definido sus espacios. Hay que darle el apoyo a la inversión privada y crear un Estado que le dé garantías a la gente.
Creo que la única opción para ganarle a López Obrador, como están las cosas ahorita, es que toda la oposición se una, pero veo bastante difícil que haya un candidato de unidad. Y no será un empresario, tiene que ser un ciudadano que logre aglutinar a todos. No queremos un Trump.
—Usted es el coordinador nacional de Futuro 21, una organización que se califica como ciudadana aunque lo cierto es que en su seno agrupa a muchos integrantes de la vieja política. ¿Cuál es el proyecto de esta agrupación de cara a 2024?
—Nosotros queremos ser un espacio de reflexión. No quiero ser candidato ni acepté una candidatura en la elección pasada porque ya estuve mucho tiempo en el Congreso…
—¿Se la ofrecieron?
—Sí, me ofrecieron ser candidato a Diputado por un distrito para Va por México. Decidí que no porque ya lo fui y ya no quiero volver a lo mismo, a sentarme diez horas oyendo a gente que no tiene nada que decir. Me faltan muchos años de vida, pero ya no soy igual que antes y quiero aprovecharlos. Lo que estamos haciendo en Futuro 21 es abrir debates, analizar el problema con madurez, no por pegarle a López Obrador.
Estamos convocando a un debate sobre si es conveniente o no que el Ejército maneje a la Guardia Nacional, sobre cómo deben renovarse los partidos. Somos un grupo pequeño de 40 o 50 personas y hay de todo; ciudadanos, expolíticos, asociaciones. No aspiramos a ser un partido político ni a jugar un papel fundamental en la elección. Aspiramos a jugar un papel en la construcción de una visión de largo plazo de México. Es una visión de México en el siglo XXI.
—La siguiente parada en lo que corresponde a la realización de los ejercicios democráticos se prevé que sea la Revocación de Mandato. Usted ha sido uno de los críticos a este ejercicio democrátido. ¿Por qué lo considera, y lo cito, “una tontería que no debería existir? ¿Y por qué considera que sólo crea “inestabilidad”?
—El Presidente fue electo por seis años, un periodo muy largo si es malo y muy corto si es bueno. Pero ningún Presidente puede lograr en tres años cambios radicales en el país. López Obrador sabe que si llegara a haber la revocación –que la va haber–, la gana. Tendría que lograrse el 40 por ciento, en la elección de junio votó el 48 por ciento creo. Es imposible que en una consulta, como lo vimos, vote más del 10 por ciento. Será un ejercicio que no tendrá validez. Para qué hacer algo que sabemos desde ahora que no tendrá validez. Sabemos desde ahora que López Obrador tiene un 60 por ciento de aprobación; es un Presidente fuerte. Una revocación tendría que darse cuando es débil y hay que cambiarlo. Pero es fuerte, hay que dejar que se quede y termine el sexenio. Me opongo a hacer ejercicios por hacerlos. Además, quién está convocando a la revocación. Él. Es como si yo convoco a una empresa para que me corra.
—La oposición como Gustavo de Hoyos ha dicho que sí buscan impulsar esta revocación, le ha tomado la palabra.
—Vamos a suponer —como utopía— que pierda López Obrador. Quién va a nombrar al próximo Presidente. López Obrador: Morena tiene la mayoría en la Cámara y es el jefe máximo del partido, no hay quien se atreva a cuestionarlo. Él va a poner al nuevo Presidente porque la gente pidió que se fuera. Para qué le damos tanta vuelta. Y, por otro lado, y hasta lo digo de broma, durante el callismo se decía ‘aquí vive el Presidente, el que manda vive enfrente’. No regresemos al maximato en que López Obrador desde su finca seguirá gobernando. Es una tomadura de pelo, no se requiere. Si fuera un Presidente débil, se requeriría. Pero hoy por hoy es un Presidente aceptado por la mayor parte de la gente.
—Como un ejercicio democrático a futuro, lo considera una herramienta necesaria, pero en este momento no.
—En este momento no lo considero, pero en general no creo necesaria la revocación. Vamos a poner a un Jefe delegacional que tiene tres años y lo revocan…
—O pongamos otro ejemplo, un Presidente que arrastre escándalos de corrupción, irregularidades y que sea difícil desaforarlo, ¿no sería bueno un ejercicio de este tipo?
–A mí lo que me gusta es que al Presidente le quiten el fuero, porque hay presidentes que han sido evidentemente corruptos, que puedan ser denunciados y juzgados por la Fiscalía. Pero creo que un Presidente se elige por un periodo y esperemos que termine bien ese periodo. No le apostemos al fracaso, apostemos al éxito. Cuántos ejercicios de confrontación política hemos tenido en estos tres años: la elección que acaba de pasar, la consulta sobre los expresidentes… Vivimos en un país que le apuesta a la división y al fracaso. Si al Gobierno le va mal, apostemos a apoyarlo, no a sacarlo.
—La oposición ha buscado que al Presidente le vaya mal
—Creo que hay mucha gente que le apuesta a que le vaya mal. Yo espero que ojalá le vaya bien al Gobierno, porque nos va bien a todos. Estoy jubilado, no afecta. Pero hay mucha gente que depende de que al país le vaya bien o mal, y lo vimos con la pandemia. Afectó a muchísima gente. En el debate sobre el regreso a clases hay mucha gente muy insensible. Dice que no al regreso. Claro, tienen computadora en su casa, cada niño vive en un cuarto… Así cualquiera. La gente pobre vive otra realidad que desgraciadamente la ignoramos frecuentemente. La gente pobre no puede dejar de trabajar, las mamás tienen que regresar a trabajar y no han podido porque sus hijos están en la casa y los niños están encerrados en una casa de dos cuartos estudiando; se están atrasando. Sí creo que hay gente que le apostaría a que le vaya mal a López Obrador. En el momento que un Presidente gana, todos tenemos que apostar a que le vaya bien. Pero tiene que poner algo de su parte y no puede estar todo el día insultándonos.
—Por último Demetrio, en lo que respecta a su proyecto personal, ¿ha considerado el regreso a la vida política, es decir planea en un futuro inmediato contender por un cargo?
—Creo que puedo ser más útil, más que con una voz en la Cámara, promoviendo con mi experiencia y relaciones el diálogo. Puedo ser más útil para el país sin necesidad de tener un sueldo. Tengo 77 años de edad. A Biden lo han de mantener en formol. Hay edad y hay que abrir espacios para los jóvenes. Uno tiene que seguir en la vida pública y política, pero hay muchas formas de estar como en organizaciones ciudadanas como Futuro 21 sin ocupar cargos que le corresponden a jóvenes.
Obed Rosas
Es licenciado en Comunicación y Periodismo por la FES Aragón de la UNAM. Estudió, además, Lengua y Literatura Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras.
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