«Los rostros de la pareidolia no se descartan como falsas detecciones, sino que se someten al análisis de la expresión facial del mismo modo que los rostros reales. No sólo imaginamos las caras, sino que las analizamos y les damos atributos emocionales», señala un investigador.
Madrid, 12 de julio (Europa Press).- Neurocientíficos de la Universidad de Sidney (Australia) han evidenciado que la forma en que nuestro cerebro identifica y analiza los rostros humanos reales se lleva a cabo mediante los mismos procesos cognitivos que identifican los rostros ilusorios.
Es algo tan común que apenas lo pensamos, pero el cerebro humano parece estar programado para ver rostros humanos donde no los hay: en objetos tan variados como la luna, los juguetes, las botellas de plástico, los troncos de los árboles o las aspiradoras.
Hasta ahora, los científicos no habían entendido exactamente qué hace el cerebro cuando procesa las señales visuales y las interpreta como representaciones del rostro humano.
Angry handbags? Grumpy typewriters? Why do we see faces in everyday objects & give them emotional values?
Listen in at 6.15pm today to @ABCSydney radio with @rgloveroz and hear @USydPsych Professor David Alais talk about his latest researchhttps://t.co/zBd9enR0yL pic.twitter.com/6U8vKVyMUn
— Sydney Uni Media (@SydneyUni_Media) July 8, 2021
«Desde una perspectiva evolutiva, parece que el beneficio de no perderse nunca una cara supera con creces los errores en los que se ven objetos inanimados como caras», explica el profesor David Alais, autor principal del estudio, que se ha publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B.
Esta respuesta de reconocimiento facial se produce a la velocidad del rayo en el cerebro: en unos cientos de milisegundos. «Sabemos que estos objetos no son realmente rostros, y sin embargo la percepción de una cara persiste. Acabamos teniendo algo extraño: una experiencia paralela de que es a la vez una cara convincente y un objeto. Dos cosas a la vez. La primera impresión de una cara no da paso a la segunda percepción de un objeto», afirma Alais.
Este error se conoce como «pareidolia facial». Es un hecho tan común que aceptamos como «normal» la noción de detectar caras en los objetos, pero los humanos no experimentan este proceso cognitivo con la misma intensidad para otros fenómenos.
A shared mechanism for facial expression in human faces and face pareidolia | Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences https://t.co/ksu9tRt6Ub
— Ordo Fraterna Fibonacci (@OrdoFibonacci) July 7, 2021
El cerebro ha desarrollado mecanismos neuronales especializados para detectar rápidamente las caras y aprovecha la estructura facial común como atajo para la detección rápida. «Los rostros de la pareidolia no se descartan como falsas detecciones, sino que se someten al análisis de la expresión facial del mismo modo que los rostros reales. No sólo imaginamos las caras, sino que las analizamos y les damos atributos emocionales», destaca el investigador.
Los investigadores afirman que este análisis de la expresión de los objetos inanimados se debe a que, como seres profundamente sociales, no basta con detectar una cara. «Necesitamos leer la identidad de la cara y discernir su expresión. ¿Son amigos o enemigos? ¿Están contentos, tristes, enfadados, doloridos?», dice Alais.
Lo que el estudio examinó fue si una vez que se detecta un rostro de pareidolia, se analiza posteriormente la expresión facial o se descarta del procesamiento de rostros como una falsa detección. La investigación demuestra que, una vez que el cerebro retiene una cara falsa, se analiza su expresión facial del mismo modo que una cara real.
«Lo demostramos presentando secuencias de rostros y haciendo que los participantes calificaran la expresión de cada uno de ellos en una escala que iba del enfado a la alegría», detalla el científico. Lo que resultaba intrigante es que un sesgo conocido a la hora de juzgar los rostros humanos persistía en el análisis de los rostros imaginados inanimados.
Un estudio anterior realizado por el profesor Alais demostró que en una situación similar a la de Tinder, en la que se juzga una cara tras otra, se observa un sesgo por el que la evaluación de la cara actual se ve influida por nuestra evaluación de la cara anterior. Los científicos lo comprobaron mezclando caras reales con caras de pareidolia, y el resultado fue el mismo.
«Esta condición ‘cruzada’ es importante, ya que demuestra que el proceso de expresión facial subyacente es el mismo, independientemente del tipo de imagen. Esto significa que ver caras en las nubes es algo más que una fantasía infantil. Cuando los objetos se parecen mucho a una cara, es algo más que una interpretación: realmente están impulsando la red de detección de rostros del cerebro. Y ese ceño fruncido, o esa sonrisa, es el sistema de expresión facial de tu cerebro en funcionamiento. Para el cerebro, las caras, falsas o reales, se procesan de la misma manera», destaca Alais.